Surgida como una esperanza para un pueblo entrampado en una anomia social total, la Marcha Verde desde el 2017 se convirtió en una verdadera opción en la lucha social del pueblo dominicano. Un país que no tuvo la corrupción como eje de las demandas y urgencias de la agenda nacional, movilizando a miles bajo su bandera.
Como todo movimiento social, la Marcha Verde se convirtió con una impresionante rapidez, en la alternativa e interlocutora de distintos sectores sociales del país, bajo la consigna de la lucha contra la impunidad y la corrupción. Se ha cuidado de denominarse o contaminarse con una definición partidaria y sus fronteras reivindicativas se quedaron en la crisis de las instituciones, la impunidad y la corrupción administrativa del estado. Detrás de sus demandas marcharon religiosos, socialistas, conservadores, nacionalistas, peledeístas inconformes, y militantes de la oposición, pobres, ricos, clase media, mujeres, niños, jóvenes, organizaciones sociales y gente del campo y la ciudad.
Su abanico es muy abierto, porque sus demandas lo son. Aglutinar tanta gente varios-pintas, obliga a una dirección flexible, a una conducción de la lucha mesurada y bien democrática en su valoración del movimiento y sus razones.
Quizás adoleció el movimiento de cierta estructura de mando que diera solución y continuidad a la cotidianidad del trabajo y a los objetivos finales del mismo.
Lo cierto es que dejó a la gente en el aire, tanto entusiasmo inicial, tanto fervor y hoy se puede interpretar como una desolada iniciativa que atravesó el camino de otros tantos ensayos sociales que se abortan
Hoy vemos cómo se ha desacelerado el ímpetu de los primeros meses, cómo está ausente de las demandas, cómo abandona las calles, cómo sus voceros han perdido fuerza de intermediación. Todo ello preocupa dado que el país tampoco tiene árbitros, todos los agentes activos de la sociedad están condicionados o cercanos al poder y eso debilita la relación de gobernanza entre sociedad civil y sociedad política. Por ello, es necesario repensar el esfuerzo, no para desplazar a nadie, sino para llenar vacíos sociales en una sociedad huérfana de representatividad y credibilidad de sus vocerías y representantes.
Creo que surgió con un entusiasmo que prendió rápido en la gente y luego no supimos qué hacer con todo aquello. ¿Qué pudo ser posible? ¿Que sus promotores lo pensaron como ensayo y no como proyecto societal? lo espontáneo le acompañó en sus inicios y no supimos cómo continuar? Lo cierto es que dejó a la gente en el aire, tanto entusiasmo inicial, tanto fervor y hoy se puede interpretar como una desolada iniciativa que atravesó el camino de otros tantos ensayos sociales que se abortan. Eso perjudica la confianza de la gente, genera desesperanza y dudas en los liderazgos emergentes.
Siempre se puede, una vez claro el propósito de un movimiento social de esa naturaleza, no hay por qué dudar de sus alcances. No tiene que lidiar con los partidos, no es su papel. No tiene por qué confundir sus acciones, su manera de dar asiduidad a la lucha, por eso retomamos los chalecos amarillos como ejemplo, al menos allí han sido sistemáticos, o Podemos en España que terminó en partido político desde las entrañas mismas del descontento social.
No creemos que la Marcha Verde debe confundir su norte, son luchas sociales que los mueve y los aglutina, son focos de atención de arbitraje y presión a la clase política, no importando el partido que sea, que la Marcha Verde tiene como blanco para mejorar y sanear el accionar político-partidario y adecentar la vida pública de la nación y que los políticos administradores de nuestros recursos aprendan a rendir cuentas con instituciones.
De eso se tata y debemos tener un interlocutor claro, visible, con moral y peso social que se convierta en el defensor del pueblo. Una sociedad con poca tradición democrática, quiere decir, instancias organizadas que cumplan ese desafío. Debemos dejar de pensar, que todos debemos ser miembros de un partido político, como martirologio por la nación, solo se le puede servir desde un partido político, lo cual no es cierto.
Necesitamos ciudadanos vigilantes, veedores del erario, del ejercicio de los funcionarios, del cumplimento de las leyes, que garanticen una mejor sociedad, sobre la base de una supervisión ciudadana que reduzca poderes a la clase política y equilibro la gobernanza con mayor participación de la gente en las decisiones del país para convertirnos en una democracia madura de ciudadanos, observadores públicos, de los funcionarios, jueces y otros agentes de la llamada fuerzas vivas del país, que afinen el norte del desarrolle, prioricen los temas de la agenda nacional, pongan la casa en orden y la ciudadanía presione para que haga cumplir los preceptos legales y constitucionales bajo los principios de una ciudadanía responsable.
La Marcha Verde en su momento se transformó en esa esperanza, creo que se ha debilitado por las causas que sean que no vienen al caso abordarlas. De toda gran experiencia los pueblos deben sacar lecciones y corregir errores. Este movimiento por tanto, es y ha sido un hito en la lucha social de nuestro país. Los balances en vez de tapar goteras, deben servirnos para cambiar el techo.