El pasado jueves me llamó mi hijo para preguntarme dónde podía encontrar una mantica para su niño, pues le habían pedido una en el nuevo colegio en que está, ya que por la edad, tienen un momento de descanso. Le dije que yo tenía una guardada y él la pasó a buscar.
Ese ha sido uno de los momentos en que mi corazón ha saltado de alegría. Cuando me llamó, me encontraba haciendo unos recuerdos para la Primera Comunión de mi primer nieto. Dejé lo que estaba haciendo para preparar la mantica en una bolsa. A esa mantica yo la bauticé como “la mantica de la abuela”, porque con mucho trabajo, sin tener mucho dominio de la máquina de coser, la confeccioné para mi nieto Luis Alejandro y como todo el que tiene nietos sabe que son muchos momentos, muchos días en que los nietos van a parar a la casa de los abuelos.
La mantica consideré era algo útil para cuando fuera el nieto, ahí lo acostaba encima de mi cama y es hermosa. Cuando nació María Eugenia, (Maru), la quinta nieta de Luchy, la hermana que me regaló la vida, le hice una. Al día de hoy, se la disputan las otras nietas, apropiándose de la misma. La tercera y última se la hice a mi sobrina nieta Adriana, no he vuelto a hacer más, porque me hice un lío con la máquina y no la he vuelto a usar.
Tener nietos es el mejor regalo de Dios, porque ellos te devuelven la ilusión, el deseo de fabricar cosas. A mi nieto lo alfabeticé a los tres años. En mi sala tengo una cancha de baloncesto, y no me molesta. Mis nietos son los dueños de mi casa.
Es verdad que cuando el mayor lo van a buscar para irse a su casa, no encuentro los controles de la televisión, ni del aire. La cama con las sábanas quitadas y las chancletas en el medio. Todos los días lo mismo y quisiera poder decir una expresión que decía Popeye cuando yo estaba pequeña y veía los muñequitos en t v. (no apta para repetirla aquí).
Una de mis peculiaridades es ponerle sobrenombres a mis nietos y sobrinos nietos. Por ejemplo, María Lourdes es “la Nenecita”, mi sobrina nieta de veinte años, ese nombre le viene porque mi hijo menor es mi Nené, mi perro era Nenecito y ella tenía que ser “Nenecita”. Axel, mi sobrino que le sigue es “Pepencito” ya que mi sobrino mayor es “Pepén”, que nada tiene que ver con el Monseñor, ni con ese apellido. El siguiente Darielito, es “Carloló” y la más pequeña Adriana, es la “Chelita”. Mis nietos también tienen sus nombres puestos por mí, Luis Alejandro, el de nueve años es “Niño” y Luis Arturo el pequeño, es “Niñito”.
Creo que soy la abuela más feliz de la tierra. Cada acontecimiento de mis niños hacen que mi corazón rebose de alegría. No pierdo la oportunidad de confeccionarle pequeñas cosas, pero que sé lo harán felices.