Un gesto de aceptación, de igualdad. Amistad, o al menos simpatía, colaboración, solidaridad, acercamiento, inicio y continuidad, símbolo de paz. Esto y más representa dar la mano.

Una muestra de indiferencia, de enemistad, de evasión, negación, rechazo, desacuerdo, desinterés, y otras tantas connotaciones poco positivas demostramos al dar la espalda.

Los dominicanos somos un pueblo amistoso, hospitalario, fe de esto son los testimonios que siempre escuchamos de tantos extranjeros que nos visitan o que conviven con nosotros en NUESTRO país. Damos la mano, miramos de frente, a los ojos, brindamos nuestra mejor sonrisa. Esa sonrisa multirracial, negra, mulata, mestiza, amarilla, blanca, mezclada con los rasgos de tantos orígenes que llenan de variedad y color esta tierra llamada República Dominicana que ocupa aproximadamente 65% de la isla ¨La Hispaniola¨, compartida con los vecinos de la República de Haití, otro país.

Y eso es lo que único que compartimos, o lo más relevante y significativo, un territorio isleño, donde al verlo desde el cielo o tan sólo al cruzar y comparar cada lado vemos que son dos mundos distintos. Diferente cuidado de la naturaleza, aquí encontramos tanto verde, tantos frutos, tanto trabajo, amor, siembra y cosecha a la tierra; profesamos religiones diferentes, diferente historia, cada uno su lucha, sus inicios, su herencia. Métodos, maneras, formas distintas de crianza, de valores, de proceder. Aclaro que lo que cada pueblo es, no lo hace superior o inferior a otro, humanos somos todos, y es lo primero y más importante que destacar y valorar. Toda cultura es hermosa y valiosa.

Le hemos dado la mano a Haití, socorriéndole de manera inmediata en tantas ocasiones ante desastres naturales, algunos de ellos que hemos compartido, como los huracanes. Proveyendo para nosotros, para nuestra población vulnerable, sin olvidarnos de ser solidarios y de compartir, aunque sea un poco de lo que tenemos con nuestro vecino, porque eso es lo que somos vecinos, no hermanos. No tenemos los mismos padres, los de la patria, no compartimos el mismo origen. Hemos tenido que aprender a desarrollar nuestras historias individuales y a acercarnos, como socios, socios económicos, y aliados en otros tantos posibles temas.

No confundamos la clara separación e identificación de cada quien, con racismo, o con rechazo por cualquier condición de desventaja que como país podamos ver en nuestro vecino Haití. Simplemente, nos costó mucha sangre derramada, mucha lucha de tantos y tantas dominicanas, por tener hoy la patria en que vivimos y que debemos seguir defendiendo por y para nuestros hijos. Somos un país rico en valores, en nobleza, en recursos naturales, con muchas oportunidades de desarrollo, con nuestras propias deficiencias y guerras internas que luchar y vencer para poder avanzar. No podemos siendo pobres, cargar con otros aún más pobres, no es nuestra responsabilidad ni nuestro deber.

Podemos y debemos dar la mano, para hacer negocios, lícitos y convenientes para ambas partes, podemos dar la mano para ser consejeros y apoyo intelectual, técnico o en la rama que sea necesaria para que ese país de al lado, pueda mirar como salir adelante emulando las cosas que nosotros hemos hecho bien, pero no con nuestros recursos, sino con los de ellos o con los aportes de la comunidad internacional, de la que muchos países que sacaron ventaja de Haití forman parte. Podemos establecer acuerdos migratorios, que se cumplan y que establezcan claramente condiciones para trabajo, con plazos, con garantías, con legalidad. Y ojo, esto aplica para todo extranjero que quiera venir a trabajar o a vivir a República Dominicana.

El caso de los vecinos haitianos no debe dejar de alarmarnos, pues ocupan nuestras calles, nuestros hospitales, ocupan terrenos de manera ilegal, y se van convirtiendo en más carga social para República Dominicana. Es una lamentable realidad humana que muchos países en mayor o en menor medida enfrentan, el recibir inmigrantes que buscan mejores condiciones de vida, al igual muchos hermanos dominicanos han emigrado a otros países de manera legal o ilegal, en busca de mejores oportunidades. Pero esto no significa que no debamos actuar y controlar, quienes pueden o no entrar a nuestro país, qué clase de inmigrantes recibimos, en qué condiciones, con qué parámetros y criterios, con la anuencia y respaldo de quien, y los que no cumplan con esos criterios no deben entrar y los que ya están no deben permanecer. Las grandes naciones tienen políticas de migración definidas, y varios de esos países son los que lastimosamente nos atacan o permiten que medios de comunicación nos tilden de racistas, de indolentes, República Dominicana es un país libre e independiente, que tiene total derecho de decidir quien es apto para estar o no en su territorio. Hemos sido consecuentes, bondadosos, hemos perdonado desplantes, ofensas, pero basta ya. No seamos tan políticos ni diplomáticos.

No olvidemos nuestra historia, para no repetirla. Recordemos la invasión, la lucha de nuestros héroes, recordemos nuestra identidad, nuestros símbolos, nuestros valores.

Para entrar a casa ajena se necesita permiso, y ese permiso tiene un límite, un plazo. Y esta casa, es de todos y cada uno de los dominicanos, defendámosla.