“El vice-Dios siempre es ateo”, dijo alguien. Hay dos tipos de vicepresidentes: Los que quieren serrucharle el palo al presidente y los que no. Es decir, los que no creen en su presidente y los que sí. Eso pienso. Respecto al primer grupo, podría decirse que es normal que tengan aspiraciones presidenciales ¿Quién querría detenerse en el último escalón antes de llegar a la gloria? Sin embargo, ya lo veremos, son unos ilusos, por la misma razón que los del segundo grupo son muy realistas:  Sobre los vicepresidentes de nuestra democracia, vieja de casi medio siglo, pesa una maldición: Ninguno ha logrado hacerse con el poder.

Hablemos de los primeros:

A presidente no han llegado los vicepresidentes que expresaron sus intenciones de hacerlo. Augusto Lora fue uno de ellos. A causa de los pleitos con Balaguer, frutos de sus aspiraciones presidenciales, tuvo que montar tienda aparte fundando el MIDA, partido que nunca prosperó y desapareció sin dejar rasto. Jacobo Majluta fue otro. A pesar de que gobernó durante cuarenta y tres días, por el triste episodio que sabemos, nunca más pudo terciarse la ñoña.

El liderazgo y el carisma que algunos vicepresidentes tenían (o tienen) no les sirvió tampoco para llegar a la presidencia. Es el caso de Augusto Lora, Jacobo Majluta y también de Jaime David Fernández Mirabal y Milagros Ortiz Bosch.

Los casos de Jacinto Peynado y Carlos Morales Troncoso son particularmente interesantes. No solo fueron vicepresidentes y, por supuesto, nunca llegaron a ser primeros mandatarios. Fueron, además, nietos de “presidentes” durante la Era de Trujillo: Jacinto Peynado y Peynado y Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, respectivamente. Habida cuenta de que Trujillo siempre mantuvo el poder, ambos podrían ser asimilados a  vicepresidentes (aunque su poder era inexistentes). En consecuencia, Peynado y Morales Troncoso tuvieron dobles razones para nunca ser presidentes.

Hablemos de los segundos:

Otros vicepresidentes no expresaron nunca sus aspiraciones, por lo que nunca sabremos si la tuvieron. Pero en razón de su edad avanzada, es probable que ni la pidieran ni la golosearan. Pensamos en Carlos Rafael Goico Morales, quien asumió la vicepresidencia a los sesenta años, y en Manuel Fernández Mármol, quien falleció apenas cinco meses después de haber sido elegido.

Las “virtudes” que deben tener los vicepresidentes son las siguientes: Modestia, carisma bajo (el carisma de un “suape” mojado, como se dijo de Herman van Rompuy, Presidente del Consejo Europeo), bajo perfil, fidelidad absoluta al presidente y, sobre todo, ausencia de aspiraciones presidenciales. En resumen, el vicepresidente ideal debe ser un “vampiro”: No porque chupe sangre (aunque pensamos que es un puesto innecesario) sino porque no debe hacer sombra.

Entendemos que los vicepresidentes “ideales” de nuestra democracia reciente han sido Goico Morales y Rafael Alburquerque: Ambos sucedieron a vicepresidentes que expresaron sus aspiraciones presidenciales, Augusto Lora y Jaime David Fernández Mirabal. Es evidente que ni Balaguer ni Leonel Fernández iban a reincidir en el error.

Quizás por eso Goico Morales fue el vicepresidente que más duró: Doce años. En cuanto a Alburquerque, a pesar de que quizo subir de escalafón, se dio cuenta de que era una figura gris y no precisamente una eminencia. Por otro lado su adhesión a Fernández todavía continúa. A veces me da la impresión que es su portavoz. Si Fernández lograra de nuevo la postulación por su partido, es muy probable que lo escoja como compañero de boleta.

¿Quién romperá esta maldición? Dos políticos están en posición de hacerlo. Por un lado, Margarita Cedeño, quien tiene un elevado porcentaje de aceptación en la sociedad civil. Su problema es que no pasa lo mismo dentro de su partido. Y ante la imposibilidad de que se presenten candidatos independientes, no me parece que lo logrará. Por el otro lado, está Luis Abinader. Pero como este no ocupó la vicepresidencia sino que solo fue candidato vicepresidencial, no rompería la maldición si llegara a ser presidente.

Esperemos a ver que pasa: Nadie es capaz de predecir el futuro.

Terminaré recomendando a los que aspiren a ser presidentes que se abstengan de aceptar la vicepresidencia. Es un regalo envenenado.

Por cierto, ¿De dónde puede venir tan terrible maldición? Creo tener la respuesta. Si se considera que Isabel de Castilla fue la “presidenta” de la colonia de Santo Domingo (y de toda América), entonces el “vicepresidente” tendría que haber sido el Almirante de la Mar Océana, el azaroso Cristóbal Colón.

¡Zafa!