Hay tres estados básicos de la mente.

El primero y el más básico es el sueño.

EL segundo es el que conocemos como el de vigilia en donde la sucesión de pensamientos discurre aparentemente de forma continua.

Un tercer estado es el de fantasía e imaginación, que es básicamente un estado en donde nuestra mente proyecta nuestro pasado de experiencias. Esta proyección es lo que llamamos futuro. Así, en el tiempo psicológico, no existe el presente.

Hay otros estados…

Uno de ellos es el de la observación.

A muchos de nosotros nos cuesta enormemente entender este estado, porque en parte señala un camino opuesto a lo que generalmente se nos ha enseñado o condicionado.

El problema con el estado de observación estriba en el hecho de que no sabemos observar.

Si se nos pide, por ejemplo, observar una flor, inmediatamente nos hemos abocado a dicha tarea, nuestra mente concluye "¡Oh! ¡Qué flor más linda!" o quizás digamos cosas como: "¡Es horrible, huele mal", etc. Eso, claramente, no es observación.

En el ejemplo anterior nuestra mente ha recurrido a la memoria construida por anteriores experiencias en las cuales nuestros sentidos dejaron impresiones, de modo que casi automáticamente ha recurrido a la comparación, al análisis, dialéctica, etc.

De esto podemos concluir: cuando se observa no se piensa, cuando se piensa no se observa.

Esto puede resultar algo incómodo y contradictorio de asimilar o aceptar, dado nuestro alto condicionamiento al movimiento innecesario, no solo físico, sino mental.

Sin entrar en complicaciones, si se quiere metafísicas, y centrándonos en un aspecto práctico propio de nuestra cultura, excepcionalmente comparto una simple experiencia personal. Recuerdo tiempo atrás que estaba en el supermercado después de haber almorzado con mi padre. Ya en la caja, veo unos chocolates. Inmediatamente sentí como se me hacía agua la boca y el impulso de estirar la mano para tomar uno de ellos. Sin embargo, en ese momento a la vez pude observar, casi como disociándome de mi cuerpo, estas urgencias. Me quedé totalmente quieto, serené la respiración rítmicamente de manera lenta y relajada de modo que mi mente solo observaba; no pensaba, ni analizaba; no enjuiciaba si era malo o bueno; no justificaba; no luchaba con contener la urgencia, simplemente observaba… Al cabo de unos breves segundos la urgencia había desaparecido, cual si hubiese sido una nube, un vapor. Era, simplemente, nada; una mera ilusión…

Obviamente, había saciado minutos antes mi hambre más allá de lo aceptable, con postre incluido, ¿Qué necesidad tenía de comer un chocolate?

Naturalmente que si intentamos realizar esto en base a este cuestionamiento, que es un pensamiento, lo haremos simplemente mediante represión.

La represión implica simplemente hundir algo en el inconsciente, y ese algo luego desde allí fermentará, hasta que algún día explotará…

Ya se ha dicho hasta la saciedad, desde pretéritas edades, que quien lucha contra la mente y los sentidos, está condenado a perder. Nadie puede triunfar en esa batalla. Nadie…

Por ello solo la observación crea la distancia necesaria ante un enemigo al cual no podemos batir y es el estado de observación el primer peldaño requerido para otros estados como el de Concentración y el de la Meditación…

Ahora, ¿Que pasaría si lograras observar aquello que crees ser…?