El 14 de febrero, 2018 quedará grabado en la memoria de millones de residentes en Estados Unidos. Esto así, porque ese día a diecisiete jóvenes estudiantes y profesores del bachillerato de Stoneman Douglas, en Florida les fue segada su precoz existencia, a manos de un ex estudiante de ese plantel académico, Nikolas Cruz, posteriormente diagnosticado como perturbado mental.
Contrario a lo que ha pasado en la historia reciente de violencia masiva letal e indiscriminada en Estados Unidos, esta última masacre posiblemente no termine desvaneciéndose en el tiempo, como sucediera con las otras 354 masacres perpetradas en el ano 2015, las 339 masacres ocurridas en en el 2013, conjuntamente con las 1,875 muertes y 6,848 personas heridas en las últimas tres décadas. Esta será recordada por sus consecuencias políticas. Esta vez, un batallón de jóvenes han levantado su voz y han tomado las calles, para denunciar la irresponsabilidad de la clase política, la avaricia sin límites de la industria armamentista norteamericana, la irracionalidad desbordada de la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés), y de todos los que han reinventado la historia para justificar una anacrónica ley constitucional (la segunda enmienda), la cual ha sido reinterpretada para beneficio de las compañías que manufacturan armas, y para el lujo del 30% de la población que defiende a rajatabla su derecho de portar armas, abierta o encubiertamente, por encima del costo y el sufrimiento humano.
Esa relativa minoría de ciudadanos norteamericanos poseen un total de 265 millones de armas. Se trata de una fetichismo singular que ha creado su propia sub-cultura violenta, y que ha logrado legitimarse gracias al poder concentrado de una elite político-empresarial, que es financiada la una a cambio de favores a la otra; “SHAME ON YOU”; vergüenza te debería dar!!
Esta vez, los 97 niños que han sido asesinados, en las últimas décadas, junto a las 1,624 víctimas que han sucumbido en masacres, con una frecuencia promedio de 9 de cada diez días en Estados Unidos, cuyas voces no podrán ser más oídas, acallarán el silencio pagado por el NRA a políticos corruptos, que, como el actual presidente Donald Trump, han subvencionado sus campañas proselitistas con dinero ensangrentado. En el caso de Trump, la NRA compró ese silencio por $30 millones de dólares.
Tres por ciento de la población, solamente 3%por ciento, posee la mitad de las armas en manos de civiles en Estados Unidos. F#@** you all!!, y también su vergonzoso derecho de portar armas automáticas; hechas no para cazar, no para el deporte, sino para matar en combate. En ese tres por ciento de la población que posee individualmente entre ocho (8) y ciento cuarenta (140) armas, se incluye el asesino de la más reciente matanza en Florida, Nikolas Cruz, que con sus 19 años ya poseía un arsenal personal de 47 armas de diferentes calibres.
Esa es la lógica de la absurdidad, de un país donde la mayoría de los ciudadanos tenemos que subsumir nuestro derecho a vivir y a transitar confiadamente en los espacios públicos, tal y como lo sugiriera el Sr. Trump, al abogar por la eliminación de “los espacios libres, que mandan una señal a los francotiradores, quienes dicen: Vamos allí a atacar porque las balas no se devolverán contra nosotros.” Esto solamente para hacer prevalecer el derecho de un 3% a gozar del lujo de portar consigo, si así lo desea, su arsenal personal.
Por otro lado, la absurdidad también tiene su lógica, y el Sr. Donald Trump la expuso plena y llanamente: “Armemos a las escuelas; si un psicópata sabe que los profesores están armados, no atacaran; quiero a educadores aptos portando armas encubiertas para retaliar a los psicópatas.” El Sr. Trump aprovecho para elogiar a la NRA, afirmando que “lo que mucha gente no entiende es que los que trabajan duro en la NRA son excelentes personas, grandes patriotas Americanos, que aman nuestro país.” Sin embargo, olvido mencionar el dato de los cuantiosos beneficios que generaría a la industria armamentista del país y a la NRA el expandir el número de usuarios, así como los cuantiosos beneficios económicos que recibirán las compañías privadas de seguridad que logren alzarse con el apertrechamiento y la militarización de los planteles escolares.
Escuelas armadas, para prevenirse de psicópatas o de cualquier individuo mayor de 18 años de edad, que haciendo uso de su derecho de adquirir cualquier cantidad y tipo de armas que se le antoje, se le dé con satisfacer un perverso impulso de acribillar a una congregación en un parque, una iglesia, un concierto, una escuela. Por lo visto la racionalidad torcida de la clase política conservadora de los Estados Unidos no tiene límites ni aún ante la tragedia que va generando una agorafobia colectiva. Pero no nos equivoquemos, esta racionalidad es ciertamente absurda, pero ella se sostiene en una lógica economicista, liberal e individualista, epitomizada en el 3% de la población ya cuenta con una capacidad armada parangonable a cualquier ejercito de un país mediano latinoamericano.
La contra-lógica de lo absurdo es que esa clase política no alcance a entender los límites de la tolerancia y el hastío que derivan eventualmente en resistencia. Estamos en un año electoral donde se juega verdaderamente el retorno a la democracia en Estados Unidos, si se logra cambiar la composición del congreso mayoritariamente republicano y reestablecer el equilibrio de fuerzas. Quienes pueden hacer esa diferencia son precisamente los más victimizados por esa lógica absurda del armamentismo irracional: los jóvenes que asisten a las urnas por primera vez, esos jóvenes furiosos, indignados, sedientos de justicia. Solo espero que éste sea verdaderamente un año inolvidable.