El trayecto de un texto literario tomado como vertiente y uso cinematográfico responde a una cardinal orientada a una praxis artística híbrida. De ahí que la relación entre cine y literatura funcione como lectura procesual de las imágenes literarias y las imágenes fílmicas.
Desde los comienzos del cine y casi entrando al siglo XX1, el intercontacto literatura-cine se convierte en una suma de aristas y ejes narrativos que trascienden y a la vez discurren en la propuesta cinematográfica vanguardista (dadaísmo, futurismo, constructivismo, suprematismo, expresionismo, fluxus art, concret art, performance art), de suerte que, mediante la experimentación técnico-narrativa y fílmica se fue conformando la tradición de las imágenes en movimiento.
El registro fílmico se lee concomitantemente con el registro del ojo-cámara y el texto visible desde la imagen móvil y sus mecanismos de producción, comunicación y significación. El fotograma enuncia su propia calidad de movimiento a partir del hecho narrativo y fílmico, donde las líneas temáticas y formales se corresponden en la sintaxis cardinal de la película.
De esta manera, películas como: Al final de la escapada de Jean-Luc Godard, según una idea de Francois Truffaut; Alien, el octavo pasajero de Ridley Scott, Amarcord de F. Fellini, Las amistades peligrosas de Stephen Frears, según Choderlos Laclos; Un amor de Swan, de Volker Schlindorff, según Marcel Proust, Andrei Rublev de Andrei Tarkovsky, Los bajos fondos de Jean Renoir, según la obra de Máximo Gorki y otros, construyen diversas narrativas fílmicas y literarias.
La problemática de la adaptación en el cine involucra un encuentro de textualidades, en un trabajo que depende de un encuentro y una diferencia de lecturas que tanto inciden en el cine como en la literatura. Así, nuestros escritores latinoamericanos y caribeños usan los diferentes ejes literarios y fílmicos en sus distintos y a la vez complementarios quehaceres, tal y como podemos observar en autores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Severo Sarduy, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Jorge Luis Borges, Jorge Amado, David Viñas, Horacio Quiroga, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y otros.
Una obra significativa sobre los aprestos o relaciones entre literatura y cine es la de Francis Vanoye. (Ver, Guiones modelo y modelos de guión. Argumentos clásicos y modernos en el cine, Ed. Paidós, Barcelona, 1996; Esther Pelletier: Escribir para cine, Quebec, 1992; Sidney Field: El libro del guión, Ed. Plot, Madrid, 1993; otros).
Sin embargo, un libro que da cuenta en detalle sobre el tratamiento del guión de cine, la adaptación y la preparación literaria del guionista es el de Alexander Steele (ed): Escribir cine. Guía práctica para guionistas de la famosa escuela de escritores de Nueva York (Gotham Writers Workshop), Ed. Alba, Barcelona (2006 (2004).
Según Sergio Wolf (ver, Cine/Literatura, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2001):
“La idea de que la relaciones entre la literatura y el cine obligan a referirse al “origen” es la que motivó que el problema de la transposición deviene en un acto que pareciera tener sentido analizar solamente si existe un valor literario primero. Por eso los trabajos sobre transposiciones se ocupan, indefectiblemente, de versiones de textos cuyos autores tienen un “valor literario”,cuandono un valor literario de mercado”. (Ver, op. cit, p. 18).
Más adelante, Sergio Wolf señala que:
“De allí que el mundo anglosajón se ocupe de la multitud de versiones sobre obras de Henry James o Joseph Conrad, o de las menos numerosas de William Faulkner, Paul Bordes y hasta Paul Auster, o que en Latinoamérica lo hagan sobre transposiciones de Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. O que en la Europa contemporánea se centren en Günter Grass, Umberto Eco o Antonio Tabuchi”. (Ibídem.)
Las precisiones de Wolf en este en este sentido (y sobre todo a propósito de la “transposición” como método de puesta en imagen o imágenes), son importantes y así:
“Que después de un siglo la transposición perviva como método caso infalible para narrar historias en el cine, más que sorprender obliga a repensar el problema y a poner en discusión la tiranía de las letras como abanderada indiscutible del análisis de las transposiciones. La práctica de las transposiciones excede en mucho al valor literario de los textos de origen”. (Ibíd. Loc. cit.)