Los trabajos de adaptación cinematográfica y sobre todo de escritura para cine suponen un conocimiento congruente con la dirección y la producción cinematográfica, pero también con los niveles de producción y cohesión textual marcados por la escritura cinematográfica, en  cuyos resultados se construye de manera procesual la narrativa audiovisual y el guión técnico de cine.(Ver, M. Elsa Bettendorff y Raquel  Prestigiacomo: El relato audiovisual, Ed. Longseller, Buenos Aires, 2002).

El proceso de adaptación, transcripción, rescritura y desarrollo de fases lo plantea y desarrolla el teórico e  historiador español Luis José Sánchez Noriega,  quien en su libro titulado De la literatura al cine (2000), lleva a cabo un enfoque diasincrónico que da cuenta de un estudio histórico y funcional de la literatura escrita para cine y del cine como práctica específica y como lenguaje. Esta experiencia es fundamental para el reconocimiento de un proceso que vemos plasmarse en la pantalla históricamente desde el nacimiento mismo del relato cinematográfico.

Todo lo anterior da lugar a un fenómeno de productividad y estructuración de instancias narrativas que hacen visibles en la relación cine-literatura un proceso de síntesis y adaptación surgente de la propuesta o proyecto cinematográfico. (Véase Odalís G. Pérez: Semiótica, Cine y comprensión crítica, Ed. Universitaria, UASD, Santo Domingo, 2017).

Historia, diégesis, relato y guión conforman un marco conceptual donde el cine sintetiza los atributos de una narrativa y una morfología del relato que dará lugar, finalmente, a la película que el espectador reconoce como obra de arte cinematográfica; todo el proceso de fases articuladas sobre la base de un planteamiento, desarrollo, peripecias, personajes, soluciones, metas y logros que van a consolidar, por lo mismo, los principales núcleos de la narración audiovisual.

Todo lo anterior confluye en lo que ha sido un proceso de transformación del guion literario, hasta llegar al guion de filmación, llamado también guión técnico, y que le servirá de base al rodaje y a la producción final del proyecto. La relación existente entre el cine y la literatura la encontramos documentada en algunos manifiestos que han dado origen a una historia del cine fuertemente respaldada por lo que es, ha sido y será la historia misma de los productos cinematográficos. Las aportaciones en tal sentido son:

El manifiesto de las Siete Artes, redactado por Ricciotto Canudo en 1911; La cinematografía futurista, redactada por F. T. Marinetti y otros en 1916; El “Cine-Ojo” y el “Cine-Verdad”, escrito por Dziga Vertov; La fábrica del actor excéntrico (1922); El montaje de atracciones de Eisenstein 1923; Métodos de montaje redactado por Eisenstein en 1929; Las estéticas. Las trabas. La cinegrafía integral (1927) de Germaine A. Dulac; Nacimiento de una nueva vanguardia: La Caméra-stylo (1948); y otros, van a practicar un modo de creación basado en una invención tecnológica que constituye la ganancia renovadora del séptimo arte.

Así, históricamente se han escrito propuestas que van del tejido literario al tejido propiamente cinematográfico; teniendo en cuenta que en este proceso aparecen otras propuestas complementarias surgentes de la historia misma del cine y de la producción literaria para cine, tal y como se sugiere desde la lectura y la escritura en textos como: La Dama (F. Durrenmatt); La Guerra y la paz (Tolstoi); Tambor de hojalata (Günter Grass); Crónica de una muerte anunciada (Gabriel García Márquez); El amor en los tiempos del cólera (G. G. Márquez) y otros.

Estos y otros textos literarios han creado un pronunciamiento, un proceso facilitador y a la vez complementario de producciones cinematográficas basadas en novelas, memorias, biografías, relatos personales y otros productos narrativos que han llevado a directores, guionistas, editores, fotógrafos y actores a construir nuevas historias y sobre todo a crear nuevos términos y prácticas del trabajo cinematográfico.

El fenómeno que da lugar a las transiciones que se producen de la literatura al cine y del cine a la literatura se justifica en tanto que la lectura de lo literario y la lectura de lo cinematográfico se complementan en base al establecimiento de funciones dialógicas y técnicas que establecen una visión de la interpretación del producto cinematográfico; lo que ayuda a reconocer el marco actancial que va del texto literario al texto fílmico, esto es, de una lectura fílmica del material literario a una producción que se sostiene a partir de la especificidad propiamente cinematográfica.