Isaac Newton la desarrolló y evidencia como una ley de la física a la cual nadie, absolutamente nadie puede escapar. Los hechos que actualmente hicieron que muchos se descascararan y demacraran en días, y sean candidatos exquisitos a las cárceles que ellos mismos gestionaron con los chelitos del fraude de Odebrecht, así lo demuestran. El peor vicio que puede tener un ser humano es creerse eterno, importante, mejor que los demás, o con algún tipo de particularidad o genialidad que lo hace diferente, tener más o menos dinero, tener accesos o amigos o amigas en el gobierno, entenderse por encima de los demás, constituye quizás el peor de los errores, la realidad, en esos casos nos da muy muy duro, cuando nos indica que solo somos polvo y a este volveremos.
Estos hechos incontestables, irrefutables y concretísimos, deben ser objeto de atención por parte de quienes ahora pretenden dirigir el Poder Judicial, al cual debemos todos, absolutamente todos, tener acceso, les doy un ejemplo.
El pasado jueves 20 de agosto del 2020, fui a Samaná a depositar un recurso de objeción a un dictamen de archivo del Ministerio Publico. Previamente debía investigar si estaban recibiendo documentos en dicho distrito judicial, y se me informó que sí, pero que debía hacer una jodida cita virtualmente. La cita era para la una y treinta horas de la tarde. Llegué más o menos a tiempo, y accedí a una secretaria general, que como norma, con una estupidez supina, ha establecido el Consejo del Poder Judicial, y sus inefables asesores, en todos los tribunales, imponiendo una concentración de depósitos inexplicable e ilegal, reitero.
A mi lado se encontraba un pobre señora, llorosa, meditabunda, digna en su dolor, con evidente condición de humildad, la joven que la atendía trataba de explicarle que ella necesitaba un correo electrónico para que le notificaran no sé qué cosa o cual resolución del problema el cual trataba de resolver, ella trataba de explicarle a la eficiente joven que no tenía correo electrónico, que no tenía computadora, ni mucho menos acceso a una, y que del documento que necesitaba dependía la solución de otro tema urgente.
La situación se tornó sumamente lastimosa, cuando la joven, sin ambages le explicó a la señora, que conforme a las nuevas normativas del Poder Judicial, Consejo incluido, no se podía entregar esta resolución, sino que le sería remitida a ella o a su abogado por correo electrónico, el cual debía registrar en ese momento. Traté de intervenir como pude, de darle mi correo, de hablar con la joven para que tratara, ante la angustia de la Doña, de entregarle la resolución, aunque fuera una copia simple.
Todo fue en vano.
Posteriormente hice mi diligencia, y regresé a la ciudad de Santo Domingo, con el pensamiento puesto precisamente, en este tipo de situaciones que nos pasa a los abogados a diario, imagínese usted, lo que pueden pasar mujeres, madres con hijos presos, esposas, hijas, hijos, y todos aquellos que diariamente nos vemos inmersos en este torbellino de intereses y pasiones que surgen de la vida y de los procesos penales.
Recordar a aquellos, que desde sus poltronas, despachos con aires acondicionados, salarios de lujo y accesos ilimitados, que la ley de la gravedad existe, y es implacable, que la justicia y el acceso a ella es constitucional. Que no se le puede poner límites, horarios ni citas al acceso a ella, y que la virtualidad no debe ni puede ser la regla, sobre todo, que no pueden utilizar a la justicia, ni al poder judicial, como utilizan partes de sus cuerpos, porque son cosas totalmente distintas.
Al final, que para realizar estrategias, proyectos, reglamentos, hay que haber vestido la toga, sudarla y haberla desgastado con el viaje diario y sudoroso del juicio y el proceso, de la contradicción, las luchas y las perdidas, sino que cosa pueden reglamentar, si no la conocen.
Y sobre todo que para llamar a una persona "vil mentiroso" hay que ser por lo menos hombre, por si acaso se encuentran un día, en cualquier sitio, y debe sostener con los hechos sus palabras.