«Vamos a recordar lo que ha pasado allí

Desde que Don Cristóbal, el marinero

Puso los pies y descubrió la isla

Que mejor no la hubiese descubierto

Porque ha sufrido tanto desde entonces

Que parece que el diablo y no Jesús

Se entendió con Colón en ese aspecto».

Pablo Neruda «Versainograma a Santo Domingo», 1965

La historiografía dominicana es una narrativa retorcida llena de mentiras humillantes que esconden la verdadera esencia de nuestro país. Y lamentablemente el documental Santo Domingo: Primera en América del director José Pintor es una muestra de la desventura de no saber de dónde venimos y mucho menos hacia donde vamos.

¿Y por qué soy tan severa en mi crítica?

Este es un documental que reivindica acríticamente el colonialismo. Pintor omite, por ejemplo, que los colonizadores españoles exterminaron a los Taínos de la forma más cruel durante la cual «los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos». Hoy somos cristianos gracias a la lamentable imposición violenta de la religión del colonizador.

Miles de indígenas perecieron, no sólo por las enfermedades importadas desde Europa, sino también por las masacres masivas que ejecutaron los conquistadores. Tal es el caso de la matanza de Jaragua. Bartolomé de las Casas en su libro Brevísima relación de la destruyción de las Indias dice que los «cristianos», cortaban a los hombres en dos con sus espadas, mataban a las mujeres, incluyendo las embarazadas, a los niños y los ancianos. Los desmembraban y los cortaban en pedazos como si fueran ovejas en el matadero y luego los tiraban mientras se reían salvajemente. ¿Es posible que esta violencia originaria se haya extendido genéticamente hasta nuestros días?

Buscaban oro y no solo encontraron el metal, sino también «el otro oro»: la mujer indígena y más tarde la mujer negra. La libido europea se desató ante la presencia de mujeres indefensas a las cuales violaban sin remordimiento. El italiano Michel Cuneo quien viajó con Colón en su segundo viaje con el título de cronista oficial relata como violó sexualmente a una indígena que Colon le regalo en el cabo de las flechas. Cuneo relata que amarró a la indígena con una cuerda y la azotó hasta hacerla gritar hasta que se «pusieron de acuerdo». Narrativas similares cuentan que el terrorismo colombino actuó sin remordimientos violando y vendiendo niños y niñas a los españoles y cometiendo otras atrocidades.

A los indígenas se unen los africanos que fueron secuestrados en su tierra natal, transportados a través del atlántico y esclavizados en la isla. Tal como afirma el reconocido intelectual dominicano Silvio torres Saillant, La Española fue la cuna de la negritud en este lado del mundo. Para 1540 había más de 20,000 africanos trabajando en las plantaciones de caña en las cercanías de la ciudad de Santo Domingo.

Los Taínos y los africanos fueron los primeros defensores de sus propios derechos humanos al escapar a «las escarpadas montañas de Quisqueya» y construir pueblos cimarrones durante siglos en el Bahoruco, Neyba, La Cordillera Central, la Sierra de Higüey, Sabana de la Mar, Punta Tiburón y muchos otros lugares. Por otro lado, antes del sermón de Antón de Montesinos pronunciado en 1511, estos fueron los protagonistas de su lucha anticolonial. Por ejemplo, Caonabo atacó a Colón en el Cabo de las Flechas en 1493 y luego quemó el fuerte La Navidad; los líderes Tainos Guarionex y Caonabo atacaron, con sus ejércitos, a los españoles en la Batalla de la Vega Real en 1497; después de esta batalla, Anacaona, la esposa de Caonabo se une a su hermano Bohechío quien era jefe del cacicazgo de Jaragua, y a la muerte de éste queda a cargo del cacicazgo en 1503 y donde asistió a Taínos y africanos que desafiaban el terror colonial. Entre 1502 y 1587 hay más de quince insurrecciones documentadas siendo las más notables la de Enriquillo que se prolongó de 1517 a 1533 y la de Sebastián Lemba que duró quince años (1532-1547)

Un nuevo grupo racial aparece por primera vez en el mundo: la gente de color o híbrida fruto de la mezcla racial entre blancos y negros. Franklin Franco asegura que para finales del siglo XVI ya la composición racial de la isla era semejante a la de hoy con una mayoría mulata, seguida por los negros y una minoría blanca. El gran dilema dominicano es negar lo que sucedió para legitimar la mentira de la herencia española y que se obvia lo que nos perturba más allá de nuestro subconsciente: el trauma de la violación sexual, la violencia, la opresión y la discriminación racial. Este trauma ha creado una población de color ambigua e insegura. Es precisamente esta gente de color la que construye la nación dominicana y el sujeto moderno con una complejidad trágica y una identidad colonizada.

Santo Domingo: Primera en América no es más que la concurrente legitimación de la mentira.