Muchas son las lecciones que un evento de tal magnitud acarrea a una nación o conjunto de naciones o a la humanidad en sentido general, si es una pandemia como es el caso del coronavirus. Su presencia inesperada, generalizada, multiplicadora y mortal, deja cicatrices imborrables en los pueblos que les toca vivir tan desagradable experiencia. Este tipo de acontecimiento, esta vez no es de procedencia natural, como un sismo, ni social como la Primera y Segunda Guerras Mundiales, dejan huellas tan marcadas que luego se transforman en referentes por muchas generaciones y la gente termina usándolo como período histórico: antes de la pandemia del coronavirus, después de la pandemia.
Lo cierto es que su impacto es demoledor para los pueblos. Como sabemos cada cierto tiempo la humanidad es afectada por un gran fenómeno de este tipo o catástrofe natural o guerra que, al dejar un desolador panorama, queda como trauma en la memoria de los pueblos. Sus interpretaciones varían según sea la convicción de quien la experimenta, sin embargo, en la mayoría de los casos predomina una visión apocalíptica como castigo divino a las inconductas humanas, a pesar del desarrollo que la ciencia ha logrado en el dominio de los comportamientos de las leyes naturales y sociales.
Razones pueden ser múltiples para explicar un fenómeno natural y social, en el natural la ciencia se podría imponer sobre las creencias místicas, o lo mismo sucede con las pandemias. El recorrido histórico de epidemias y pandemias ha sido constante en el tiempo y catastrófico en sus resultados:
- La peste de Atenas. 430 a. C. Muere su emperador Pericles al final de la misma, fue acusado de estas penurias y otras 100,000 personas promedio se lleva la enfermedad.
- Peste Antonina o plaga de galeno por sr el médico que la descubre, en Roma siglo II, matando parte del entorno del poder político de Roma como Lucio Vero del tren administrativo y político del imperio romano, falleciendo 2000 personas por día, terminando con cerca de 5 millones de muertos.
- Peste Justiniana, en los inicios del emperador romano Justiniano, que mata a más de 50 millones de personas a razón de 10,000 personas diarias, desarrollándose en el imperio romano de Oriente Bizantino.
- La peste bubónica o peste negra en Europa, siglo XVI mata a más de 50 millones de personas y se cree fue expandida por el mercantilismo y la búsqueda de mercancía entre Europa y Asia.
- La Viruela traída a América por los europeos, mata a más de 300 millones de personas.
- El cólera del siglo XIX, mata a más de 600,000 personas.
- La fiebre amarilla africana y americana expandida en el siglo XVI, muriendo en ella una gran cantidad de personas, sobre todo europeos en América y África.
- El Escorbuto, peste que afectaba a los navegantes de alta mar en la Edad Media siglos XV y XVI. Vasco de Gama y Magallanes fueron impactados por esta peste.
- El sarampión en el siglo XIX mató más de 200 millones de gente.
- La gripe española de 1918 tuvo impacto hasta en la República Dominicana muriendo una cantidad grande de personas, entre 50 a 100 millones por todo el mundo.
Otras locales, pero no necesariamente de circulación internacional como, entre otras:
- La epidemia del baile en Francia hacia 1518. En las calles de la ciudad de Estrasburgo, se inició un baile sin fin que duró varios días cayendo parte de sus bailarines en un estado de histeria, se acusa al hambre de haber producido este estado de éxtasis que terminó afectando la salud de sus participantes.
- el sudor inglés hacia 1485. Afectó en más de cinco oleadas entre los siglos XV y XVI, a Londres y sus principales ciudades, traída por marineros ingleses y se desarrolló en las ciudades por los problemas de higiene y aguas residuales afectando los sectores de clase media y media alta. Mató muchas personas, que en algunos casos era más de la mitad de muchas de esas poblaciones urbanas de Inglaterra y se dice la tradición oral que solo contaminaba a los ingleses y a los ricos de Inglaterra.
3.La peste de Milán entre 1629 al 1651 con más de 280,000 muertos
- La epidemia de Sevilla de 1649 con más de 60,000 muertos.
- La plaga de Londres (1666) con más de 70,00 muertos.
- La peste de Viena de 1679 con muchos muertos llegando a los 76,000.
- La gripe rusa de 1889-1890 con cerca de 1 millón de muertos.
- El ébola africano con más de 50 millones de muertos en sus dos momentos 1976 y 2014.
Un elemento común en muchas de estas epidemias y pandemias es el desplazamiento o la circularidad casi siempre relacionada con campañas militares en sus inicios históricos o las acciones derivadas de la vida comercial que ponía en circulación mercancías y personas en un intercambio intercontinental haciendo que las enfermedades fueran parte del viaje y por supuesto, expandiendo el virus en los territorios de destino.
Hoy nos encontramos ante una pandemia de grandes consecuencias, su peligrosidad radica en la facilidad con que se propaga y se contamina, como los casos anteriores, es crucial la facilidad de su movilidad en un mundo global y sin frontera o muy poca atención de la gente a su influencia o contagio; el coronavirus encuentra a su favor la irresponsabilidad de algunos ciudadanos y de los gobiernos y una desnudez social en la protección y preparación de sus instituciones responsables.
La responsabilidad social, la ciudadanía responsable, la seriedad ante lo público y lo colectivo, serán parte de su nuevo imaginario y utopías para no perder la esperanza
La pandemia nos dejará de todas maneras algunas lecciones a tomar en cuenta. Qué vale el dinero sin salud, qué vale la propaganda gubernamental sin eficiencia, qué vale la inversión pública sin planificación y centro de prioridad, qué vale una sociedad y un gobierno que la burocracia de sus ministerios en salario, es treinta veces las de un médico, qué vale en un país donde el dinero queda en manos de los funcionarios por actos de corrupción y sin justicia que lo penalice, qué vale un país donde la prioridad no sea la educación, la salud, la alimentación y el trabajo digno…qué vale un país si la prensa se adocena al lado del poder por una migaja del presupuesto, qué vale un país si los empresarios son accionistas del gobierno, qué gana un país si todo se piensa como instrumentalización de la gente con una burbuja mediática que gana 10 millones mensuales para mentir.
Pero igualmente qué gana un país si ante las adversidades festeja, ante el dolor se ríe, ante la miseria vende su dignidad, ante la pena del otro se burla, ante la miseria humana y material es usado como mercancía, ante los retos sociales de crecer, el clientelismo es el menor esfuerzo.
Creo que hoy después de esta prueba y sin ser optimista, la dominicanidad cambiará hacia una sociedad más solidaria, más distante del despilfarro, la adulonería, el aguaje, el figureo y la pose. La responsabilidad social, la ciudadanía responsable, la seriedad ante lo público y lo colectivo, serán parte de su nuevo imaginario y utopías para no perder la esperanza. Los médicos, muchas veces, rechazos por el juicio público, son los héroes de esta pandemia exponiendo sus vidas, en un país que despilfarra en bocinas o prensa condicionada, mega divas y deslumbramientos, su crecimiento y sus debilidades estructurales al mismo tiempo.
Sin dejar de ser dominicano, sino simplemente desdeñando algunos rasgos de la dominicanidad perjudiciales y pecaminosos para la sanidad social y la decencia humana, la gran lección que nos deja esta pandemia es lo pobre que somos como nación, lo indiferente que muchos somos individuos, la grandeza de la dominicanidad para emerger del polvo y lo mezquino del liderazgo político sobre cuyos escombros nacerá el porvenir, que ha de curar la cicatriz dejada por la pandemia del coronavirus.