La Constitución de la República Dominicana en su artículo 45 reconoce la libertad de conciencia y de cultos. Sin embargo, el Concordato entre la Santa Sede y la República Dominicana firmado en 1954 por el secretario de estado Domenico Tardini y el dictador Rafael Trujillo sigue vigente.

En este Concordato se establece una total unión entre el Estado y la Iglesia católica. El artículo I dice así:

La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la de la Nación Dominicana y gozará de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico.

El texto actual de la Constitución de la República Dominicana se distancia totalmente del Concordato sin hacer referencia a la Iglesia católica. La referencia religiosa está relacionada con los símbolos patrios, lo cual se comprende si se toma en cuenta que los mismos fueron elaborados en un contexto claramente confesional católico.

Por lo que se refiere a la relación del Estado con los otros cultos, resulta pertinente el artículo 39, que reconoce el derecho a la igualdad de todos los dominicanos:

Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal […].

A este artículo está indisolublemente unido el artículo 45, que reconoce la libertad de conciencia y de cultos: «El Estado garantiza la libertad de conciencia y de cultos, con sujeción al orden público y respeto a las buenas costumbres».

En octubre del 2018 la diputada Besaida Mercedes propuso crear una resolución para que se lleve a la práctica la Ley N.º 44-00 que exige la lectura de la Biblia en las escuelas públicas de la República Dominicana. A esta petición se opusieron otros diputados, entre ellos la diputada Faride Raful, quien afirmó que imponer la lectura de la Biblia en las escuelas es inconstitucional, pues la República Dominicana es un Estado laico. Las declaraciones de la diputada produjeron un intenso debate. Muchos estaban a favor del cumplimiento de la citada ley, entendiendo que la lectura de la Biblia en las escuelas es la mejor forma de educar a los jóvenes, mientras que otros, basándose en la Constitución, no estaban de acuerdo.

Si se coteja el texto de la Ley N.º 44-00 con la Constitución, puede verse que, en efecto, hay una incongruencia con lo que se declara en la Constitución, pues en esta se afirma la libertad de los ciudadanos en materia religiosa sin privilegiar ningún culto por encima de otros, mientras que el texto de la Ley N.º 44-00 insiste en mantener y promover la tradición cristiana del país. El texto de la ley propone básicamente dos cosas: la lectura de un fragmento de la Biblia después del izamiento de la Bandera y la entonación del Himno Nacional, y la creación de una asignatura bíblica que se imparta en todos los niveles y jornadas. Los maestros de esa asignatura serían presentados por las partes evangélica y católica al Ministerio de Educación.

De lo anterior se sigue que en la República Dominicana la laicidad del Estado dominicano se encuentra en una encrucijada. Por un lado, continúa vigente un Concordato de mitad del siglo pasado que ya no tiene efectos en la práctica, aunque quedan muchos de sus resquicios, como lo demuestra la existencia de leyes como la N.º 44-00 y los privilegios jurídicos y fiscales de la Iglesia católica —a lo que se añade el peso social de las confesiones evangélicas—, y, por otro, la Constitución que niega frontalmente el Concordato al establecer la libertad de conciencia y de cultos, y no privilegiar ninguna religión por encima de otra.

Visto lo anterior puede afirmarse que, de facto, el Estado dominicano no ha alcanzado la laicidad que proclama y defiende la Constitución. No obstante, sí puede observarse un avance hacia la laicidad, como lo demuestra el debate mantenido en torno a la lectura de la Biblia en las escuelas y el más reciente debate a partir de la arenga de un pastor evangélico. Se ha pasado de una actitud pasiva con respecto al tradicionalismo cristiano a una actitud crítica con el mismo.

Los cristianos, que son la mayoría de la población creyente de la República Dominicana, no tendrían que sentirse amenazados por este cambio de paradigma. Al contrario, un Estado verdaderamente laico es el marco más idóneo para el desarrollo de una vivencia religiosa madura, esto es, una espiritualidad que no se fundamenta en un Estado confesional, sino en la decisión libre y adulta de los ciudadanos.