Lágrimas , dolor y muerte en el recuerdo real de miles de dominicanos y un millón de pueblo muestran nuestra historia política en los "Momentos Estelares de la Humanidad"; esa indescriptible humanidad dominicana que brego con sacrificio espartano lo mejor de su vida para construir un pedestal de libertad y democracia en este País.

El monumento echó a andar con los más hermosos pilares y columnas trabajados con el soporte temerario de una ideología, principios y posturas desinteresadas de los hombres y mujeres que trillaron el camino para cambiar la sociedad y su destino democrático. Era una hermosa y generosa utopía repleta de sueños e ilusiones que parece se detuvo en el reloj del tiempo y una caterva de valores se nos han esfumado como por arte de magia, retornando hacia la imposición de antivalores que dañan la democracia, la transparencia y la equidad social.

Por lo que muchos se interrogan, si valió la pena esa lucha titánica emprendida en sus mejores tiempos, consumiendo el factor activo y creativo de la juventud de entonces. Hoy cuando el color algodón ha cubierto su cabeza, la experiencia  suplida de miles de sinsabores, persecuciones y anécdotas narran las tragedias de su existencia social y política.  Estos patriotas, leyendas y apóstoles de un pasado glorioso, pasan a otros confines de donde no se regresa jamás y sólo nos queda ofrecerles nuestros respetos en las funerarias y camposantos.

José Ingenieros, que leíamos en los años 60s, solía decir: " jóvenes son los que no tienen compromisos con el pasado ".

Una nueva generación con bríos de atletas se erige en nuestro solar político y social, vérseles a ellos copar en campaña por primeros vez la publicidad y las boletas electorales; un nuevo paradigma se prepara en potencia para reemplazar a los que desaparecen o están alicaídos. El misterio acude con interrogantes despiadadas acerca de su futuro desempeño ético y social. ¿ Serán distintos? ¿Aplicarán Ideas y programas democráticos capaces de reducir el funesto clientelismo.?

El tiempo tendrá la última palabra, pero lo único seguro es que sus responsabilidades constituirán un advenimiento insalvable en la transición que muy pronto asumirán los jóvenes dominicanos. Sus valores educativos y morales pertenecen a un nuevo campo donde prima la tecnología de punta, la globalización y el comercio exterior, que traen aparejadas las novedosas visiones de futuro que identifican a los jóvenes.

Hay que dejarles su espacio social porque en ellos está el germen de la nueva sociedad política, siendo estas condiciones el aspecto positivo y progresista de la campaña presente. Fueron muchas las caras frescas aparecidas en las boletas electorales en esta campaña política. Es el único espacio de esperanza que se vislumbra en el horizonte de la sociedad.

Aplaudo y valoro esa incursión de la juventud en la política, y clamo porque actúen diferente, con responsabilidad ética, dándose las manos con los sectores desposeídos, orientándolos para que no sean esclavos del clientelismo y la demagogia política, que corroe la democracia social y participativa.

De por sí la democracia representativa es un primer eslabón en la marcha por una sociedad más justa, equitativa y liberadora. Si los jóvenes que nos sustituyan repiten la historia de corrupción, egoísmo y malversación de los fondos públicos como los anteriores, entonces tenemos una generación sin miras de generosos y nobles propósitos, diferenciados sólo por la edad. José Ingenieros, que leíamos en los años 60s, solía decir: " jóvenes son los que no tienen compromisos con el pasado ".

Vuelvo a ponderar, el tiempo dirá la última palabra, observemos su proceder una vez que tomen juramentos de sus delicadas responsabilidades. El tiempo es el testigo de la historia, pues no hay historia sin sujeto. Por eso, el historiador griego nos decía que la historia es la maestra de la vida. Veamos si la nueva generación cambia el curso torcido y carente de ética de un tipo de visión troglodita de la sociedad que implantaron algunos personeros detentadores de poder, representando un paradigma que se extingue bajo el imperio del tiempo, luego de 60 años de ejercicio.