En todos los estudios que se realizan en el país sobre la confianza que los ciudadanos dominicanos les tienen a las instituciones nacionales, la Junta Central Electoral sale con uno de los más bajos niveles de credibilidad. No importa la edad, nivel social y cultural de los entrevistados; lo cierto es que pocas personas creen en la junta. Ésta sigue, como caña para el ingenio, certificando como electos a presidentes, alcaldes, senadores, diputados y regidores, pero muchos de ellos constituyen una verdadera vergüenza y desgracia para la nación dominicana.

La gente tiene razón en no creer en la junta. Hay razones de sobra: el indigno y miserable espectáculo que significa que la casa del lado de donde tú vives se convierta en un mercado para que el partido de gobierno compre votos para "sacar", no elegir, a un presidente, senadora o senador, diputado o regidor. Tú tienes que presenciar que los que se han robado tu país, monten un centro de compra de cédulas y delegados a dos o tres casas, o al frente del centro de votación, pero la junta hace silencio. La junta calla, porque fueron los senadores del partido oficial quienes eligieron a los jueces que la conforman. El sistema electoral debe ser cambiado.

Las pasadas elecciones constituyen el peor ejemplo de un proceso electoral viciado: la compra de votos rompió récord; la alteración de las actas fue una cosa espantosa. También la tragedia de la pandemia fue utilizada para hacer campaña desde el poder político. El fraude no tuvo éxito, porque la nación se puso de pie, conmovida por un gran movimiento revolucionario por el cambio, pero en el marco de la democracia. Hay lugares como en Barahona donde la compra de votos y todas las irregularidades son tan evidentes y escandalosas, que deberían anularse los resultados de las elecciones. La Junta Central Electoral tiene ahí una gran oportunidad. Hubo un daño terrible contra esa provincia. Debemos condenar ese bochornoso hecho.

Pero hay miles de razones más. El partido en el poder puede gastar miles de millones de dólares de nuestro pueblo para contratar a todos los espacios de las emisoras, periódicos, medios televisivos, bocinas vendepatrias pagadas a sobreprecio, nombran gente el mismo día de las elecciones ante los mismos ojos de la junta, de la de ahora y de las de antes. Nadie dice nada. Frente a la impotencia, la gente resiste y la resistencia popular civilizada toma fuerza esperando cada amanecer para empujar contra el que gobierna bajo estas barbaridades y viejas aberraciones. La voluntad cívica de los pueblos es invencible.

Los nuestros niños nacen, crecen y mueren viendo en sus barrios la compra y venta de votos de la gente del pueblo para mal comer un día. Una parte de los niños, cuando lleguen a la adultez, harán lo mismo que sus padres, pues heredarán su propia doble miseria: económica y moral; pero otros, a pesar de su pobreza, al tienen padres con niveles profundos de conciencia social, pasarán al frente de lucha por la dignidad de su gente y una patria más justa. Mientras esta tragedia se produce, con gente que cierra los ojos para no ver nada, otros ven todo lo que pasa, lloran, resisten, convencen y vencen. La historia y la dialéctica no se detienen. Así llegan los cambios políticos en las naciones que se liberan de su propia barbarie.

La Junta Central Electoral tiene baja valoración de parte de la población, por su vieja conducta de ser servil a los gobiernos de turno y el pueblo lo sabe perfectamente. Ese es el viejo comportamiento de las autoridades desde la época de las peores dictaduras que ha tenido el país. Ahora que se inicia un verdadero cambio en la política nacional, debemos construir una junta electoral digna con jueces verdaderamente independientes que se respeten, porque tienen compromiso con la nación. No es justo tener congresistas serios en los mismos hemiciclos juntos a aquellos que compraron votos con dinero robado a este propio pueblo. No pueden compartir el mismo espacio. Se debe protestar para que los indignos sesionen en su casa o en sus partidos. Tampoco deberían juramentarse juntos para recibir sus certificados. No son iguales.

Necesitamos una justicia independiente y una junta electoral también independiente. No puede haber justicia independiente, si tenemos una junta que abre las puertas a lo peor de la sociedad, para que con dinero robado al Estado puedan comprar votos de personas hambrientas y así aplastar electoralmente a ciudadanos honestos y comprometidos con el país. ¡Llegó la hora de la modificación de la ley electoral y de cambiar todo el sistema para elegir jueces electorales independientes!