Al historiador, Franklin Franco, in memoriam y los líderes que rompen el mito de los invencibles.

En 1886, Lilís, con 6 años menos que el General Luperón, según el registro de Rodríguez Demorizi, decidió medir fuerza electoral con él.  Ambos se conocían muy bien. El segundo fue el padrino político del primero.  Habían iniciado su carrera política-militar  en la Guerra nacionalista de la Restauración; pero solo Luperón alcanzará  el aval de hombre público probo en la línea duartiana, como líder indiscutible  del Partido Azul, pero Lilís fue dando señales de las garras de un hombre pacificador y sin escrúpulos al enfrentar a los enemigos. Era solicitado constantemente por los gobiernos liberales que se mostraban incapaces de contener a los opositores.

Para las elecciones, cada uno propuso un binomio de su propia conveniencia a la Presidencia: Lilís, a Billini-Wos Gil; y Luperón, a Imbert-Moya. Lílís fue más estratégico que Luperón: logró debilitarlo hasta forzarlo a huir del país posteriormente. En esas elecciones ganó el dúo lilisista. Desplegó varias estrategias. La primera consistió en conseguir dinero para aumentar su capital político entre los seguidores de su opositor y fortalecer el  Ejército, que era una de sus mayores fortalezas. La segunda estrategia se focalizó en obtener el apoyo  de los opositores haitianos, impidiendo que se unieran al líder del Partido Azul. Con la tercera estrategia  bajó la guardia respecto a sus enemigos para dar una apariencia de democracia representativa.

La cuarta estrategia fue enfrentar una campaña  discursiva-racista en su contra: mientras los partidarios del dúo Imbert-Moya descalificaban a Billini-Wos Gil por  ser títeres del Mañé –así lo apodaban despectivamente-, este fue más irónico, calculador, prudente y astuto en sus comunicaciones.  En una ocasión pasaba por una calle de la zona colonial y escuchó unas damas que desde un balcón dijeron: ahí viene un nublazón y él respondió,  pero este nublazón no caerá todavía.

La quinta estrategia, que implementó, se ha hecho cultura política para el infortunio de la democracia. Tenía una carta bajo la manga: un fraude electoral por si le hacían falta votos para retener el poder. Violó  la ley al emitir  15 mil votos  en las urnas y el Congreso. Imbert, Moya y sus partidarios demandaron de Luperón su ayuda para invalidar las elecciones, pero este negó argumentando que con esa acción se llevaría el país a una guerra civil(Franklyn Franco).  A juicio del historiador Jaime de Jesús Domínguez, habían dos posibilidades: la vía legal o de la acción violenta.   Ninguna de las dos la asumió Luperón! Qué pena!

En 1888, después de su triunfo tramposo, Lilís quería dar el golpe de gracia a su opositor. Se preparaba para competir  en las elecciones del 27 de octubre de ese año con más dinero de préstamos nacionales e internacionales. Una ola represiva, como un manto pesado se cernía sobre la Rep. Dominicana.  Luperón, debilitado, tuvo que retirarse y  Lilís, orondo, como único candidato se convierte en el amo de hierro hasta que las balas de los jóvenes valientes, Ramón Cáceres y  Jacobito de Lara ponen fin al Untao en las calles mocanas el 26 de Julio de 1899.

Recordemos que Lilís era un líder de un carácter inquebrantable, un César Borgias  negro según  Tulio Cestero, un político y militar al estilo de Sila  en opinión de  Américo Lugo; un hombre  que no cejaba ni le temblaba el pulso para aniquilar a los enemigos. Esto le  permitió  ganar popularidad como líder. Aún muy joven, había humillado a los líderes sureños en el 1872 en Rancho Mateo al vencer –en una pelea muy desigual- a un hombre que casi tenía el  doble de su estatura y de su anchura. Los sureños  seguidores del General Cabral veía con recelo y envidia el arrojo y crecimiento del líder cibaeño; querían apartarlo temprano del camino.

Para este fin, buscaron un matón para que lo descuartizara en un duelo a muerte delante de ellos como fuera un circo romano. A cada uno se le entregó un cuchillo. Pero le salió el tiro por la culata. El joven y decidido puertoplateño maniobró de tal manera con el cuchillo, que solo se escuchaba el choque y rechinar de las dos armas blancas. El grandulón   logró herido casi mortal, pero este, impulsado por un fuerte instinto asestó un golpe mortal. Los espectadores  y curiosos  solo vieron espantados,  desplomarse, como una guanábana, aquel contrincante que parecía una masa de cerdo gigante.  Similar a un carnicero, Lilís limpió el cuchillo ensangrentado en el pantalón del vencido y lo dejó encima de él.  El cielo se oscureció y la lluvia empezó a caer  despacio hasta que se hizo espesa sobre los campos agrestes del Sur.

Después de 1888, Luperón prepara su salida del país, incurriendo en el mismo  error de Juan Pablo Duarte frente a Pedro Santana.  Pero Luperón  tenía unas  circunstancias más favorables que el patricio y más madera de líder militar que  Duarte. Algo similar ha ocurrido  con otros  líderes en la posteridad. Tienen buenos deseos para el país, pero el miedo de enfrentar a los opositores y jugar pesado igual que ellos, lo paraliza y no logran conquistar el poder. El gran perdedor es el pueblo, pues se instalaron en la presidencia, como la garrapata, sátrapas sin escrúpulos que gobernaron  a sangre y fuego. Pero queda la pregunta: ¿será que Luperón evaluó muy bien su situación política y pensó que era mejor el retiro antes que enfrentar al Mañé?  Aún no lo sé.