En un sugerente artículo, el escritor Juan Villoro señala que nuestra época no pretende matar a Sócrates, sino jubilarlo. La metáfora alude al hecho de que si en otros períodos se intentó exterminar a libre-pensadores como el célebre filósofo ateniense, en el nuestro se pretende abolir paulatinamente el ejercicio de las actividades intelectuales no rentables, como son las humanidades, entre ellas, la filosofía.
El comentario viene a propósito de la información de una reciente propuesta del Ministerio de Educación de Japón a las autoridades de las distintas universidades de ese país, para recortar los estudios de humanidades y ciencias sociales, e incentivar las carreras dirigidas al aumento de la productividad.
Si bien el proyecto no cuenta con el apoyo de las principales universidades japonesas, existen quienes estan dispuestos a dar visto bueno a la iniciativa, asumiendo el supuesto de que la función básica de la educación universitaria es capacitar individuos para competir en el mercado.
Países como Japón, con alto nivel de desarrollo, se sienten presionados por aumentar su capacidad competitiva con respecto a las economías emergentes. En este contexto, debe situarse la idea de que la educación debe dirigirse básicamente a la capacitación para superar el estadio de potencia ecónomica en declive y asumir el rol de vanguardia tecnológica del futuro.
Pero lograr estos objetivos es una empresa banal, si en el trayecto se destruye la memoria cultural y artística, si se olvida el legado de los clásicos, si se pierde la mirada proporcionada por las humanidades.
En este olvido, se diluye nuestro sentido de lo que hemos venido a ser, nuestra comprensión de los valores democráticos, nuestra perspectiva de la pluralidad y el libre pensamiento realizada en las instituciones, así como la coexistencia pacífica entre personas con creencias confrontadas. Todo ello, en un espacio global donde otras naciones, no configuradas en la tradición filosófica y cultural del Occidente, se aferran a un legado autoritario y fundamentalista, ganando adeptos a su causa.
En este sentido, el ataque sistemático contra las humanidades, dirigido por quienes solo entienden el desarrollo en términos económicos es una real amenaza para el estilo de vida y los valores sin los cuales ese desarrollo carece de sentido.