El boomerang que envuelve las aspiraciones de que esta nueva Junta Central sea conformada por personas ¨imparciales e independientes,¨ de inmediato me hace idealizar que si dentro del perfil concebido, se habría estado pensando que quedan inhabilitados o descartados, una legión de personas  que hayan estado de cerca de las organizaciones políticas, incluso, siendo apartidistas, no militantes, y sí amigos tácticos o colaboradores profesionales, pero, que por dicha vinculación de carácter circunstancial, en muchos casos, hayan sido incluidos dentro de los que huelen azufre como etiqueta de que no son elegibles para optar por  una posición dentro del órgano electoral.

Y en este sentido, pienso también, que si será verdad que la sociedad  entiende que no existen personas de alta dignidad, ortodoxas, éticas y de altos niveles profesionales, que respecto a sus responsabilidades y roles no transigen en vender sus principios y su reputación, y que aunque le deban gratitud a una fuerza política o alguien que le haya confiado la posición, como quiera siguen siendo correctos y apegados solamente al sagrado deber de sus responsabilidades, que asumieron al ser parte de una institución, en este caso, de la JCE, de acuerdo al imperio de las normativas y derechos que habrán de tutelarse!.  Mira que sí, los hay, y muchos.

Y no importa que hayan tenidos vínculos con organizaciones políticas, a quienes incluso, les hayan servidos como profesionales, aún con eso, no tiene el hedor del azufre como para inhabilitarle, frente a la corriente de los que propugnan, porque dicha organización sea conformada por independientes y e imparciales, cuestión que de acuerdo a lo dicho por un pensador, que, ¨aunque se vistan de monjes,  su  credo y su convicción, siembre dependerá de una corriente de pensamientos que aunque los haga que parezcan independientes, en el fondo resultan  cautivos de los encargos ajenos¨ (JLM,2020)

De lo dicho más arriba, y desde el punto de vista de la gratitud y la percepción de la sociedad, ese valor moral y social, humanamente se hace imposible no expresarlo, y cada persona que puede ser apoyado, si está adornado de dignidad, templanza, honestidad y compromiso con su sociedad, aunque haya estado vinculado, como bien he dicho más arriba, en nada esto podría implicar merecer la etiqueta del síndrome de gurupié, que según del Pequeño Larousse, significa;  ¨auxiliar del banquero en las casas de juegos-, o de otra forma, falso postor o una persona sierva y sectaria con el criterio, ideas o interés de quien le  abrió paso a la posición.

Según el criterio anterior, soy el primero en rebatirlo, porque una cosa es que una persona que no sea un militante activo y que haya colaborado, incluso con una organización política en su rol de amigo táctico y estratégico y que por demás, no tenga un cargo político en la dirección de dicha organización, como los hay muchos,  que aspiran a ser miembros de la Junta Central Electoral, y otra es,  que se trate de cuadros y militantes políticos, y que una vez instalados, como ha sucedido, incluso en muchas instancias, han ¨renunciados a su militancia¨-que es como una licencia-, para ocupar la posición, pero, parciales en sí. Y más, muchos de ellos una vez terminada su misión-no gestión-, retornan a sus puestos en descansos.

Cuando se me habla de un caso como este último,  sí, es que estoy conteste  que se le aplique una veda, aunque sea moral, porque la constitución no se lo prohíbe- Pero, de suerte resulta que se trata de una posición de alta envergadura que de ser  miembro del órgano de esta naturaleza con esos vínculos partidarios, significa un contraejemplo, siendo miembro del órgano responsable de organizar los procesos eleccionarios para que de ahí surjan las elites gobernantes, cuestión que si dicho miembro resulta ser un cuadro político impuesto por determinada organización política, inmediatamente el rol de ese cuadro político, habrá de ser el representante de esa fuerza, que no es malo, pero, no debe ser la regla del juego, ya que se trata de una posición que demanda la mayor equidad y equilibrio posible para garantizar que sus actos y decisiones favorezcan al sistema de partidos en general, y no al suyo en particular, los cuales,  en el caso de la JCE que sí lo ha habido en demasías, que solo postulan por lo que le conviene a su organización que han representado.

Cabe indicar que en América Latina, incluso en Europa, los Partidos Políticos gozan de la prerrogativa de proponer la matricula que les corresponde según el equilibro de representación, y al respecto, se impone una pregunta ¿quiénes a la postre son más independientes, si los que se escogen como cuadros de partidos, o si los que se escogen por las comisiones de elección compuestas por las cortes y de las universidades en esos países, en el sentido, de que los niveles de dependencias que se acusa a través de las ¨representaciones¨, incluso de altas cortes y centros académicos, es de tal magnitud que en el fondo, aunque lleguen disfrazado de sociedad civil, forman parte de una cadena de obediencia a directrices de carácter y de intereses políticos partidarios.?

Ya en el colofón de estas reflexiones, supongamos, que los miembros de la JCE no los escoja el Senado-que como quiera es la esencia misma de los intereses del partido de mayor fuerza en dicho hemiciclo-, y que fuera una comisión mixta como otros países,  formadas por representaciones académicas y de altas cortes, como he dicho, y que eso suceda en la Republica Dominicana, por ejemplo que se escojan por las universidades,  Colegio de Abogados, Notarios y otros organizaciones no ¨gubernamentales¨. Sin dudas, serian parciales, en vista de que en la mayoría de estas, son frentes de masas de los partidos, entonces, como quiera de fondo tendríamos dirigiendo este órgano, miembros que responden a determinados lineamientos, en cuyo caso solo se guardaría la apariencia.

Como parte final, retomando la idea, en estos tiempos, si se cumplen las normativas electorales, -nuevas-, y se pusiera a operar el régimen de consecuencia y los partidos se disciplinaran como manda la ley, poco importa que sea un secretario general de una organización que forme parte del pleno de dicho órgano. –incluso que lo presida-. Por efecto, ya eso de independientes e imparciales, constituye  un mito. Resulta una bandera de lucha y discurso populista que procura granjear imagen de moralismo.