El Dr. Christopher Dye, Director de la Oficina de Información Sanitaria de la Organización Mundial de la Salud, plantea que «todas las naciones deben ser tanto productoras como consumidoras de investigaciones», a propósito de su efecto en los planes de desarrollo de los países. El establecimiento de una cultura investigadora en el campo de la salud con miras al aporte al desarrollo nacional, es una avenida hacia el progreso y hacia las soluciones relacionadas con el bienestar público. Sin ser limitativos, investigar para la salud significa identificar, medir e interpretar riesgos, tanto como verificar y validar manejos, tratamientos y sistemas de control e identificación precisa de padecimientos.

Con la investigación se pueden definir los perfiles epidemiológicos de una población y con ello delinear planes y proyectos de mejora de calidad de vida. Dentro de esos proyectos se inscribe el diseño de terapias con la mayor efectividad y seguridad posibles, para lo cual los ensayos clínicos se convierten en el instrumento idóneo para medición de estas variables.

En Latinoamérica y el Caribe la investigación para la salud ha crecido, principalmente, en la definición o actualización de políticas aplicables a esta disciplina.  República Dominicana (RD) y los 18 países del CARICOM lo hicieron en 2014; asimismo, los países miembros de COMISCA reactivaron la Comisión de Investigación en Salud en 2017.

La industria farmacéutica y de dispositivos se ha movido, desde hace años, a los países en desarrollo para la realización de ensayos clínicos necesarios para la aprobación de sus productos, incluso promoviendo estudios en sus fases más experimentales (fase 1 y 2). Para 2020 se esperaba un descenso de 78% a 66.8% de estudios clínicos a realizarse en países desarrollados y un aumento de un 10% en países emergentes y en desarrollo (Cuervo y Bermúdez-Tamayo 2018). Para países como EUA, naciones como RD son una solución al alto costo financiero, a las demoras en las aprobaciones éticas y regulatorias, a los problemas de reclutamiento, a los fuertes controles a los patrocinios y otros más. En 2019 RD había registrado internacionalmente 168 estudios (https://www.statista.com), ocupando el lugar 12 en Latinoamérica, la cual a su vez representaba el 6% del total de ensayos incluidos en la página del Instituto Nacional de Salud de EUA, de un mercado superior a los 400 mil millones de USD solo en EUA.

Además de promover buenos y mejores estándares en el proceso de la investigación para la salud, la gestión del conocimiento debe ser una «mercancía» aprovechable ya que «el conocimiento paga el mejor interés». Dicho esto, no considerar a la investigación para la salud dentro de los planes de desarrollo del país es quedar ausente de las corrientes creativas y matar el estímulo a la innovación.

Tomemos la industria farmacéutica: en su más alta expresión –además de su inherente actividad de comercialización- se dedica a la investigación, desarrollo y producción de medicamentos para el tratamiento y prevención de las enfermedades y el cuidado de la salud en general. Es un sector complejo debido a factores como la amplia diversidad de actores, el elevado ritmo de innovación, la gran variedad de productos necesarios para asegurar impacto y la fuerte interacción sectorial. Asimismo, se mueve en un ambiente altamente competitivo, en algunos casos en el campo de la innovación y, en otros, en el desarrollo de productos genéricos. Todos estos elementos empujan a las grandes farmacéuticas a expandir su búsqueda de oportunidades costo-efectivas en materia de innovación y desarrollo.

A pesar de que en RD se ha avanzado notablemente en los últimos años en investigación clínica con la creación de centros dedicados a la misma o el reforzamiento de otros ya existentes, persisten una gran timidez en el apoyo oficial a las iniciativas en ese sentido, un escaso apoyo local y una marcada asimetría en la inversión en investigación y desarrollo. Por ejemplo, una revisión hasta 2018 mostró que solo un 17% de las investigaciones se realizaban con fondos nacionales y evidenció una discrepancia entre las líneas de investigación de necesidad nacional con las que fueron patrocinadas por la industria farmacéutica o por fondos nacionales e internacionales (Herrera y Colomé-Hidalgo 2020).

En 2013 la Dirección Nacional de Investigación en Salud del Ministerio realizó un censo de investigación y, entre otros hallazgos, se encontró que solo 10% de las instituciones con programas de investigación las realizan y que menos del 4% de los docentes los realiza; además, no había investigaciones prospectivas de farmacología experimental, de 11 profesionales formados para la investigación sólo 4 estuvieron vinculados a algún proyecto, pocas instituciones que dicen tener infraestructura para la investigación poseen realmente un área destinada a tal fin y la investigación estaba mayormente patrocinada por multinacionales.

Esa tímida cultura dominicana para promover y apoyar la investigación para la salud recientemente se ha hecho manifiesta, a propósito de la pandemia COVID-19 y de terapias empíricas aplicadas. En RD también se ha usado la ivermectina como tratamiento para COVID-19 con resultados favorables, según algunos reportes individuales. Sin embargo, ninguno de esos reportes pudo ser tomado en cuenta para trazar pautas de manejo por carecer del rigor científico necesario, contrario a otras iniciativas en otros lugares. Aunque las contradicciones han abundado, por igual solo se basan en lecturas y suposiciones porque tampoco contaban con el aval científico derivado de un ensayo clínico debidamente diseñado y conducido en la población problema. De haberse tenido oportunamente una evidencia de su efectividad (o no), RD estaría mostrando pruebas de su desarrollo en esta materia.

Precisamente, y sobre lo anterior, Canario y colaboradores señalaban que «muy poca investigación aborda las necesidades de salud de República Dominicana, ya que existe una gran brecha entre lo que está siendo investigado y las necesidades de salud pública».

Nuestro país necesita alcanzar un nivel de perfeccionamiento capaz de generar resultados confiables a partir de investigaciones que respondan a la demanda social, facultativa, tecnológica, científica y empresarial y proveer información, innovación y estadísticas propias. Esta es la avenida por la que se transita hacia la gestión de un conocimiento intercambiable.

Muchos países en Latinoamérica han estimulado la inversión extrajera atrayendo capital extranjero con la realización de estudios clínicos. Sus autoridades han favorecido la creación de condiciones, por ejemplo, dotando a algunos centros de salud de sitios de investigación, patrocinando la formación en el área y abriendo puestos de trabajo. El resultado: mayor acceso a nueva información y tecnología, más empleos e ingresos y mayor desarrollo. Naturalmente, esto siempre con apego a las normativas nacionales e internacionales que rigen la investigación biomédica y biotecnológica.

La investigación motoriza el desarrollo sectorial. Cuando lo vemos en el contexto de la producción farmacéutica, su más impactante aporte es sobre la calidad del producto terminado. Un ensayo clínico sobre cualquier formulación química que pruebe su efectividad, ya sea en la producción local con individuos autóctonos, como con productos de innovación de las grandes farmacéuticas, redibuja la imagen del país en el exterior, abre nuevas oportunidades y mejora el balance importaciones-exportaciones, además de aportar información de primera mano como apoyo a los instrumentos reguladores en materia de seguridad y eficacia, de potencializar el  ingreso de divisas y de ofrecer mejor calidad de vida a los usuarios de medicamentos probados científicamente.

Se requiere voluntad y decisión pues, además de trazar políticas nacionales en investigación para la salud, estas deben aplicarse, seguirse y actualizarse constantemente. En ello va la necesidad de una estandarización de los centros de investigación, apostando a la excelencia; a la racionalización de los términos de la inversión local y de atracción de la foránea, alineada con la academia y los sectores sociales.  Es necesario generar estrategias para optimizar los procesos, con el fin de mejorar la competitividad como país en la producción de conocimiento a partir de investigación para la salud, de modo que el apoyo transnacional se traduzca en ganancias de salud y bienestar para toda la población y para el crecimiento nacional.

Si esto no es desarrollo, nada lo es.

 

Referencias

Becerra-Posada, et al. 2014. National research for health systems in Latin America and the Caribbean: moving towards the right direction? Health Research Policy and Systems, 12(1)

Camilo, et al., 2020. Investigación clínica y ensayos clínicos ¿En qué vamos? Acta medica, 41(3), pp.43-50.

Canario, et al., 2016. Brechas en la investigación en salud en la República Dominicana. Rev Panam Salud Publica., 39(4), pp.179–85.

Cuervo, L. & Bermúdez-Tamayo, C., 2018. Desarrollo de la investigación para la salud en Latinoamérica y el Caribe. Gaceta Sanitaria, 32(3), pp.206-208.

WHO, 2013. WHO launches World health report 2013. 18(33).

Herrera, D. & Colomé-Hidalgo, M., 2020. Brechas de la investigación pediátrica en la República Dominicana. Horizonte Médico (Lima), 20(2), p.e1257.