Cuando sister Rosetta Tharpe (1915-1973) cantó en  La caravana del góspel y el blues de 1964, una gira ferroviaria por el Reino Unido, los restos de la mujer que fue su abuela yacerían a título de bien perecedero de alguna hacienda de Cotton Plant, Arkansas, donde formó parte de la propiedad privada de alguien.

Sister Rosetta Tharpe

Al momento de esa gira Tharpe tenía cuarenta y nueve años. Estaba en el umbral de la fama internacional. En el video se pasea por una estación de ferrocarril inglesa, como un prodigio moviendo sus manos entre los trastes y las pastillas del instrumento inventado en 1935.

La magistral ejecución ilustra acerca de la historia de la mujer afrodescendiente en el arte y la cultura de América. El impulso creativo de la ejecutante coincidió con el momento en que Leo Fender, inventor de la guitarra eléctrica, corrió a la oficina de patentes.

En los años treinta y cuarenta, la guitarrista formó increíbles combinaciones de notas musicales a través de la inducción eléctrica. La riqueza artística y la fuerza espiritual de sus antepasados sometidos viajaron como un tren en la noche hasta alcanzarla libre.

Hacía apenas unos meses que el reverendo Martin Luther King había pronunciado su discurso parteaguas de 1963. En los años sesenta, la lucha por los derechos civiles cruzaba por acordes aumentados. En el crossroads de trenes ingleses y géneros afroamericanos, Rosetta forjaba cultura de paz a su manera.

La esclava que parió a la madre de Thorpe no alcanzaría en vida el 1863, año de la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. Como todo afroamericano, desde 1720 en Arkansas, quedaría reducida a servir como factor de producción.

De acuerdo con el historiador Gary Battershel, las posibilidades de consolidar a la familia nuclear entre esclavos eran limitadas. Sin embargo, de algo maravilloso convencen las progresiones de los acordes de estilo fluido y sincopado de la nieta de esa mujer anónima.

Tharpe alumbra a un recién nacido en la guitarra electroacústica sobre vientre materno al que solo luego se le llamó rock ’n’ roll  (solos de guitarra). Pinza y pellizca el instrumento con similar habilidad a la que tendrían la abuela y la madre para extraer el algodón entre las espinas en los campos de Cotton Plant. Canta plegarias devocionales aprendidas en la tradición oral de ellas. La iglesia era la única institución accesible al esclavo. La institución de la familia no existía dentro de la esclavitud.

Tal parece que Rosetta no se supo en vida madre paridora de un retoño especial. (Inducción al salón de la fama del rock & roll. 2018). Aunque su obra se coloca en la cúspide del árbol genealógico del más popular género musical del siglo XX, sus temas pasaron como otros hijos de calles del blues o el góspel. En la actualidad los historiadores analizan el repertorio de la cantautora y descubren los elementos propios del rock ’n’ roll. Ella y nadie más lo gestó y le dio vida.

Encuentro datos que indican que tanto Chuck Berry y Little Richard, inicialmente considerados padres del género en los años cincuenta, confesaron ante el púlpito mediático que sister Rosetta Tharpe fue su gran inspiración. El primero llegó a decir que en su carrera no hizo más que imitarla. Ricardito (como le decía mi mamá al segundo) vio a Tharpe cantar a los quince años y testimonió que la experiencia fue una epifanía.

La lírica cristiana y el estilo profano de Rosetta configuraron su travesía artística y vital. El reconocimiento póstumo además de merecido es necesario, para la historia, para las mujeres, para los afrodescendientes, los disruptivos, y claro está, los músicos y amantes del rock ’n’ roll.

Según el historiador Battershel, tanto en Arkansas como en otros estados confederados, la única vinculación permanente en la vida de un esclavo era el culto religioso. El derecho a la institución familiar les estaba negado a los sometidos.

Es por lo que mujeres como Katie Bell Nubin, madre Rosetta, ante la libertad de movimiento no disfrutada por la abuela en el antebellum secesionista, dejó los campos de algodón para convertirse en diacona-misionera itinerante.

Katie Bell Nubin.

Katie salió a compartir su patrimonio único, La Palabra. Es posible que el góspel haya sido la verdadera madre de Katie, y, por ende, la abuela efectiva de Rosetta. La riqueza musical del género está contrastada por la reiteración lírica devocional del canto góspel de estos músicos natos, aunque en muchos casos analfabetos.

La evangelista se fue hasta Chicago llevando consigo una bandolina y a su pequeña Rosetta. La calidad artística de su góspel acústico le llevó hasta los estudios de grabación. Rosetta, hija de una afroamericana emancipada, tuvo otras posibilidades seguramente alcanzadas por la tenacidad de carácter de mujer artista, y a la vez, minoría de minorías.

La cruzada nómada de la madre fue potenciada por la hija. Primero en los recorridos en autobús por los Estados Unidos para cantar en conciertos, grabar discos, y luego, en travesías transatlánticas que la llevarían a los auditorios europeos.

En sus años de formación, estuvo de pie con su guitarra, tanto en los pisos de madera de las iglesias como los de los bares de blues. Sin gozar derechos plenos, descubrió otra manera de emanciparse, al adjuntar en el diapasón de su guitarra la plegaria del góspel y la melancolía sensual del blues. En ese utensilio en sus manos, las notas armónicas y melódicas de ambos géneros de raíces africanas, se fusionaron en una expresión artística distinta y novedosa, de gran fuerza liberadora.

Durante la gira por las vías ferroviarias de Reino Unido, la nieta de esclavos e hija de la evangelista, sin proponerlo, le dio una segunda encrucijada a la antología musical del siglo XX.  Tharpe, cuyos temas fueron conocidos solo localmente en los Estados Unidos, colonizó sin acaso darse cuenta al naciente rock británico.

Tres chicos sentados en la audiencia improvisada en las estaciones ferroviarias, por separado, comprendieron su vocación. Eran los guitarristas Jeff Beck, Keith Richards y Eric Clapton, quienes al igual que los antes mencionados, y otros más antes y después de ellos, como Johnny Cash, Elvis Presley, Jerry Lee Lewis o Bruce Springsteen, tributan el legado musical de Tharpe, en sus respectivos repertorios musicales.

Antes de que la hija y la nieta salieran a recorrer los caminos, el legado de la esclava fue posesión inamovible y propiedad privada de otro. Hasta que ellas partieron de Cotton Plant, la muerte fue su única posibilidad de fuga.

Cada vez que disfrutamos del rock ’n’ roll el ánima de algún esclavo vuela lejos fugitivo.