En el rompedor filme Parásitos del director Bong Joon-ho, un miembro de la familia adinerada, a la que sirven como empleados los protagonistas de la película, comenta con su pareja, mientras, sin saberlo ambos, lo oye el aludido, que le molesta el olor del nuevo chofer, parecido al de quienes se transportan en el metro. La cámara capta el rostro del chofer cuando, escondido, escucha el comentario y se muestra la ira de un hombre que se siente humillado frente al resto de su familia, que lo acompaña en su escondite y oye también la murmuración.

Esta escena, aparte de plasmar el motivo del crimen que desenlaza la trama, sintetiza la crítica social que Joon-ho pone en escena. Y es que, como bien ha dicho Slavoj Žižek, “quizá la diferencia clave entre las preocupaciones de clase baja y las de clase media se basen en cómo se relacionan con el olor. Para la clase media, los estratos más bajos de la sociedad huelen: sus miembros no se lavan con la suficiente regularidad, y esto nos lleva a una de las posibles definiciones de lo que significa hoy ´prójimo´: se trata de alguien que por definición huele. Por eso los desodorantes y jabones son hoy en día cruciales, pues hacen al prójimo mínimamente tolerable: estoy listo para amar a mis semejantes… siempre que no huelan demasiado mal”.

Parásitos ha sido vista como una gran crítica a nuestras sociedades capitalistas y a la creciente desigualdad que las caracteriza. El propio Joon-ho, una especie de Thomas Piketty del séptimo arte para algunos, lo confiesa: “No sé cuál es el gran problema de nuestro tiempo. Pero uno de ellos es la fractura social entre ricos y pobres […] La violencia puede estallar en cualquier momento precisamente por la desigualdad […] Junto a la riqueza más evidente siempre aparece una pobreza igual de desmedida […] Sin diferencia no hay capitalismo. Cuanto más extremo es el capitalismo más extremo la diferencia. No puede haber comunicación entre clases sociales que, cada vez más, viven en mundos completamente diferentes. Y hasta opuestos. No puede haber una idea común de sociedad”.

Pero Parásitos puede ser vista también como una crítica a las escasas, pero todavía existentes sociedades comunistas. Por eso la madre de la familia pobre, alojada en la casa de la familia rica, imita al líder norcoreano Kim Jong-un, burlándose de él y del país vecino. Aquí vuelve a ser relevante Žižek, quien afirma, citando -¡oh sorpresa!- un versículo del evangelio ultra capitalista de Ayn Rand, La rebelión de Atlas, que “cuando el dinero deja de ser el medio por el que los hombres tratan entre ellos, entonces se convierten unos en las herramientas de otros”. Y es que, tal como indica el filósofo esloveno, “en la economía de mercado, las relaciones entre personas pueden mostrarse como relaciones de libertad e igualdad, reconocidas recíprocamente: la dominación ya no se pone en práctica directamente, ni es visible como tal. El socialismo realmente existente en el siglo XX demostró que la superación de la alienación mercantil suprime la libertad ´alienada´ y con ella la libertad tout court, llevándonos de vuelta a relaciones ´no alienadas´ de dominación directa”. Y es precisamente esto lo que explica la terrible desigualdad que afecta a sistemas comunistas, como el de Cuba, donde no solo existe una gran brecha entre la opulenta casta gobernante y el pueblo, sino que permanecen las relaciones de servidumbre, y, lo que es peor, emergen, además, nuevas formas de esclavitud, como la de los exportados y arrendados médicos cubanos.

Lo que caracteriza al capitalismo contemporáneo es, sin embargo, por un lado, la precarización -sino el fin- del trabajo, lo que lleva a la producción de “residuos humanos”, es decir “cuerpos superfluos, ya no requeridos para el trabajo” (Zygmunt Bauman), y, por otro, a la auto explotación donde “uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando”, desembocando así en “la alienación de uno mismo” (Byung Chul-Han). Si son ciertas las tesis más pesimistas, el incremento de los trabajos robotizados dejará desempleados a millones de trabajadores en todo el mundo en los próximos años, por lo que no hay dudas de que la “basura humana” aumentará exponencialmente y ya no habrá siquiera chance de convertirnos en “parásitos” asalariados en hogares de familias que ya han automatizado todas sus necesidades. Ante este desolador pronóstico, solo nos queda construir un mejor futuro que, a fin de cuentas, es la mejor manera de predecirlo.