La peregrinación a la Basílica de Higüey cada 21 de enero es, sin duda, la principal actividad religiosa del país. Acude a su cita gente de todas partes del país y se apersonan delegaciones un día y dos días antes de la fecha consagrada a ella, la virgen de La Altagracia patrona espiritual del pueblo dominicano. Más de 800 mil personas la visitan todo el año.

Políticos, deportados, exconvictos, enfermos, creyentes, excursionistas, turistas, gente de todos los niveles sociales, de todos colores de piel, de todas las edades, se hacen presentes y la noche del 20 de enero, convierten el patio de la Basílica en un gran jolgorio de risas, cantos, toques de tambores y demás expresiones seculares que hacen posible pernoctar en ese sagrado lugar y disfrutar el sitio sin contrariar el motivo sagrado que los convoca.

En el patio de la gran iglesia todo pasa en sus linderos interiores con tumulto, pero con cierto control. Fuera de sus linderos están los bares, cafeterías y sitios de expendios de comida, y venduteros de todo tipo, además de lugares de baile y presentaciones de grupos de música típica, entre ellos el perico ripiao y grupos de bachata y palos.

Aunque la gente acude a la Basílica con la idea de tocar la virgen para logar un milagro, el cristal colocado para protegerla, aísla al visitante de su contacto directo con aquella, imagen considerada protectora y virtuosa. Sin embargo, es notoria la cantidad de visitantes internacionales de quien la virgen es también Madre nutricia y patrona, como son los casos de las grandes delegaciones haitianas, para quienes la virgen de La Altagracia, es también de ellos, su patrona, siéndolo pues, para toda la isla, a pesar de la fuerza del vudú y el protestantismo.

Es probable que esta atracción religiosa que atrae la virgen está relacionada más que a su historia local muy invocadora, y de gran contenido redentor y místico, a la fuerza gravitante en todo el continente, que tuvo y, aún tiene, todo el movimiento altagraciano entre creyentes y practicantes de la fe católica.

Estos autobuses venidos días antes amanecen en la ciudad, pero no necesariamente su gente actúa como el común de los dominicanos. Es más evidente en esos visitantes su devota participación y restringido y comedido comportamiento quizás con uno que otro desafuero, parte de su cosmogonía sincrética y múltiple.

Pero la internacionalización de la virgen de La Altagracia se evidencia en la presencia de puertorriqueños que viajan exclusivamente a su peregrinación, quizás por no tener una convocatoria tan fuerte como esta en su isla, aunque si importantes peregrinaciones locales y hasta de trascendencia nacional como la peregrinación de la virgen de la Candelaria, Mariana como la nuestra.

Los dominicanos residentes en los Estados Unidos y otras partes cercanas hacen su esfuerzo en venir a compartir la ocasión con los demás feligreses impregnándole a esta peregrinación un corte multinacional de importancia y que tal vez el dominicano no había asimilado en su verdadera dimensión, lo igual sucede con la virgen de Guadalupe en México que recibe feligresías de distintas partes del continente americano, incluido el nuestro.

Es probable que esta atracción religiosa que atrae la virgen está relacionada más que a su historia local muy invocadora, y de gran contenido redentor y místico, a la fuerza gravitante en todo el continente, que tuvo y, aún tiene, todo el movimiento altagraciano entre creyentes y practicantes de la fe católica.

Sin contar que los lanceros higüeyanos participantes en la Batalla de la Limonade contra los franceses en 1691, rindieron homenaje de su triunfo a la virgen a su regreso a la ciudad oriental y erigieron una ermita en su honor. Pero igualmente importante es saber que la Plegaria de la virgen de mediados del siglo XVIII, incluye en su fundamentación el gentilicio por primera vez usado de dominicano, siendo por demás el primer escrito impreso en la parte española en 1804. Su traje hoy es tricolor como la bandera nacional.

Esta devoción trasciende las fronteras de un país, las barreras de historias y leyendas locales y se erige en centro de convocatoria internacional por existir en nuestro país no solo la historia que lo fundamente, sino la catedral de estilo modernista de más significación en toda la región caribeña y mundial y cuyos iconos arquitectónicos le dan una compleja semiótica a su diseño.