Occidente, en tanto “portador de la razón” y “civilización”, es inocente, de sus acciones actuales y de las de su pasado, no importa lo que el otro haya sufrido y siga sufriendo a manos suyas. Actualmente hay dos situaciones que lo explican perfectamente. En primer lugar, el pago de reparaciones que varias islas caribeñas han exigido a los países occidentales otrora potencias colonizadoras-esclavistas (principalmente al Reino Unido) por su implicación en el negocio de la esclavización del negro africano. Y segundo, la crisis migratoria que se escenifica en el mediterráneo europeo con la llegada de cientos de miles de sirios que huyen de la guerra civil que tiene lugar en su país. Dos casos en los que Occidente no reconoce su responsabilidad en el infierno que vivió y viven sus condenados.
Los negros esclavizados construyeron la modernidad blanca-occidental. Sin el producto del trabajo esclavo las potencias occidentales no hubiesen dispuesto de la situación ventajosa con la que contaron para desarrollar las condiciones mediante las cuales Europa se situó centro del sistema mundo y matriz epistémica y cultural mundial. En el contexto de la colonización del mal llamado Nuevo Mundo y la trata negra fue que un Bacon y un Descartes, con las condiciones de posibilidad-plataformas (para pensar desde el lugar en que lo hicieron) que les dio ese momento histórico, montaron el aparato epistémico-filosófico que sirvió de base y fundamento a los discursos de la Modernidad occidental. Cuando Bacon hablaba en su Novum Organum de la separación radical entre el sujeto cognoscente y la cosa-ente conocida así como la intervención de tal sujeto racional en la naturaleza a fin de controlarla y hacerla útil, debajo de eso se encontraban los cuerpos esclavizados que en la colonización e instauración del capitalismo ya habían sido convertidos en cosa e intervenidos para controlarlos en tanto “salvajes-naturales”. De igual modo, cuando Descartes habló del ego cogito que todo lo ponía en duda para pensar y luego ser-existir, también estaba diciendo que otros no pensaban por tanto no eran. Esos otros eran el negro y el indio que el blanco sometió en las Américas. El laboratorio de Bacon se estaba dando en esta parte del mundo: con cuerpos y vidas humanas. La modernidad y el capitalismo surgieron en un contexto histórico concreto, con una territorialidad, en el cual participaron, en una relación de poder asimétrica, el negro esclavizado que producía las riquezas y el blanco que se enriqueció y benefició de su explotación. Esto es, la modernidad no la crearon los blancos europeos: en gran medida se la crearon. Lo cual dejó a unos en situación privilegiada (los sujetos-sustancia beneficiarios de la explotación) y a otros en absoluta posición de desventaja histórica (los explotados que no eran). Las estructuras y relaciones de poder dentro de las lógicas de la colonialidad (que sobrevivieron al colonialismo) han exacerbado-mantenido esa relación desigual.
De la trata negra participaron las más importantes naciones y monarquías europeas entre los siglos XV y XIX. Asimismo, está documentado cómo las principales fortunas europeas de aquellas épocas se beneficiaron decisivamente con el negocio de la comercialización de negros esclavizados (cuando usted vaya a Londres y se maraville por las majestuosas edificaciones que hay allí y toda la pompa de sus castillos, bibliotecas y catedrales, así como la mística de los científicos, poetas, filósofos y estadistas ingleses de siglos pasados, sepa bien que sin la explotación del negro esclavizado muy poco de eso habría tenido lugar: casi toda esa pomposidad está manchada de sangre negra-africana). Los descendientes de negros esclavizados de las islas caribeñas del mundo anglosajón y francófono, que viven el racismo cada día (y que en tanto racializados no alienados pueden ver las relaciones de poder desiguales y excluyentes en las que están inmersos desde una perspectiva histórica no alienada ni racializada) y que aún no sanan las heridas de la esclavitud (no será posible sanarlas hasta que no haya perdón-reparación), lo tienen muy claro. Saben bien que, para que se pueda hablar de justicia y derechos humanos en propiedad, primero habría que examinar la historia para buscar maneras en las que los beneficiarios de la riqueza generada por el trabajo del negro esclavizado, al menos, entiendan de dónde vienen los privilegios de los que hoy disfrutan. Las secuelas históricas de la esclavización del negro están muy vivas todavía y no hay comparación en la historia conocida (es bastante ridículo e ignorante compararla, por lo que implicó en el contexto de la colonización e instalación de la idea de raza, con, por ejemplo, los esclavos en tiempos romanos). Sin embargo, el blanco occidental no reconoce su responsabilidad ni el origen de sus privilegios-comodidades actuales. No ve las estructuras de la colonialidad (que son las que mantienen y reproducen las desigualdades originadas en la colonización y esclavización del negro). En el otro lo que ve es un ser inferior que carece de lo que él tiene (sustancia, potencia de ser e historia) y, por tanto, no lo ve en su humanidad, en su infierno. Lo cual imposibilita el perdón verdadero (con reparaciones) que piden los afrodescendientes caribeños. Dentro de las estructuras epistémicas-ontológicas y las relaciones de poder de la modernidad, Occidente no puede perdonar ya que no logra ver-entender, por cuanto en el proceso de deshumanizar al otro se deshumanizó a sí mismo, lo que hizo. Y, en tanto es la medida de lo humano y racional, ese infierno que instaló, en cualquier caso, fue para bien de ese otro “históricamente inferior” porque con ello lo “trajo a la civilización”.
Cuando la primera ministra jamaiquina, en el marco de una visita del primer ministro británico a Jamaica, habló de la responsabilidad de los británicos en la trata negra y de reparaciones, éste no la entendió ya que, en su estructura mental-histórica, no ve lo que ella, que es mujer negra y vive en un país de descendientes de esclavizados donde el recuerdo del infierno de éstos sigue muy vivo, puede ver y sentir (nótese que el reclamo caribeño ni siquiera se ha planteado desde una estructura enteramente no moderna y anti-racista, en el sentido fanoniano, porque en ese caso también habría que hablar de perdonar en el contexto de una conversación entre iguales al mismo nivel humano, histórico y epistémico-ontológico. Ese sería el siguiente nivel adonde debería llegar el reclamo de las reparaciones. Por lo pronto tácticamente hacen lo correcto los caribeños reclamando al blanco dentro de sus propias estructuras ético-morales y discursos modernos). El británico, en tanto occidental, se piensa inocente: si hubo esclavitud y se cometieron atrocidades en el proceso, no es su culpa, porque, fundamentalmente, fue un acto, el suyo, que, sobretodo, civilizó al negro africano “salvaje” y “sin historia”. Fue como una puerta que abrió, inocentemente, para que el negro entrara en las sendas del “progreso” y la “historia”. Al final, lo que hizo fue “bueno” para el negro. Esto es, queda establecida su inocencia.
Occidente es inocente, como vimos, de hechos de su pasado y de su presente. La guerra civil de Siria la provocaron potencias occidentales en pos de intereses geoestratégicos (igual que la destrucción de Irak). Bashar al Asad es el “dictador malo” que, de un momento a otro, “descubrimos”. Hace décadas la familia al Asad, perteneciente a una dinastía chií alauí, ostenta el poder en Siria. Pero no fue hasta los otros días que nos enteramos que eran “muy malos”. Entonces se decidió incentivar la desestabilización de ese país mediante el apoyo a grupos rebeldes internos que, en el contexto de disputas religiosas-históricas (los al Asad pertenecen a una minoría chií mientras la mayoría del pueblo sirio es suní), se vienen oponiendo al gobierno sirio hace mucho tiempo. Grupos que han logrado preeminencia puesto que en esta ocasión Occidente les ofreció armas, recursos y condiciones internacionales (con el aislamiento del gobierno sirio en virtud de los instrumentos de la legalidad internacional que redacta y controla Occidente) para tumbar el gobierno de al Asad. Lo cual, aunado a la barbarie que instaló la OTAN en Irak, ofreció todas las condiciones para el estallido de la violencia sin cuartel en Siria. De ahí surge una guerra civil que se ha cobrado más de 250 mil vidas humanas y millones de desplazados.
Sin embargo, Occidente no se ve como parte del problema sirio. Las potencias occidentales y sus medios de comunicación-propaganda “descubrieron” el infierno sirio cuando el problema les llegó a sus costas. Una vez comenzaron a llegar al mediterráneo europeo miles de sirios huyendo de la barbarie de la guerra es que las élites europeas decidieron tomar alguna acción. De ahí es que vino Angela Merkel, tan “humana” y “buena”, y dijo que Alemania, esa gran nación de la racionalidad y los altos niveles de vida (gracias a la explotación y recursos de otros), acogería hasta medio millón de refugiados sirios. A partir de entonces se desbordó el “humanitarismo” europeo para ayudar a los sirios. Estaban recibiendo un problema en sus países y ellos, que son la medida de lo humano y racional, de lo bueno, atendían ese problema “ajeno” con “humanidad”. Muy poco han reparado en que ese problema ellos lo crearon y siguen manteniendo. De nuevo el occidental no ve al otro ni se reconoce como responsable de su infierno y desventajas. (En regiones de África se escenifican, hoy día, guerras civiles que dejan saldos de miles de muertos y generan millones de desplazados; guerras financiadas y creadas por corporaciones y gobiernos occidentales que ganan miles de millones de dólares con la extracción de los recursos naturales de esas zonas. Pero esos son problemas de africanos “atrasados” e “incivilizados”…).
Occidente es lo bueno, es lo humano, es inocente.