En la República Dominicana no existe, por así decirlo, un Centro de Think Tank (centro de pensamiento), ni en los sectores conservadores, liberales y alternativos. Nuestras universidades más que creadoras de conocimientos son en gran medida, reproductoras de conocimientos, matriz de profesionales. Lo más cercano son algunos espacios concretos de creación de conocimientos de determinados sectores fácticos, sobre áreas puntuales de su interés (Economía, Justicia); pero que al mismo tiempo resalta y pone en evidencia el profundo déficit institucional de esta democracia de manual, de esta democracia de papel.
Las batallas de las ideas, las batallas políticas e ideológicas no se producen en el seno de la sociedad dominicana con un nivel de pensamiento de integralidad; con el necesario soporte conceptual sistémico que valide a la luz de sus intereses y de sus relaciones de fuerza, de sus relaciones de poder, la visión completa que como país ellos tengan.
La burguesía como clase, es tan fragmentada en el nivel de pensamiento como fracciones de la misma existen. Los poderes fácticos o actores estratégicos se encuentran tan diluidos en el tejido social dominicano, que ellos mismos no alcanzan a comprender su rol en la división social del trabajo. Actúan en función de intereses marcadamente cortoplacistas y enteramente particulares. Esto hace que desde la dirección del Estado no se produzca una verdadera eufonía entre las políticas públicas y las agendas de necesidades de la sociedad, lo que nos tiene en este páramo social que nos impide buscar respuestas societales.
Un páramo social que se refleja en la gran aberración de tener el mismo porcentaje de pobreza hoy que hace 20 años; una execrable desigualdad social donde constituimos el segundo país de América en ese escalón. Pobreza y desigualdad se unen para producir una combinación letal. Producto de que los distintos poderes fácticos (que son las potestades públicas que no surgen de la ley, ni están en ella regladas, sino que nacen de la dinámica de las relaciones sociales –empresarios, iglesias, la prensa, los militares, los grupos de presión y tensión); no actúan en armonía sistémica; un solo actor dentro del conjunto alcanza la primacía: Los Medios de Comunicación. Siendo éste el que logra la articulación de las ideas, del conocimiento, de los intereses económicos y la batalla política.
Por ello es que Manuel Castells nos dice que los Medios de Comunicación no son el Cuarto Poder. Agrega, son mucho más importantes: “Son el espacio donde se crea el poder. Los Medios de Comunicación constituyen el espacio en el que se deciden las relaciones de poder entre los actores políticos y sociales”. Los Medios de Comunicación tienen hoy tanto poder, que lo que no se visibiliza a través de ellos, es como si no existiera. Ellos constituyen la dinámica reditual de la persuasión, de la credibilidad, de la verdad. Es como si ellos mismos trascendieran su génesis, su verdadera raíz y el fin último de su existencia.
A través de ellos se debate todo, hasta lo que no debería ser tratado. Ellos son la urgencia de ganar la batalla, ya sea en lo emocional, lo sentimental, en la subjetividad, en la imaginación; más allá de la verdad misma, de la justicia y sus procedimientos y del imperio de la ley. Ese grado de protagonismo y de urgencia, para convertir mi verdad, en la verdad para toda la sociedad, es lo que ha traído como consecuencia que muchos medios de comunicación estén enteramente corporativizado y cientos de periodistas; más que comunicadores son meros instrumentos de intereses partidarios, corporativos o estatales.
Decenas y decenas de comunicadores tienen espacios en la radio y la televisión para defender intereses puntuales y para tratar de desacreditar a otros que no juegan sus roles espurios. Muchos que trabajan en la Administración Pública dan pena en su genuflexión más abyecta; con tan poca profesionalidad, en el juego de la manipulación, desinformación y desorientación, que van perdiendo el espacio de credibilidad que en algún momento pudieron tener.
En su “deseo de crear su verdad” pretenden descalificar y ubicar políticamente a todos aquellos que luchan por una sociedad más decente; más humana, más plural, más transparente; con menos pobreza, con menos exclusión; con menos corrupción, por más respeto por la justicia. En fin, aquellos que sueñan con dejar a sus hijos y a sus nietos una sociedad más segura, más halagüeña en su crecimiento, en su desarrollo humano, en su calidad de vida, en su verdadero bienestar. ¡No comprenden la coherencia y el compromiso con lo colectivo!
Así como existen políticos sin el más mínimo escrúpulo, con tal de conseguir su objetivo; tenemos comunicadores en los medios de comunicación que son SICARIOS DE LA COMUNICACIÓN, en aras de la conquista de su proyecto. Esta aflicción, cuando vemos los programas de los comunicadores en el interior del país; el cenit allí de la miseria humana alcanza su esplendor; por la vuelta al presente de un pretérito cargado de ignominia. El miedo al futuro, mirando atropelladamente al pasado, le acelera el presente, pero que no pase; sin importar las consecuencias. Vileza y perfidia se nutren consistentemente, generando un conglomerado humano pernicioso que se expresa en diferentes dimensiones de la violencia.
Cuando Abraham Lincoln fue asesinado por Wilkes Booth en 1865, la noticia tardó en llegar a Inglaterra 12 días. Hoy, la magia de los Medios de Comunicación nos permite ser testigos de la historia en tiempo real, en simultaneidad con el hecho y su reflejo: La Información. La hiperrealidad. Hoy el medio es el mensaje, como nos diría Marshall Mcluhan.
La interconectividad e imbricación en el orden informativo y su grado de convergencia (producción, distribución y consumo), que están determinados por factores económicos, sociales y culturales; exigen que los comunicadores, más allá de sus intereses, se sujeten a la credibilidad, como espacio sostenible de lealtad y temporalidad. La visibilidad mediática, solo trasciende con el tiempo si van más allá de sus propias causas y ambiciones políticas. Visibilizar no es trivializar. La visibilidad mediática es la construcción de la esfera pública, de la semiinteracción mediada, que corre por el debate, por la verdad, regulada por el tiempo.