En la admiración retorcida se va cultivando el resentimiento que conduce al odio; y desde estos grises y oscuros efluvios que espantan virtudes, se contamina y gangrena el entorno, se seduce desde una “causa”, a veces desde el discurso fluido que ensalza y justifica el crimen convenciendo y fanatizando, igual que aquella carpintería propia de los que las neuronas no les alcanzan para ver más allá del día a día, como aquel personaje que junto a sus paniaguados se dispuso imponer su hegemonía mediante prácticas que burlaron siempre las normas internas y los pactos alternativos dirigidos a salvar al PLD, que hundió el 6 de octubre con el “madrugonazo del sur” y otras triquiñuelas de mayor sofisticación.
Así, dos días de votación no fueron suficientes. Al voto de madrugada, fuera del tiempo legalmente establecido, hubo de agregarle -aquel personaje que no nombro- el componente electrónico: la alteración del proceso que intentó repetir en las elecciones municipales bajo la ¿complicidad? de los responsables de conducir el certamen. Para él aquellas acciones eran de vida o muerte porque debía entrar al juego de suplir su mediocridad con atajos y conspiraciones constantes -como hizo siempre- sabedor de que, como todo mediocre, son su único camino al “éxito”. Pero como siempre termina este tipo de individuos, ahí está, como estopa que el proceso dialéctico va dejando en el pretérito, sin huellas históricas, pero como diseñador de una imagen asociada a la corrupción estructural con dirección centralizada desde el Estado y esparcida por toda la sociedad.
Lo lamentable es que pudo seguir siendo parte del proceso de transformación, pero dio rienda suelta a su naturaleza, confiando en sus añejos trucos sin reparar en que su escasa inteligencia -más que obvio- le impedía medir el impacto histórico de sus acciones; de ahí que sus trampas son hoy el residuo de su “gloria”. Por ello como en el período de gobierno 2000/2004 los yerros de los actores del proceso político sirvieron para que estos se convirtieran en instrumento para reencausar al país hacia la prosperidad, el personaje cuyo nombre no puedo evacuar, se convirtió en vía -que tuvo como víctima a la democracia y la decencia política- para el reencuentro con el rumbo histórico; fue el detonante para la recomposición del escenario político partidario que plantea nuevos retos y responsabilidades de cara al papel que debe jugar la Fuerza del Pueblo (FP) como nueva formación política que surge como negación de lo viejo que se niega a morir para impedir el parto del futuro.
El 6 de octubre de 2019 como un punto de inflexión que puso fin a una lucha interna y descarnada entre las ideas -como fuentes para la articulación de proyectos para la colectividad- y el pragmatismo -en su afirmación del poder como fin en sí mismo- encubierto en “programas” o retóricas que sirven para justificar la toma del control político, sea del Estado o partidario, o el anclaje en él, quedará marcado como el día que abrió la oportunidad para dejar en el pasado las acciones políticas que en el viejo partido negaron el boschismo. Se ha abierto una puerta que la Fuerza del Pueblo debe aprovechar para reivindicar las prácticas e ideas que fue construyendo Juan Bosch desde la incursión en la literatura hasta su militancia partidaria en las que mostró sensibilidad social y compromiso con su pueblo.