A pesar del gran potencial que tiene el país en cuanto a los recursos naturales, para el desarrollo de la industria pesquera, lo cierto es que esta actividad ha estado relegada a un segundo o tercer plano, siendo conservador. Su comportamiento ha sido muy inestable, con altas y bajas, lo que no le ha permitido un despegue definitivo que sea capaz de producir un balance positivo en cuanto a las importaciones y exportaciones de los productos pesqueros. Es por ello que en la actualidad el país importa cerca de US$100 millones en pescados y sus exportaciones son inapreciables. 

La industria pesquera, puede provenir de dos fuentes, la captura o pesca y la acuicultura (o también acuacultura), esta ultima actividad se inició en el país en la década de los 50, por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuando se estableció la primera finca experimental en Nigua, San Cristóbal.

Echando un vistazo a lo que sucede actualmente con la industria pesquera, específicamente con la acuicultura en el mundo y en particular en Latinoamérica y el Caribe, se destacan los siguientes aspectos: 

A nivel mundial, encabezan la producción pesquera China, Indonesia y La India, tal como se aprecia en el siguiente cuadro:

  1. Pescado incluye peces, crustáceos, moluscos y otros animales acuáticos.

Entre estos quince países se obtiene el 74.4% de la producción mundial de pescado y son en orden descendente, Indonesia, Japón, México, Corea del Sur y Estados Unidos los cinco países con las mayores flotas pesqueras del mundo.

La producción mundial de pescado fue estimada por la FAO en 179 millones de toneladas en el 2018, de este total 96.4 millones corresponde a pesca de captura y 82.6 a la producción acuícola.

La importancia de la acuicultura es tal, que de acuerdo con la FAO, en el año 2009 la acuicultura proporcionaba el 81% del marisco, el 76% del pescado de agua dulce, el 69% del salmón y el 42% del camarón que se consume en el mundo, generando empleo para nueve millones de personas y destacando que la acuicultura es el sector alimentario que crece más rápido en el mundo: un 7% por año, respondiendo por más del 50% de los peces para el consumo humano y se estima que la pesca y la acuicultura constituyen el medio de subsistencia para 540 millones de personas en el mundo, el 8% de la población mundial.

Mientras tanto, en Latinoamérica el panorama es el siguiente: 

La producción pesquera está representada principalmente por los siguientes países:

Por otra parte, la República Dominicana junto con Honduras ocupaban las últimas dos posiciones en la producción pesquera de captura, con 13,542 y 10,600 toneladas respectivamente en el año 2018 y en cuanto a la acuicultura en el país solo se produjeron 2,500 toneladas en ese año (FAO). 

Lo preocupante de la producción pesquera del país, es que la misma ha permanecido estancada en los últimos años, tal como se puede apreciar a seguidas:

 

Lo mismo sucede con la acuicultura, que a pesar de que ya en la década de los 80 operaban en el país unas 67 granjas acuícolas (Situación de la Acuicultura en la República Dominicana, importancia, perspectivas y estrategias de investigación, IDIAF) con una producción cercana a las 500 toneladas, cuarenta años después solo se haya incrementado a unas 2500.

Indica el citado estudio que en la década de los 80, esta actividad tuvo un gran despegue, gracias a las facilidades crediticias del Banco Central, a través de su departamento FIDE, del Banco Agrícola y del Banco de Reservas, así como a la promulgación de la ley 409 de protección e incentivos a la agroindustria. (pág. 13).

Todo esto se perdió en la década de los 90, cuando desaparecieron los incentivos de la ley 409, la falta de financiamiento, los altos aranceles aduanales y la falta de asistencia técnica a los productores.

Entendemos que, dada la importancia de este sector, que además presenta magnificas oportunidades de inversión, parecería conveniente que el estado dominicano, mire hacia el pasado, hacia la década de los ochenta y promueva los factores que determinaron que en esos años este sector iniciara un desarrollo vertiginoso que se vio tronchado principalmente por las causas indicadas.

Tomando en cuenta, además la demanda creciente de pescado a nivel mundial (La FAO estima que para mantener el consumo per cápita actual de pescado, para el año 2030 la acuicultura deberá producir 28,8 millones de toneladas más al año), la demanda insatisfecha de pescado en el país, nuestros recursos naturales, la disponibilidad de técnicos calificados en esta actividad, solo faltaría el apoyo estatal para incentivar que el sector privado realice las inversiones correspondientes.