De cada 100 adultos en los Estados Unidos 2 están en prisión.

Es una industria que mueve más de $800 billones al año. ¿Lo sabías?

Esto no incluye el gasto de los familiares de los que están detrás de las rejas, los cuales tienen que “invertir” en viajes, viáticos, llamadas telefónicas, etc. etc. etc.

Los Estados Unidos representan el 5% de la población mundial, sin embargo, tiene más del 25% de la población carcelaria del planeta. Setenta millones de estadounidenses tienen o han tenido records criminales y el 90% de los crímenes son cometidos por reincidentes que han estado previamente encarcelados.

De acuerdo con el primer censo carcelario, llevado a cabo en el 1984, uno de cada nueve reclusos, es decir más del 12% de la población carcelaria total, está cumpliendo cadena perpetua ¡más de 200,000 presidiarios que hay que mantener de por vida! La población total sobrepasa los dos millones de presidiarios.

Esto representa un gasto monstruoso, si lo proyectamos al futuro inmediato. De ahí que el ex gobernador de California (uno de los estados que más prisioneros alberga) declarara durante su mandato: “La única salida para los que hayan cometido crímenes, es salir de aquí en una caja de pino”.

Creámoslo o no creámoslo, el estado con más condenados a cadena perpetua en los Estados Unidos es el estado de la Florida (casi 10,000).

El 51% de la población carcelaria es afroamericana (uno de cada tres). El número excede  la cantidad total de esclavos que había antes de la Guerra Civil (1865).

El 26% es hispana. Son cifras casi iguales a las estadísticas de las fuerzas armadas, donde el 70% de los soldados proviene de estas minorías. Es decir, que los que están recibiendo las balas en el frente de batalla en nombre del país pertenecen a estas “minorías”. En Irak y Afganistán han muerto cerca de 7,000 soldados y han herido a más de 20,000.

¿Qué conclusiones podemos sacar de estos datos? La primera es que los proyectos de rehabilitación carcelaria, tanto a nivel federal como a nivel estatal y municipal, son muy deficientes. Se dice que las cárceles son centros de entrenamiento para delinquir y que los encarcelados salen peor que cuando entraron.

Otra conclusión es que son los más pobres los que están en las cárceles, debido a la injusticia y a las condiciones infra humanas que abundan en las calles. El caso de Fergurson, Missouri, y de Baltimore, Maryland, no son más que una muestra, además de ser ilustraciones de violencia racial de parte de las autoridades.

James Kilgore, en su libro “Understanding mass incarceration” (Entendiendo el encarcelamiento masivo), afirma que ingresan más jóvenes a prisión al año que a las universidades y que existe una “pipe line” (una línea directa) entre las escuelas y las cárceles en los EEUU donde la mayoría de los reclusos son droga-adictos y han sido previamente condenados por narcotráfico.

De ahí que el Senador Bernie Sanders, uno de los pre-candidatos en las primarias, haya dicho que “esta situación es intolerable”. “Los que mueren en el campo de batalla defendiéndonos en guerras injustas no declaradas, son los mismos que pueblan nuestras cárceles. Esta es una situación totalmente injusta”. “Necesitamos más universidades que cárceles”, es uno de sus lemas principales.

Los medios noticiosos, como siguiendo al unísono instrucciones interesadas, apenas mencionan el nombre de Bernnie Sanders, a pesar de que está arrollando en las primarias entre los votantes jóvenes y la clase trabajadora.

Por otro lado, el negocio de las “cárceles privadas”, administradas con fines comerciales, parece ser uno de los más rentables. El 9% de las cárceles son privadas y pertenecen a corporaciones con fines de lucro (CCA-Correction Corporation of America).

¿No será por eso que los medios de comunicación ignoran a Bernie Sanders?

No olvidemos que los medios, como los grandes bancos, están al servicio de las megas corporaciones que controlan al mundo.

“Amnistía Internacional”, en nombre de los derechos humanos, le ha pedido al gobierno estadounidense una investigación exhaustiva sobre la inseguridad existente en las escuelas y su conexión con la violencia y la delincuencia entre los jóvenes. Lo mismo ha pedido el “Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación y Discriminación Racial (UNCERD), sugiriendo un estudio comprensivo sobre el encarcelamiento alternativo, evitando así que tantas familias se queden sin la presencia paterna, debido al encarcelamiento masivo de sus padres, a veces por crímenes no violentos.

En una sociedad de clones, de I-pads y de I-pots, como en la que nos ha tocado vivir, con programas televisivos de violencia generalizada y de juegos de guerras  ficticias, el comportamiento de nuestros jóvenes es un “feedback” (retro-alimentación directa), una especie de reflejo holográfico del “entrenamiento electrónico” del que son víctimas propiciatorias.

Eric Holder, ex secretario de Justicia (Attorney General) expresó en una ocasión:

“La encarcelación de nuestros ciudadanos es para rehabilitarlos, no para almacenarlos y olvidarnos de ellos en las cárceles”.

Esos 800 billones de dólares al año que representa el negocio carcelario, está siendo envidiado por algunas empresas privadas, con las cuales se pueden firmar jugosos contratos millonarios (cocinas, farmacias, comida rápida, etc.), hasta el punto de que, como en el caso de las escuelas “chartered“(escuelas privadas pre-contratadas), se está hablando de privatizar las grandes cárceles, arrendándolas “for profit” (con fines de lucro), convirtiéndolas en “industrias privadas”.

¿Cuándo le llegará el turno a las cárceles dominicanas?