Pido personal disculpa por mi egoísmo y atrevimiento. No siendo historiador para narrar con precisión y encanto hechos históricos conocidos  y no poco complejos, no he podido evitar  sentirme cada vez más obligado que nunca, cada año,  con la llegada del 22 de noviembre, sintiendo en mi ser   mi alma  alborozada  por esas gotas de sangre que corren con orgullo por mis venas y me veo en las rodillas de mi inolvidable abuelo, Gabriel,  asido a la Biblia,  contándome cosas,  quien arribara   a esta tierra bendita a finales del Siglo XX con su padre, Jose Antonio Scheker, Fundador Presidente del primer  Centro Social Libanes,(hoy Club Libanes – Sirio – Palestino Inc.) donde todos los domingos en la tarde se reunían en su casa (El Conde casi esquina Espaillat) los emigrantes para contar sus guitas, entretener sus ratos de ocio con  diversos juegos y, especialmente,  con la loable intención y propósito de acercarse y ayudarse los unos a los otros mutuamente,  y procurar medios de trabajo y orientación a los nuevos inmigrantes.   

LA INMIGRACION LIBANESA.  ANTECEDENTES

Hagamos un breve bosquejo del pasado. Millares de emigrantes árabes, libaneses en su mayoría, se vieron obligados  a abandonar la tierra de sus antepasados en búsqueda de  un mejor destino cargando con la nostalgia y el dolor inmenso  de alejarse de los suyos:  la familia,  los amigos, los cedros venerados,  sus fértiles llanuras, los ríos y su mar de pescadores que bordean sus costas y abre el comercio y el turismo al ser ocupada  su patria  amada por el poderoso  Imperio Otomano.

El intelectual libanés Mikhael Nouaime, citado por mi padre en su conferencia “Evocación de las Emigraciones” nos dice: “Despojado el Líbano de las llanuras de la Bekaa y de Akaar, de sus ciudades costeras, no quedaba más a los libaneses que arrancar el pan de las rocas de sus montañas, ya que los únicos recursos vitales que le restaban era el comercio de la morera, del olivo, de la vid y el cultivo de los granos,  habiendo sido  privados  de la regiones más fértiles y del gran puerto de Beirut  que dependían  directamente de  la Sublime Puerta” viéndose  obligados a  emigrar masivamente por medios inclusive ilegales   ante la prohibición de  salida y el despojo de sus bienes materiales,  atravesando el mar en pequeños barcos y precarias embarcaciones con escasos recursos económicos.”

Así llegaron  a América y particularmente a la  República Dominicana  nuestros inmigrantes a finales del Siglo XIX, para poder sobrevivir  contaban con su innata inteligencia, su habilidad e ingenio creativo– “La necesidad crea  la astucia” (proverbio árabe) iniciándose en su mayoría como buhoneros en pequeña escala, tocando puerta por  puerta de gente humilde habitante de comunidades  rurales ofertando su variada mercancía a buenos precios y  facilidades de pago,  ganando   reputación de personas honestas  de fino trato  aumentando  fama y prestigio   la medida que sus obras y bonhomía se iban conociendo. Como diría el historiador sueco Harry Hoetink, en su libro El Pueblo Dominicano 1850-1900, “La colonia árabe (y destaco la libanesa) distinta a otras comunidades ha contribuido grandemente al ornato de la ciudad de Santiago” y lo mismo pudiera decir de cada lugar  donde el libanés se asentaba  a  lo largo y ancho de esta media isla, sin dejar de socorrer al  El Líbano de sus amores ante cualquier  adversidad o conflicto, solidariamente.    

LA  LUCHA POR SU INDEPENDENCIA   

Sobre la lucha por su independencia me atengo a lo reseñado por el historiador   Jacques Nantet, en su libro Historia del Líbano, para referir los acontecimientos más notables que precedieron a la caída del Imperio Otomano y,   posteriormente al reparto de las potencias europeas (Inglaterra y Francia) del vasto territorio ocupado por los turcos, él nos dice:

“El convenio secreto Sykes- Picot de 1916,  suscrito por los  representantes del Reino Unido de Inglaterra y de Francia  no era lo que se decía ser. Lo que realmente ambicionaba era poner bajo su tutela y control el mar Mediterráneo y los países de Medio Oriente ocupados por el Imperio Otomano que  había extendido su dominio por  lejanas latitudes inclusive  África, y Asia al término de  la Primera Guerra Mundial (1914-1916) que termina con el triunfo  de Francia  e Inglaterra y países aliados: Rusia, Grecia, Italia,  Japón y  Estados Unidos de América.

El Tratado de Versalles (1920)  estableció que “Los países árabes, bajo el dominio del imperio Otomano,  podían ser reconocidos  provisionalmente como independientes, sujetos a la prestación de ayuda y consejo de un Estado que asumía el correspondiente  mandato.”

“Los mandatos recibidos,  otorgados formalmente por la Liga de las Naciones (1922) lo que perseguían, como se ha dicho,  no era liberar a esos países árabes de la opresión del Imperio Turco, sino dirigir,  administrar y obtener ventajas políticas, comerciales y económicas de ese dominio confiriendo al Alto Comisionado  “el derecho de ocupar cualquier punto estratégico  en la eventualidad de cualquier situación que amenazara la seguridad de los aliados” lo que constituía una restricción y amenaza  contra esos pueblos.

LA INDEPENDENCIA DEL LIBANO  

La Segunda Guerra Mundial, (1939-1945)  creó las condiciones políticas económicas y sociales  que  condujo con su estallido a cambios geopolíticos y económicos históricos  de los que no podían sustraerse los pueblos árabes  expoliados por los gobiernos de Inglaterra y Francia, dividido el Medio Oriente en sendas franjas simétricas: Franja A, que comprendía Siria y El Líbano, bajo el protectorado francés;  Franja B, que incluía Jordania, Irak y Palestina, bajo el mandato de Gran Bretaña. “Francia ocupaba una posición más débil que Gran Bretaña y la presión sobre ella fue más intensa” nos dice en su obra “Historia de los Árabes” su celebrado autor Albert Hourani.

Las viejas rencillas y diferencias existentes entre Siria y el Líbano, de orden religioso, cultural y económico se puso de manifiesto cuando “Francia accede a la presión del Rey Faisal y pone al Líbano bajo la dependencia de Damasco. Los políticos de Beirut, en Damasco, supieron  aprovechar  la disputa de las dos potencias invasoras, ingleses y  franceses libres,  cuando se lanzaron a la acción militar en Siria y El Líbano,  el 8 de junio de 1941 logrando  conquistar, dos años después de dura lucha la  independencia total de ambos países sin las limitaciones de los acuerdos impuestos.

Como bien señalara Juan Bosch en su libro Breve Historia de los Pueblos Árabes “siendo dicho pacto hecho totalmente de espaldas a los árabes, los árabes no tenían por qué cumplir  un pacto en cuya elaboración ellos no habían intervenido.”

El General Charles De Gaulle, jugó un  papel estelar. Hábilmente consciente de la situación creada, encontrado  una salida política satisfactoria en junio  1943 cuando encomienda a la Cámara Legislativa del Líbano bajo su protectorado, organizar entre sus diputados  cristianos y musulmanes unas elecciones para elegir a su  Presidente de la República, resultando electo, de manera abrumadora, el 21 de septiembre de 1943 el congresista  Bechara El Khoury, cuya primera disposición como Presidente Bechara  fue  revisar  y modificar la Constitución imperante para adaptarla a los postulados de un gobierno democrático, independiente  y soberano.

Depuesto y encarcelado, la reacción del nacionalismo libanés no se hace esperar “Si se trata de hacernos progresar solo se puede partir de la autonomía para llegar a la independencia total”   logrando en efecto  la  restitución de su Presidente gobernante y  “un acuerdo de paz que garantice un régimen de  gobierno preceptor de las   libertades públicas y privadas y  los derechos fundamentales de la persona.”    

Un día 22 de noviembre del año 1943 se firma  oficialmente la proclama que declara  la Independencia del Líbano que pone término al mandato Frances e inicia una nueva etapa de su historia.

Jacques Nantet nos relata: “En ninguna parte del mundo se halla historia tan larga y sostenida,  continuamente animada  por el mismo  espíritu de un pueblo que, en el curso de siglos,  ha conocido toda clase de vicisitudes y  ha salido airoso. Que nunca será doblegado porque  lo que constituye el  elemento esencial en la vida de un pueblo son las artes,  las letras,  las ciencias, herencia de los fenicios que inventaron la escritura, el arte de la navegación para conquistar los mares y del comercio para extender y consolidar su riqueza.

No poca lucha, sudor y sangre ha costado ese sueño.  Tiempos difíciles le ha tocado vivir a este  orgulloso pueblo descendiente de los fenicios,  sabiendo defender con gallardía su libertad y su independencia contra las infaustas agresiones y ataques impiadosos de países vecinos.

EN RESUMEN

La importancia que reviste el establecimiento de libaneses  en países de América Latina -particularmente en República Dominicana-  nos dice Jacques Nantet, “merece ser estimada en su justo valor … El aporte del Libanes es en verdad singular. En el campo de las carreras liberales, el libanés ha sido modelo de adaptación, de integración, y de conciencia profesional, al mismo tiempo que en la práctica de los negocios ha sabido mantener y desarrollar el sentido ecuménico que es hoy en día tan necesario para el incremento de la riqueza presente y para su expansión en el futuro.”.

Los libaneses llegados a esta tierra, “gracias a su buena voluntad, sinceridad y su perseverancia en el trabajo punto de partida de  una maravillosa epopeya que  elevaría  a nuestros emigrantes, a  sus hijos y descendencias  a los más elevados cargos públicos, incluyendo el actual Presidente Luis Abinader,  siendo notable el éxito alcanzado por nuestros empresarios en diversos sectores de la industria, el comercio,  la agroindustria,  la banca,  así como en la política, el deporte,  el arte,  la educación y la ciencia  para el bienestar general y  desarrollo sostenido del pueblo dominicano  manteniendo indisolubles generación tras generación los lazos de confraternidad,  lealtad y gratitud, destacándose por  sus  significativos aportaciones  y su conducta ética ejemplar, sin olvidar  su otra  tierra de sus amores la Madre Patria, nunca, jamás olvidada.

CONCLUSION

Orgulloso de su raza , de sus creencias,  de su cultura, su idioma, su  estirpe,   identificados   plenamente con los valores patrios de esta tierra generosa y hospitalaria,   la comunidad libanesa ha ganado   como fresco  rocío, el aprecio, la gratitud,  el respeto  y  cariño  del pueblo dominicano,  gracias  a su  tesonero esfuerzo,  su  innegable inteligencia,  su   trabajo digno yhonesto y especialmente su amor por la familia y por la Patria que viene a ser su amor por la vida misma.