A pesar de lo mucho que se ha discutido sobre las primarias, gran parte de la atención de la opinión pública solo se ha centrado en la constitucionalidad o no de que la ley establezca primarias abiertas, simultaneas y obligatorias para los partidos. El debate jurídico ha sido intenso y, no obstante las fuertes e inusuales descalificaciones entre los bandos de juristas, lo cierto es que el mismo ha sido sumamente provechoso, como bien demuestra ese exquisito compendio de ensayos sobre el tema, intitulado “Constitución, primarias y Ley de Partidos” y auspiciado por el excelente iuspublicista José Alejandro Ayuso y su Fundación Equidad, que quedará para la historia, la academia y la doctrina, pues ahí están magníficamente plasmadas las posiciones de quienes consideran estas primarias inconstitucionales y las de aquellos que, como es mi caso, entendemos que son perfectamente constitucionales.

Sin embargo, la discusión ha sido excesivamente cáustica en virtud de una perniciosa “hermenéutica de la sospecha”. Y es que, como bien señala Thomas Sowell, "es asombroso cuánta gente piensa que puede responder a una discusión atribuyendo razones ocultas a aquellos que no están de acuerdo con ellos. Usando este tipo de razonamiento, usted puede creer o no creer en nada, sin tener que molestarse en lidiar con los hechos o la lógica".

Que el debate se haya focalizado principalmente en la constitucionalidad o no de las primarias ha sido un evidente triunfo político y mediático para aquellos sectores políticos que han querido poner la cuestión, en un risible e insostenible remedo de Luigi Ferrajoli, en la “esfera de lo indecidible”, de modo que la mayoría no se atreva a decidir sobre el tema, asumiendo así la estrategia gramsciana de la “guerra de posición",  basada en la conquista de los espacios de la sociedad civil, que permiten construir así una hegemonía cultural anti primarias abiertas. Todo ello ha conducido a soslayar lo clave en la adopción de las primarias abiertas: la revolución democrática que producen. Precisamente, la historia de los partidos en la República Dominicana ha sido -desde la precursora iniciativa en 1976 del visionario José Francisco Peña Gómez en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de unas primarias en base a convención de delegados, pasando por la famosa “formula de los 13” de José Ovalle, hasta la actualidad en que se le concede el derecho de participación al universo de militantes del partido- la de la paulatina pero progresiva ampliación del derecho de participación de los ciudadanos en los procesos internos de los partidos.

Los problemas intrapartidarios han surgido porque los partidos son totalmente incapaces de gestionar con trasparencia y equidad sus padrones. A esto se suma que cuando se han celebrado primarias “semi-abiertas”, como fue el caso del PRD en 2011, estas no han sido simultáneas, lo que sí permite la fraudulenta participación de militantes de otros partidos. De manera que los fraudes se producen no porque se celebren primarias abiertas sino porque estas no son simultaneas y porque mientras los partidos tengan el control del padrón y este sea cerrado, por más control que tenga la Junta Central Electoral (JCE) en estos procesos, los fraudes seguirán ocurriendo.

Lo curioso es que tanta gente que dice creer en la democracia se oponga a las primarias abiertas. Algunos han sido tan inconsistentes que han pasado de apoyar las primarias abiertas a estar en contra de ellas, como es el caso de la plana mayor de la Corriente Mayoritaria del PRD (hoy Partido Revolucionario Moderno), que presentaron en 2013 al presidente Danilo Medina una propuesta legislativa que establecía que “la organización y dirección de las primarias para la elección de los puestos de elección popular de los partidos o agrupaciones políticas serán realizadas simultáneamente el mismo día por la Junta Central Electoral”, tal como reveló un antiguo miembro de esa tendencia, Héctor Guzman (El Caribe, 19 de abril). Si triunfa lo que es “políticamente correcto”, es decir, llevarle la contraria a la franja super mayoritaria del Partido de la Liberación Dominicana encabezada por el presidente Medina, a la fuerte tendencia de Hipólito Mejía dentro del PRM, y al PRD liderado por Miguel Vargas, se prolongaría el status quo de procesos internos manipulados mediante padrones secuestrados por la alta dirigencia y compuestos de vivos y muertos. Ojala que la mayoría de la Cámara de Diputados se atreva y de un paso trascendental a favor de la democratización interna partidaria aprobando las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias.