En mi septentrional y atlántica Puerto Plata dicen que: “Quien sale es quien hace el viaje” y que: “Quien manda no va”. Pura sabiduría popular para indicar que en el proceso de una estrategia planificada, al momento de aplicarla, pueden incidir variables que tornen a direcciones u objetivos antes no definidos, pero probables.

Robert H. Strotz (1956), economista de la Escuela de Chicago, fue quien probablemente desarrolló el primer estudio moderno de las opciones que varían en el tiempo, dicho de otra forma que son preferencias inconsistentes.  En virtud de sus planteamientos, se ha definido el problema de la inconsistencia dinámica o intemporal como un desacuerdo en la visión del individuo actual y la visión del mismo en el futuro, sobre cómo actuar en un estadio posterior (futuro). Para enfocar la inconsistencia se plantean dos vertientes básicas de estudio: el de la consistencia en la toma intemporal de decisiones y el de las estrategias creíbles.

La primera se centra en documentar y analizar el hecho de que los seres humanos no pensamos de manera consistente en el tiempo.  Experimentos han demostrado que somos inconsistentes cuando medimos el costo de esperar. Estaríamos dispuestos a pagar un sobreprecio, con tal de no esperar un año para recibir un producto, sino recibirlo inmediatamente.  Pero no estaríamos dispuestos a pagar el mismo sobreprecio, si en vez de esperar seis años recibiríamos el producto en cinco años. Es decir, esperar el mismo  lapso, un año, pero más tarde.

La segunda de las vertientes es el estudio de estrategias creíbles, que se centra en aspectos de políticas públicas, competencia estratégica y financiamiento de la inversión.

Posteriormente, Finn E. Kydland y Edward C. Prescott, premios Nobel en economía (2004), en 1977 publicaron en el Journal of Political Economy un trabajo en el que tocaban el término de la inconsistencia dinámica en la política monetaria. Indicando como los políticos asumían la promesa de reducir la inflación, pero luego actuaban en sentido contrario al percatarse de que asumir políticas restrictivas la economía podría responder con una disminución de la tasa de empleo, desaceleramiento del consumo y lógicamente del gasto, lo que resulta políticamente impopular. En síntesis, el concepto se basa las diferencias (inconsistencias) que se generan entre las intenciones manifestadas y las decisiones adoptadas por las personas. El enfoque de Kydland y Prescott  ha sido utilizado para introducir el sistema de “objetivos de inflación,” tendiente a lograr objetivos definidos dentro de un marco de mayor transparencia. El punto es que un mayor conocimiento de la realidad ayuda a los gestores de la política monetaria (Banco Central) a controlar la inflación dado a que limita sus propias acciones en el tiempo. Estar arriba de la meta obliga al banquero central a subir las tasas y le ata las manos en el futuro. Con este mecanismo para hacer las acciones del Banco Central consistentes en el tiempo, es mucho más fácil lograr que los agentes crean que la inflación va a ser baja, por lo que efectivamente planean tener precios estables y así se logra, con relativa facilidad, una inflación baja.

Para 1999, George Loewenstein y Shobana Kalyanaraman publicaron un experimento, en el ámbito de la psicología social, que planteaba el escenario siguiente: La facilitación gratuita del alquiler de películas a un grupo de individuos, entre las mismas se establecieron dos tipos las de corte intelectual y las de puro entretenimiento. Al elegir, como opción inmediata, la mayoría prefería las películas con temas livianos o entretenidos. Pero, al optar por aquellas para verlas luego, la decisión usual fue por las de contenido. La inconsistencia dinámica se relaciona con la variación de los criterios de decisión según su proyección temporal. En el largo plazo se anteponen los objetivos ambiciosos que en el corto plazo se es incapaz de cumplir porque se prefieren opciones más placenteras. De aquí que, la vida puede ser un compendio de inconsistencias, vale el ejemplo de pagar por un bien que al fin y al cabo no le da el uso de su precio o simplemente no se llega a utilizar. Existen casos en los que personas adquieren ropas de talla inferior porque están seguras de que dentro de unas semanas habrán perdido peso por el régimen de dieta que “iniciarán el lunes que viene”, pero ese día el propósito se pospone por razones “justificadas”, usualmente buen sustentadas por responsabilidades imprevistas que impiden mantener la consistencia. Allí se forja el proceso dinámico justificativo.

Es importante que en estos tiempos de raudos cambios las organizaciones sean flexibles, pero no en la esencia ética y moral de sus planes. Es fundamental tomar en cuenta la inconsistencia dinámica o intemporal por lo nocivo de sus consecuencias, pues puede implicar pérdida de credibilidad y con ello afectar el riesgo reputacional, que implica el socavamiento del grado de confianza de clientes potenciales y preexistentes, proveedores, supervisores y reguladores.

En el caso del Riesgo de Cumplimiento, el tema de la inconsistencia dinámica puede implicar graves riesgos para las empresas, si éstas vulneran el objetivo de los procedimientos para lograr negocios y mejorar la competitividad. Las tareas pueden ser modificadas, son los puntos flexibles, pero jamás la meta del cumplimiento, que debe estribar siempre en el respeto estricto a las normas legales, regulaciones y moralmente las mejores prácticas.

La mayoría de las entidades financieras que han sido objeto de sanción por autoridades cuentan con manuales preventivos de excelente calidad, pero sus procedimientos fueron supeditados por otros más ligeros o simplemente fueron obviados para lograr objetivos de negocios importantes. Hay que hacer negocios, las entidades financieras, las organizaciones comerciales deben producir, pues con ello empujan la economía al crecimiento, lo que se debe derivar en el aumento de la producción y la productividad, que como consecuencia debe implicar la expansión de las operaciones, lo que se debe sugerir incremento de ingresos, asensos, la creación de empleos y mayor contribución fiscal. Todos deben ganar. Eso sí, siempre al amparo de lo legalmente establecido y de lo que se asuma como mejores prácticas ante el compromiso moral para con la sociedad.

Finalmente, vuelvo a caer en el axioma de que la regulación es importante y básica, pero la supervisión es vital, pues “Quien manda no va”, pero el viaje se debe hacer y no termina en un destino, pues se debe seguir produciendo más, con mayor eficiencia, pero siempre cuidando las formas.