Desde que el presidente Luis Abinader llegó al poder en el mes de agosto del año 2020, han sido varios los escándalos de corrupción que han sido noticia, los cuales  han causado la suspensión, destitución y hasta sometimiento a la justicia de funcionarios públicos. La primera suspendida y luego destituida fue la ex ministra de la Juventud, Kimberly Taveras. Más adelante estuvo también la Operación 13 que involucró al director de la Lotería Nacional y otros empleados de la institución. Recientemente tenemos el caso del director del Instituto Postal Dominicano (INPOSDOM), Adán Peguero, quien ha sido suspendido y está siendo investigado por la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (PEPCA). La pasada semana nuevamente el Ministerio de la Juventud estuvo en la palestra, ya que fue cancelado su Consultor Jurídico, quien a su vez denunció irregularidades en ciertas compras realizadas por ese ministerio.

En fin, han sido diversos los casos que han provocado la atención de la sociedad por el aparente mal manejo de la cosa pública. Este gobierno tiene apenas 15 meses y sabemos que hechos de este tipo continuarán sucediendo, puesto que no se trata de la culpa de un gobierno o del otro. Se trata en gran medida de los antivalores que se han apoderado de la sociedad dominicana y del poco orgullo que tenemos como dominicanos de hacer las cosas correctamente. Muchas de las personas que ingresan a la política o a trabajar en el Estado lo hacen con el único objetivo de mejorar sus condiciones económicas, sin importarles lo que esto impliqué. Por tanto, cuando están fuera del Estado son alegres criticando y denunciando, sin embargo, cuando tienen la oportunidad de ocupar una función pública replican las conductas que tanto criticaron.

Por lo planteado anteriormente es que la principal tarea, tanto del gobierno, como de la PEPCA es trabajar en que haya un régimen de consecuencias contra aquellos que pretender ejercer su función pública al margen de la ley. Peor que la corrupción, es la impunidad, pues esta legitima acciones que deberían ser sancionadas. La impunidad ha sido la que tanto daño nos ha hecho y la que ha permitido que a través de los años tengamos funcionarios corruptos que se hacen millonarios de una manera grosera sin tener que rendir cuentas de ningún tipo y mucho menos enfrentarse a la acción de la justicia.

La República Dominicana está viviendo un momento histórico trascendental en esta lucha para acabar con la impunidad. Una lucha que ya tiene varios años y que, a través de distintas manifestaciones, como lo fue en su momento la marcha verde, se ha encargado de dejarle claro a nuestros políticos el nivel de hartazgo que tenemos respecto a que no sean condenados aquellos actos de corrupción que terminan hundiendo las esperanzas de todos los dominicanos y perpetuándonos como un país del tercer mundo.

La salida a la luz pública de los casos de corrupción de este gobierno, las investigaciones realizadas por la Dirección General de Contrataciones Públicas, los sometimientos de la PEPCA, no debe el gobierno interpretarlas como derrotas o como muestras de una mala gestión. Por el contrario, deben servirles como motivación para continuar ejecutando acciones que demuestren que tienen la intención de lograr un verdadero cambio. La corrupción no es posible erradicarla, existe en todos los países del mundo. Ahora bien, de la única forma que podemos disminuirla es si existe un verdadero régimen de consecuencias contra aquellos que deciden ser corruptos. Solo de esa manera las personas entenderán que ir al gobierno u ocupar un cargo electivo no debe ser visto como una inversión para multiplicar sus bienes. Solo actuando de esa forma este gobierno cuando llegue a su final podrá ser evaluado de manera positiva, ya que, si se convierte en un abanderado de la impunidad, podrá hacer muchas otras acciones en beneficio del país y pasaran de todas formas al zafacón de la historia.

Finalmente, culmino mi columna del día de hoy haciendo un llamado que en otras ocasiones he hecho y que no me cansaré de hacerlo. Es hora de que como dominicanos empecemos a sentir orgullo por hacer las cosas correctamente. Es hora de que empecemos a pensar más en la colectividad y no de manera individualista. Dejemos de fijarnos en lo que el otro no hace o hace mal y preocupémonos por hacer nosotros las cosas bien desde la posición en que nos encontremos.