A veces una batalla lo decide todo,

Y a veces la cosa más insignificante,

Decide la suerte de una batalla.

Napoleón.-

La impúdica sociedad, perversa e hipócrita desde que el mundo es mundo; la misma degradada encubridora de los desvaríos de los Césares y Procónsules, al parecer, es lo único en la tierra que no evoluciona. Tener la suerte o maldición de poder leer aquellas cosas que se encuentran perdidas en cualquier oscuro y olvidado rincón, sótano, caja fuerte o bóveda de seguridad, perteneciente a algún acomodado mortal, ubicada en una vieja ruina o “Santa Iglesia”, donde siquiera los enclaustrados se interesan por salir del corral que le han hecho creer contiene la verdad, en realidad, se encuentran secretos malvados de “apostolados”; “predestinados”; “líderes” y demás encumbrados con nombradías y cuyos hechos se han repetido desde hace siglos. Pero la sociedad los oculta, y a la vez los repite una y otra vez, siempre detrás de espesos cortinajes inimaginables para los demás mortales. Y esto no es raro ni extraño para muchos, porque estos actos malvados; traicioneras alianzas y componendas, forman parte inherente del basural donde se desenvuelve  la vida en sociedad.

La trama para asesinar a fulanito, ahí se encuentra; los que armaron el rebú en el Congreso, ahí se encuentra; cuánto costó el que perencejo se fuera para el lado de fulanito, ahí se encuentra; la aprobación del contrato en exclusividad para el hijo del Designado, ahí se encuentra; del cómo se hizo millonario el hijito prodigo antes de los veinte sin haber heredado un solo centavo, por igual, ahí se encuentra; cómo obtuvieron zutanito y perencejo los puestos de mando, ahí está clarito, en fin, todo está en esos manuscritos abandonados en cualquier parte.

Y es que, principalmente, nuestros políticos han descubierto lo que no pudieron hacer de principio los propios romanos, cuyo concepto era que “todo ser humano  es comprable y lo que no se sabe es cuánto vale”, claro, porque cuando eso no existían nuestros avasallantes e insaciables “lideres”, para los cuales no ha existido empache para utilizar el erario inclusive, para hacer que la ciega de la justicia, tenga vista 20-20.

En tanto, este pueblo, siempre ingenuo o pendejo, pone sus esperanzas en designados “predestinados”, a sabiendas de que le pasara igual o peor. Algo parecido a lo que escribió un poeta Polaco en las finales de la Segunda Guerra Mundial, al decir; “Los esperamos Plaga Roja, para que nos salven de la muerte Negra” y no es cuento, es pura realidad que cada día se vuelve más tétrica, pavorosa e intimidante la situación en la cual vivimos. No hay seguridad de nada ni para  nada, porque los políticos lo han contaminado todo, cual si fueran una plaga maldita, llevándonos a decir, como en su ocasión manifestó Publio Cornelio Escipión: “No lo sé, hijo. Volveré cuando vuelva”.

Pero todo pasa porque este pueblo vive sumergido, ¿voluntariamente?, en una especie de “Omertá”, aquella ley del silencio o código de honor Siciliano usado por la Mafia y que prohibía hablar de cosas secretas, so pena de ser ejecutados, pero que hoy, son calladas en base a solapadas amenazas o abiertas indelicadezas para comprar conciencias, algo muy común en las dictaduras disfrazadas de democracia. Son tantas las cosas que se encuentran en esos refugios, sótanos o bóvedas “secretas”, por cierto, muy bien conservadas, que vamos a continuar en otra próxima entrega, quizás conjeturando sobre las cosas que se pueden conservar dentro de las mismas. ¡Sí señor!