Independientemente de si el gobierno estadounidense inicia allí operaciones militares, o sus ya famosas “intervenciones quirúrgicas”, los acontecimientos de los últimos días en torno a Siria están revelando realidades que contrastan con detalles inexactos que han prevalecido en la imaginación popular y en grandes medios de comunicación social. Muchos entendieron, con argumentos a veces convincentes y hasta respetables, que el final de la “Guerra Fría” y la presunta desaparición de la “balanza de terror” creada por la proliferación de armas nucleares en manos de las grandes potencias, conduciría a un mundo casi absolutamente unipolar con predominio estadounidense. Por supuesto que mucho pudiera señalarse en esa dirección, pero un cuarto de siglo después de acontecimientos como el derrumbe del muro de Berlín quizás sea posible evaluar con mayor cautela ese imaginario “mundo unipolar”.

A través de los tiempos, los humanos hemos soñado con esquemas que en cierta forma revelan hasta donde podemos vivir ilusionados. Un mundo sin pobreza, con democracia funcionando perfectamente y en todas partes, capitalismo universal o socialismo internacionalista se encuentran entre las metas más reciente. Tristemente, utilizar categóricamente tales proyectos pudiera acercarnos al disparate. Hemos escuchado referencias a esos esquemas, aunque utilizando ocasionalmente otro lenguaje. En cuanto al dominio y la prepotencia, se olvida que aun cuando el Imperio Romano imponía la voluntad del “Senado y el Pueblo de Roma” sólo podía hacerlo en parte del planeta. En tiempos cuando el Imperio Británico era el mayor, o “no se ponía el sol sobre el Imperio de Carlos I de España y V de Alemania”, todo eso era también relativo y sujeto a matices. La competencia entre imperios impedía cualquier pretensión de dominio mundial, de lo cual dejaron claros testimonios los proyectos de Napoleón Bonaparte, Adolfo Hitler y compañía.

Moviéndonos en otra dirección, el cristianismo se proclama universal y puede serlo por contar con seguidores en casi todos los países, pero en regiones enteras del planeta su presencia numérica es insignificante y por cada cristiano hay en el mundo varias personas que no lo son. Es más, ninguna Iglesia Cristiana tiene ya el monopolio en cuanto a cifras. Las gigantescas Iglesias cristianas de Oriente redujeron su influencia ante los embates del Islam, favoreciendo así las cifras del cristianismo occidental, pero en nuestro tiempo, con las nuevas y más confiables estadísticas que no son siempre de procedencia confesional, casi la mitad de los que se proclaman cristianos no pertenecen a la principal iglesia, la Católica Romana y los protestantes continúan divididos en aspectos institucionales y teológicos. Como esas ilusiones de grandiosidad  o esos grandes temores no mueren, algunos miran hacia otros rincones del planeta y viven convencidos de que el islamismo prevalecerá en Occidente, lo cual no es sino otro “sueno de noche de verano”. Ninguna ideología o sistema de vida prevalecerá por completo, llámese capitalismo, socialismo, neoliberalismo, cristianismo, islamismo o cualquier otra cosa.  Para lograr algo así, sería necesario, tomando prestado el lenguaje teológico, llegar a “la consumación de los siglos”.

Pero el sueño o la pesadilla, alguno de los dos, regresa constantemente. Con toda la plática de las últimas dos décadas y media, el Honorable Señor Presidente de los Estados Unidos Barack Obama no ha podido tomar una decisión unilateral en el sentido más estricto de una unipolaridad fantasiosa. Aun así, es probable que lo haga, pero sin mucho apoyo. A pesar de sus buenas intenciones, y como señaló el colega Ramón Mestre  “se ha extraviado en la niebla de la guerra siria”, es decir, un conflicto interno con repercusiones regionales que pudiera complicarse como sucedió bajo la administración de su predecesor.  Claro que Estados Unidos pudo ocupar entonces a Irak y la Federación Rusa hizo frente a la rebellion de Chechenia, casos diferentes en aspectos específicos, pero acciones polémicas las dos.

El tema de la unipolaridad nos lleva constantemente a las referencias de que Rusia ya no es una gran potencia. Afirmación bastante pregrina por cierto. Claro que no lo es como en los días de Stalin y la posguerra, pero tampoco Estados Unidos tiene el monopolio sobre el arsenal nuclear que era evidente en 1945, cuando Hiroshima y Nagasaki. Acontecimientos van y acontecimientos vienen y el mundo sigue girando sin que un país pueda imponerse por completo, a pesar de bombardeos, intervenciones quirúrgicas o planes de conquista mundial.

Es interesante que se mencione el caso de Irak como demostración de “mundo unipolar”. Es cierto que,  acompañado de una coalición, Estados Unidos, durante la ya casi olvidada Presidencia de George W. Bush, derrocó a Saddam Hussein. Pues bien, además de sufrir un soberano desastre a corto o mediano plazo, situaron en el poder a chiítas que en cualquier momento pueden aliarse con sus correligionarios de Irán,  desataron indirectamente una lucha religiosa entre esos grupos religiosos antagónicos, y hasta provocaron la salida de cientos de miles de cristianos del país.

En este “mundo unipolar” Estados Unidos recibe menos colaboración de sus aliados o amigos que en la época “bipolar”. El Parlamento británico se opone a los deseos de apoyo a Obama del Primer Ministro Cameron. Según pasan los años, resulta más difícil conseguir una coalición. Los intereses de Turquía, Rusia y otros países contradicen los de Estados Unidos. El poco recordado “panamericanismo” de los días de la Guerra Fría ha sido reemplazado por una heteroclita amalgama latinoamericana en la cual nadie sabe en qué dirección va la gran nave del Hemisferio Occidental.

Quizás haya algo de cierto en lo del “mundo unipolar”, pero quisiéramos que alguien lo explicara hasta sus últimas consecuencias. Mientras tanto, esperamos con preocupación los acontecimientos de esta semana y la posibilidad mayor o menor de una nueva guerra regional. Lamentable.