El mensaje de los obispos dominicanos con ocasión del Día Mundial contra la Corrupción no pudo ser más claro, a retomar lo que dijeron hace 40 años como si hubiese sido escrito hoy.

“Es lamentable tener que confesar que, entre nosotros, la corrupción va llegando a adquirir niveles indecibles. Casi todo lo invade y lo que es peor, va obteniendo carta de impunidad y de descaro público. No es algo que se trama a la sombra”, dijeron entonces y recuerdan hoy.

Cuando la Iglesia hablaba así en 1975, tenía a miles de sus fieles (sacerdotes, obispos, seminaristas y catequistas) luchando en calles y caminos contra la corrupción, contra la represión y por la libertad política y de expresión de las ideas, en defensa de la vida de los dominicanos nacidos y por nacer.

Era una Iglesia mucho más militante que la de hoy en defensa de los derechos de los pueblos, especialmente de los más pobres, a los que ayuda a organizar, a capacitarse y los estimulaba a luchar por arrebatar a sus verdugos sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas.

¡Qué lejos están hoy del verdadero pueblo quienes abandonaron a los más pobres en su lucha y los dejaron como ración clientelar de políticos sin escrúpulos que los han hundido más en la miseria y la ignorancia de sus derechos!

Aunque los obispos dominicanos que hoy retoman la denuncia a la corrupción rinden un servicio importante al país, en este tipo de tema se quedan en la palabra y no pasan a la acción.

¿Por qué los obispos dominicanos sacan a sus fieles a protestar en las calles contra el aborto y no lo hacen contra la corrupción?

Estoy dentro de los que creen que la Iglesia que sale a la calle a manifestarse para que se penalice el aborto, debía salir a las calles a reclamar buenas atenciones de salud para las parturientas.

La Iglesia que defiende la vida “desde la concepción hasta la muerte” debía tirar a los fieles a las calles para repudiar el feminicidio-suicidio con su secuela de niños huérfanos cuya calidad de vida es bastante próxima a la muerte espiritual, moral y física.

Por igual, la Iglesia militante en las calles contra el aborto de las mujeres más humildes –las de clase media y alta se hacen cuantos abortos quieran y la Iglesia no se entera porque no es en hospitales públicos- también debía tomar las calles para manifestarse contra la corrupción que se roba la alimentación, la salud, la vivienda, la educación, el empleo, los caminos vecinales, el apoyo a la producción nacional, la dignidad y la honra de todo un pueblo.

La lucha callejera de la Iglesia contra el aborto es un símbolo de su conservadurismo, no una acción afirmativa en defensa de los intereses de todo el pueblo dominicano. Si lo fuera, también estarían en las calles luchando contra la corrupción, el clientelismo, el engaño y el descaro de los políticos.

Vamos a ver si el entusiasmo que inyecta el Papa Francisco a los católicos envuelve a toda la Iglesia dominicana y la defensa de los fieles comienza a hacerse militante por sus problemas más graves, por los que afectan la vida de todos, nacidos y por nacer.

¡Amén!