La llamada “ideología del progreso” fue esa coquetería deslumbrante que levantaron los intelectuales y políticos del siglo XIX americano, bajo la inspiración del positivismo, y que soñaba con convertir nuestras naciones en estados modernos, con grandes ciudades electrificadas, luces de neón, procesos industriales, educación laica, trenes e instancias institucionales de representación. Todos esos aspavientos de las oligarquías liberales del siglo XIX se diluyeron en clientelismo, en corrupción, en espacios de resignificación de un poder de grupo, y en autoritarismo. Lo difícil no ha sido, pues, concebir un espacio urdido para albergar nuestros sueños de progreso, sino el hecho (que Pedro Francisco Bonó destacó en la coyuntura de finales del siglo XIX dominicano) de que la coartada del progreso trae juntas la racionalidad y lo que la amenaza, por lo que no se puede convertir en realidad una modernidad que, al mismo tiempo, reproduce sus taras premodernas.

Si el presidente me pudiera explicar esta ecuación desastrosa yo me reconciliaría con la razón

El trujillismo fue el espacio ideal para la expansión de la “Ideología del progreso”, merced a un matrimonio extrañísimo entre un pensamiento idealista(el llamado “Arielismo”), y otro racionalista (el Hostosianismo); que desembocó en el absolutismo. Periódicamente, sin embargo, la “ideología del progreso” es recuperada. La vivimos en los gobiernos del doctor Balaguer, la padecimos en los gobiernos del PRD, y la hemos visto hegemonizar todas las grandes acciones de los gobiernos peledeístas. Incluso el PLD ganó las elecciones esgrimiendo “la vuelta al progreso”, y en nombre de ese progreso ha impuesto enormes sufrimientos a la nación. Valdría la pena preguntarse si nuestras etapas modernizadoras se cumplieron. ¿A qué es a lo que aspiramos, a engancharnos en la posmodernidad periférica, o a asumir plenamente la modernidad inconclusa que nuestra vida de nación nunca culminó, renunciando a todo lo premoderno que contiene la sociedad dominicana de hoy? Concepción patrimonial del Estado, clientelismo, (incluso justificado, enmascarado en asistencialismo, concretado en la figura todo-poderosa de los Presidentes que manejan más del 10% del PIB en forma personal), prebendalismo, financiación de las estructuras partidarias, rentismo,corrupción, etc. Todos resabios premodernos que estamos padeciendo en los gobiernos del partido que levantó “la vuelta al progreso”, y que veíamos con naturalidad en los gobiernos del doctor Balaguer y en el de Hipólito, porque la tradición autoritaria en nuestro país ha legitimado esa práctica.

El problema es que uno mira ahora la recuperación de la “Ideología del progreso” como un espectáculo sin ninguna correspondencia realista con las aspiraciones colectivas, y con la realidad de la gente; porque talvez sea el modo como las nuevas élites políticas y económicas han encarnado sus aspiraciones de hegemonía. Y como a Bonó respecto de la modernidad, nos asaltan dudas metódicas sobre los afanes del presiden Medina por embutirnos en el progreso. He pensado seriamente en irme a vivir al mundo de ensueño que pintan sus discursos. El Metro de Leonel, al menos, podía presumir de modernidad concreta; a pesar de que fuera un traje muy lujoso cubriendo el cuerpo de un leproso. Las estadísticas de progreso del presidente medina edifican ante nuestros propios ojos el mundo imaginado de Panglos. Camino por los barrios y es como si la vida se hubiera inmovilizado, veo la incertidumbre de la clase media reducida en más de un 4%, esquivo el miedo filoso de la inseguridad, me recuesto de la miseria verdadera que atosiga sin piedad, veo las calles llenas de indigentes, la corrupción pontificando, los hospitales cayéndose a pedazos, la educación pendiendo de la voluntad cesárea de un pequeño déspota que proclama haber hecho una “revolución”, pero nada ha pasado. En fín, que el apogeo de una propaganda atronadora me ha hecho pensar seriamente en irme a vivir al mundo de ensueño que pinta el presidente Medina en sus discursos.

Si el presidente me pudiera explicar esta ecuación desastrosa yo me reconciliaría con la razón. Porque, si bien es cierto que el progreso trae juntas la racionalidad y lo que la amenaza, hay que recordar también que ha sido una constante promesa de los grupos gobernantes en el país desde el siglo XIX, y que aunque se ha diluido en clientelismo demagógico, partidocracia corrupta, y prebendalismo, sigue siendo una aspiración colectiva. No soy individualista, lo escribo aquí para que todos lo compartan: hay que irse a vivir al mundo de ensueño que nos dibuja el presidente Medina en sus discursos, porque en el verdadero la existencia es insoportable.