Partiendo de que la idea es la materia prima de incubación de todo proyecto que busca de manera inteligente promover la solución a una dificultad o tragedia humana; estamos compelidos a señalar que para vincular dicha idea a la realidad física  se necesitan dos cosas: la voluntad de hacer  y la ejecución para cambiar.

En tal sentido cabe destacar la frase que pronunció Sócrates, el inmenso filósofo de la cultura occidental, cuando dijo: “El secreto para cambiar es concentrar toda tu energía no en luchar contra lo viejo sino en construir lo nuevo”.

La connotada frase socrática nos hace repensar la manera en que ser humano ha venido desde la antigüedad creando, desarrollo e implementando Emprendimiento en las diferentes culturas:  sub cultural, intracultural e intercultural de todas partes del mundo con todas las comunidades en el planeta tierra.

A simple inspección el camino del emprendedor parece fácil,  dar a conocer, por ejemplo: un “lienzo de palabras dibujadas en una mente 'humana' que le llamaríamos más adelante 'proyecto”, no es nada singular.  El camino del emprendedor está lleno de piedras y otros obstáculos mal puestos… (En la mente).

.  De la voluntad de robustecer el carácter de los cuales coadyuve a multiplicar la capacidad de discernimiento en poder  “atrapar o desechar” una idea de negocio que sea viable, factible o no.

Inmediatamente cuando  esto ocurre en tu mente da paso al pie de apoyo y activa los factores de emprendimiento basados intrínsecamente en la información, permitiendo al mismo tiempo que este pueda plasmarse en blanco y negro y el equipo de trabajo en primer grado pueda apreciar la creación o transformación de nuevos diseños y modelos de productos que se están incubando.

Es evidente que tener una idea en mente es materia prima (que posee valor económico) además, en el momento de compartir dicha idea la misma sirve de termómetro a medir la urgencia que tienen  los usuarios o consumidores de que llegue lo nuevo para sustituir o mejorar lo viejo que sufre caducidad u obsolescencia en las tramerias de los supermercados o en los procesos de uso en el bazar.

Finalmente en nuestros tiempos de globalización, la palabra emprendimiento está de moda; y como tal la gente se pregunta cada día ¿qué es emprendimiento? ¿Para qué sirve el emprendimiento?  y, además, se hace la pregunta que más ha gravitado en el quehacer o desarrollo de las personas que quieren hacer alguna mejora a un producto y no se atreven por temor al fracaso o por no saber cómo iniciar un proyecto: ¿Estoy yo en capacidad para hacer emprendimiento?

Las respuestas a estas inquietudes que se meten como infiltrados en las mentes fértiles de las personas, es que el emprendimiento es una actividad realizada por el ser humano para la humanidad.  Dónde (él) invierte esfuerzo, talento, creatividad y diversión.

Entonces por supuesto que sí.  El emprendimiento es facultativo para cualquier persona sin importar sexo, edad, cultura, religión, educación, idioma o cualquier otros aspectos psicográfico y demográfico.

Para concluir, el primer paso para el emprendimiento es saber poner de manifiesto la idea (o saber expresar ese nido de palabras sueltas) que llega y flota en la cabeza a los fines de aprehender o capturar esa imaginación que ha surgido de manera inconsulta interrumpiendo el proceso de pensamientos.

(…) segundo paso para el emprendimiento: valorar su propia idea.  Dijo Simón Bolívar: “nuestro vino es agrio pero es nuestro vino”.

Cuando a alguien le llega una idea lo segundo que debe hacer con ella es aportar valor económico.  Es decir, cuando a una  persona le llega el diseño de cómo resolver un problema equis en casa, en la familia, en la empresa, en la comunidad o el gobierno debe en primera instancia valorar el concepto que le ha llegado a la cabeza como la panacea que momentánea o permanente traerá beneficios sociales a los involucrados y afectados.  (Si este, él de la moción, no le da el valor que dicha opinión merece nadie va a creer en ese proyecto).

De manera, que para que la imaginación sea exitosa tiene que ser valorada por el proponente de lo contrario se diluirá vanamente en la mente del promotor.

En consecuencia es recomendable que el que posee el propósito en mente ponga en funcionamiento la primera fase del proceso de cómo hacer emprendimiento sostenible y consistente en saber aprovechar esa oportunidad de negocio, social, cultural, deportivo, político y de conocimiento.   Luego, saber articular (o socializar) esa idea con otras personas que más o menos puedan valorar la tuya o motivar los beneficios que aportaría tu producto en caso de materializarse. (Sabiendo que ya no es una idea simple que deambula por tu cabeza, sino un producto funcionando con capacidades para resolver una necesidad, problemática o tragedia humana).