La idea del desarrollo por el desarrollo ha sido la brújula que ha orientado la política económica de casi todos los gobiernos que hemos tenido, sobre todo, de los últimos cuatrienios. Hemos visto cómo se regodean nuestras autoridades monetarias al pronunciar cifras que hablan de que este año crecimos tanto por ciento, superando los registros del año anterior y a otras nacionales, y que a partir de tal extrapolación el año próximo creceremos un porcentaje definido.

Pero en este publicitado crecimiento invertido, tipo embudo, las masas pobres son los convidados de piedra, a quienes los promocionados números las dejan igualitas, en virtud de que no se reflejan en su vida ni alteran su situación fundamental de viejas carencias en empeoramiento continuo. Cada año dizque crecemos, pero no hay en ello ninguna transformación, ninguna finalidad social. Ningún salto hacia adelanteque nos transformeen seres libres de las antiguas cadenas que nos atan.

Ha sido tal la obsesión desarrollista que no han reparado en los medios para conseguirlo. Lo importante es mantener la ilusión de un crecimiento económico que pueda servir como instrumento de proyección propagandista del gobierno de turno.

Con tal de sostener el discurso desarrollista que endiosa el crecimiento como principio y fin de todo el objetivo económico del gobierno, éste ha llevado la deuda exterior a niveles peligrosos para nuestra soberanía

Así hemos visto que para deslumbrar a la opinión pública con los estruendos y las luces de fuegos artificiales que alumbran fugazmente el cielo gris de la realidad nacional, se recurre a la sostenida carrera del endeudamiento externo para irrigar de riqueza ficticiauna economía que no está produciendo riquezas reales. Esto se hace con cargo a las futuras generaciones cuyo bienestar está comprometido irresponsablemente por gobernantes que acusan una gran pobreza moral.

Porque hay que tener una honda pobreza moral para agenciarse por vías externas y forzosas un supuesto bienestar presente que no tiene asidero en la realidad dominicana y que esto lo paguen los que vienen atrás, los que todavía no han nacido; y tambiénque esta apariencia de progreso material la financien quienes hoy son infantes amamantados. Todo en aras de que siga el derroche de ahora en publicidad reeleccionista, en clientelismo que fidelicen los votos, en altos salarios de los funcionarios que multiplican cientos de veces el salario mínimo que no han sido capaces de aumentar.

Las autoridades gubernamentales no han optado por buscar la autosuficiencia con ahorros internos, con el impulso de la producción agropecuaria, con el apoyo a la pequeña y mediana empresa (que son las que mejor motorizan la creación de empleo y el derrame de los beneficios entre los sectores medios y pobres) y reducir a su mínima expresión el recurrir al financiamiento externo.

En vez de eso se han afanado por la búsqueda de un desarrollo sin sentidoque se basa en importación de capitales extranjeros en forma de empréstitos, bonos y certificados, generándose un monstruoso pasivo que gravita negativamente sobre el presupuesto nacional y merma gravemente la asignación de recursos a los sectores vitales y la atención alas necesidades prioritarias de nuestra economía.

Con tal de sostener el discurso desarrollista que endiosa el crecimiento como principio y fin de todo el objetivo económico del gobierno, éste ha llevado la deuda exterior a niveles peligrosos para nuestra soberanía como nación, ya que pronto veremos a los prestamistas internacionales gobernando áreas completas de nuestra economía, dictándonos en qué y cómo debemos gastar las escasas divisas que produce nuestro enclenque comercio exterior.

De modo que los números que se presentan como sinónimo de incremento de nuestra macroeconomía y supuestas pruebas visibles del progreso en el fondo son un cúmulo de facturas por pagar que a mediano y largo plazo van a succionar y ralentizar nuestra economía, y por ende, a perpetuar nuestro atrasosecular y hacer más difícil el verdadero arranque hacia el desarrollo.

Hacia un desarrollo que no sea simplemente un cuento para entretener el hambre del pueblo y que implique reconocer finalidades colectivas e individuales que redunden en el bienestar nacional.

Por el alcance de ese verdadero desarrollo, incluyente y transformador, que se palpe en los bolsillos populares y que se sienta entre nuestros desesperanzados jóvenes, como era el objetivo de Jose Francisco Peña Gómez, lucha el mil veces glorioso Partido Revolucionario Dominicano, compromiso que recoge y valida nuestro candidato presidencial, Ing. Miguel Vargas, quien cuenta con todas las condiciones para aglutinar a la oposición alrededor de su candidatura.