Humanizar la estética significa humanizar la percepción sensible, la naturaleza, las políticas de la interpretación, los estratos temporales y espaciales, el movimiento, la vida confluyente de las imágenes, el intercontacto obra-autor-lector, el cuerpo, la voz, el infinito verbal de las cosas, las intuiciones de la obra de arte y otras entidades creacionales, conjeturales o visionarias, junto a los saberes ideales y formales de la cultura. Esto indica una perspectiva de conocimiento intuitivo, pero también sensorial y racional.

Lo que podemos ver en la teoría de filósofos como Vico, Herder, Croce, Fichte, Pico de la Mirandola, Pomponazzi, Ficino y otros es una cardinal productiva que desde el Renacimiento hasta comienzo del siglo XX ha logrado motivar y justificar un contenido humanístico de la estética.

Se sabe que el humanismo platónico y aristotélico asumido desde Alberti, Escalígero, Castelvetro, Ficino y otros admite como práctica el reconocimiento de las formas visibles, verbales y naturales. (Ver, Umberto Eco: El problema estético de Tommaso de Aquino, el tratado De la Pintura de León Battista Alberti, la Iconología, de Ripa), haciendo posible la modernidad, como proyecto hasta hoy inacabado, tanto así que filósofos, poetas y artistas han construido universos estéticos que reflexionan sobre el orden,  el sentido, y forma crítica y estética de la obra de arte.

Los argumentos estéticos de la tradición occidental empiezan a formarse desde el pensamiento estético griego, helenístico, medieval, (alto y bajo medieval), renacentista, clásico y posclásico que contribuyeron al desarrollo sensible de la creación visual y verbal.  Todo lo cual permite entender el proceso perceptual y sensible que se desprende de la creación artística.

El proceso de humanización sensible que se presentifica en la tensión estética Dionisos- Apolo hace que se produzca un fenómeno que ha cobrado fuerza en espacio diverso de la modernidad, mediante los procesos de invención, traducción, crítica y creación de los valores sensibles, positivos y negativos asimilados por cierta valoración  de la obra de arte, justo al comienzo de las primeras vanguardias históricas.

El filósofo, esteta y pensador, Aristarco, puso las bases estéticas de la composición de la obra literaria en su tratado sobre Anatomía de la crítica, donde el filósofo planteó en la antigüedad una reflexión y un argumento ampliado de la crítica y sus respuestas a propósito  del análisis estético de la obra de arte.

Según Alfonso Reyes en el ensayo titulado “La paradoja de la crítica”, nos dice lo siguiente:

“He aquí por qué Sócrates inventó la crítica”. Convidar a una amable compañía para reflexionar sobre la naturaleza de la crítica tal vez sea una falta de inanidad y de tino, como convidarla a pasear… se me hace tarde para pedir disculpa. Yo no quise darle a nadie un mal trato… (Véase Alfonso Reyes: Teoría literaria, ediciones Fondo de la Cultura Económica, México, 2005).

En el caso de la teoría de la estética según Theodor W. Adorno el conocimiento musical, poético, teatral, arquitectónico, pictórico, escultórico y dancístico permite comprender las diversas formas del arte y la necesidad del mismo que activa la reflexión de un mundo perteneciente al ámbito de lo humano.

Toda una conceptografía filosófica y estética nos hace percibir y entender que el humanismo estético está ligado a una educación-origen (paideia) y a una interpretación (hermaneia), donde el imaginario de la creación, remite siempre a una poética de lo verbal y visual, siendo así que existe un carácter poderoso de creación (simbólica, poética, danzaría, teatral  y musical, entre otras, que aspira a presentificar el orden activo de la imaginación.

De ahí que el proceso de formación y de humanización estética refiera a varios modelos, un objeto, una forma, una visión, una potencia, un acto creador o reproductor que dinamiza el imaginario del sujeto antropológico referido a la pregunta por la cosa.