La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales”

Margaret Thatcher

La idea de que el mundo será distinto después del Covid 19 está casi absolutamente generalizada, por lo que comienza a ser un imperativo ir anotando ideas que, aunque no estén todavía completamente elaboradas sirvan para ir quitando un velo que oculta intereses e intenciones. Especialmente hoy, y aquí, esos intereses e intenciones (que nadie tiene derecho a condenar) deberían perder la opacidad que los protege y en esa labor los amigos de la transparencia también debieran ayudar. A nivel de la sociedad el esfuerzo de ir generando ideas debiera ser especialmente asumido por las universidades pues para eso es la investigación. Me dirán que no se puede ser muy optimista sobre ese punto, pues las universidades parecen ser mucho más parte del problema que de la solución.

Veamos. El Covid 19 ha dejado en evidencia que la forma de organización política, el Estado neoliberal, no resultó apropiada para enfrentar la emergencia sanitaria. Chile ya venía avisando que además de la salud el neoliberalismo tampoco resolvía la educación, la seguridad social y se había constituido en una amenaza para la dignidad de los chilenos que, como recordarán, salieron desde hace meses a las calles a manifestar que se sentían humillados y degradados. Pero, ojo, a la luz de ese aviso, se ve claro que la urgencia de nuevos paradigmas no es sólo urgencia por la aparición del Covid 19, sino también porque el orden actual se sostiene en un error antropológico: el ser humano en su esencia no puede ser transformado por un interés de coyuntura. Los seres humanos estamos en la tierra para ayudar y ayudarnos, recién nacidos necesitamos de auxilios y llegados al ocaso también esperamos tener las asistencias necesarias. Todo lo que se oponga a este examen más temprano que tarde perecerá, pues en ésta y en todas las coyunturas la humanidad vencerá.

Decía que hay que estudiar, así que para empezar podemos plantearnos algunas cuestiones sencillas que nos permitan entrar después en lo que será con seguridad la nueva Política.

Una primera pregunta muy llana, decisiva y actual: ¿de las medidas que están tomando los gobiernos para detener la pandemia cuáles corresponden a la ortodoxia neoliberal? Para responderla es necesario dejar de lado la especulación a nivel global con los materiales imprescindibles y ayudarse de una irrenunciable confianza en la humanidad. La pregunta es para hoy y ahora pues las medidas deben tomarse sin pérdida de tiempo.

Para dar respuesta a esa pregunta en República Dominicana, que está además en pleno proceso electoral, será obligatorio observar lo que están proponiendo los candidatos. Nada más necesario en la actual coyuntura que revisar los equipos económicos y las alianzas políticas de cada candidato. Este es un desafío intelectual que hay que asumir, aunque duela, pues no es posible encontrarnos con articulistas que citan a Marx y la salud pública mientras al mismo tiempo son parte de la alianza de “los cívicos, un sector de la jerarquía católica, los poderes fácticos, un sector del gran empresariado y la embajada”.  Como bien sabemos todos esos sectores están decididos en llegar al gobierno a subordinar al Estado a sus intereses y a hacer que el poder político cumpla con la única función del Estado neoliberal: asegurar las condiciones para que el mercado funcione sin ningún tipo de restricción ni obstáculo. Eso incluye la represión (Rudy Giuliani es un experto) así como las trabas legales a la organización sindical y social en general.

El Covid 19 nos obliga a cuestionar y cuestionarnos. Hasta aquí lo único que nos va quedando claro es que el debilitamiento o inexistencia de sistemas de salud pública no nos ayuda a sobrevivir, y que abundan los neoliberales camuflados tratando de engañar con el cuento de la baja inversión pública. Sin duda la inversión pública en salud debe ser aumentada, pero únicamente en el marco de un Estado que reconoce la salud como un derecho. De lo contrario todo lo que se consigue es aumentar el traspaso de recursos públicos al sector privado como ha ocurrido con el Plan AUGE chileno, una obra de arte acerca de lo que no debe hacerse. Otro ejercicio necesario es revisar el cumplimiento de las obligaciones del Estado establecidas en la Constitución.

La crisis ha dejado meridianamente claro que no es el mercado el que está asignando los insuficientes recursos para el combate a la pandemia y que la humanidad está en manos de quienes toman decisiones políticas y éticas ante la acreditada insuficiencia de recursos. Por eso no nos quedan dudas de que tendremos también en esta media isla un dilema ético, al parecer inevitable: el de “la última cama” y no existen excusas para que nuestros filósofos y salubristas no avancen en el tema.

Entre lo que quedará en el pasado estará el consenso de Washington, con la triste certeza de que lamentablemente no habrá un Nüremberg para quienes rifaron los recursos públicos, destruyeron la educación y la salud pública, promovieron el ahorro individual en los llamados fondos de pensiones para favorecer al capital financiero y produjeron leyes laborales que terminaron con las organizaciones que defendían los derechos de los trabajadores. Junto con todo el robo -porque eso es lo que fue, un verdadero saqueo- la emprendieron contra la política para que fuera el mercado el único actor con nivel de infalibilidad.  Y aquí estamos.

Aun cuando es bastante frecuente encontrar referencias nostálgicas respecto al Estado de Bienestar tengo algunas reservas respecto a la posibilidad de su resurrección, aun cuando habrá muchas medidas que lo recordarán en la salida y en la post crisis. El Estado benefactor fue producto de una alianza de clases sociales que hoy día no es posible construir, no porque las clases hayan desaparecido, sino porque podemos decir que queda solo una: la burguesía, que nunca fue tan fundacional como ahora y que no solo transformó la economía en su beneficio sino que también arrodilló al Estado. Una burguesía tremendamente especulativa y no productiva, instalada en las instituciones financieras.

Entre las inolvidables frases de la Thatcher no está solo la que inicia estas líneas. Vale recordar que ella también avisó que “Primero la economía, después iremos por lo demás” y así lo hicieron. La vieja izquierda que debió haber resistido cayó rendida, sin pelear, ante un enemigo desconocido y en estado de schock por la caída de los socialismos que no eran reales. Luego cuando llegó todo lo demás se hizo difícil evitar que la sociedad se hiciera individualista y egoísta. Todo había sido consumado.

El Covid 19 nos ha puesto en estas reflexiones porque vencerlo supone vencer lo que el neoliberalismo instaló en las sociedades modernas. Pensar y actuar por y con los demás es la única forma de que a partir de esa convicción se respeten los protocolos de aislamiento, a lo que si es necesario deberán ayudar los gobiernos con mayores controles y sanciones. Tampoco podemos ignorar que despertaremos de este mal sueño desafiados también por nuevas formas de democracia.

Hasta ahora, de acuerdo con la hegemonía neoliberal, se exige que el Estado en medio de la crisis auxilie distribuyendo recursos económicos y alimentos a los pobres y a los sin trabajo -que no son una anomalía del sistema sino una condición para que el sistema funcione. También hay una gran preocupación por los negocios, así como, por supuesto, por los emprendedores, la ficción más romántica del pensamiento neoliberal. El Estado, el ineficiente, el manejado por políticos corruptos es el que tiene que salir en auxilio de las víctimas de la obra del Covid 19.

Gústeles o no, el Estado va a ser el actor principal de la post crisis, por lo que habrá que evitar que los neoliberales lo asalten tratando de impedir las medidas de recuperación de la economía que favorezcan a las grandes mayorías y no sólo al 1% que es dueño de tanto. Parece muy claro que al momento de las decisiones la presencia de los neoliberales haría imposible la toma de medidas para la salida de la crisis.

Como puede verse, son muchas las razones para tener temores pero es aún mayor la necesidad de que las medidas que se tomen vayan en beneficio de las mayorías, por lo que mientras tanto y para ir avanzando vamos a atrevernos a enumerar algunas de esas medidas, aunque parezcan obvias: 1) el gasto social deberá orientarse a las políticas universales que aseguren derechos, 2) habrá que asumir el déficit fiscal como una política necesaria, 3) habrá que endeudarse, 4) una reforma tributaria progresiva y muy progresiva, será inevitable, 5) no estaría mal eliminar el llamado gasto tributario, 6) el fin de todas las exenciones (no solo a los legisladores) y, por último,  7) en un país pobre que estará gravemente afectado por la disminución del turismo y de las remesas aplicar fuertes impuestos al consumo suntuario y al lujo, será casi una obligación evangélica.