En estos tiempos cibernéticos, transidos, en los que la pandemia del coronavirus está produciendo un cataclismo en todas las esferas sociales que van desde la salud, la economía hasta la educación, con más dos millones de personas contagiadas en el planeta y más de 200 mil muertos en el mundo y cibermundo, varios filósofos y pensadores de distintos países han estado reflexionando sobre los efectos sociales que va dejando este virus en el cibermundo global.

El virus se conoce como COVID-19, cuyo nombre fue asignado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), por varias razones que van desde no estigmatizar a un grupo de personas, animal, país o región geográfica del planeta hasta el fácil manejo de dicho concepto. El referido nombre proviene de la abreviatura de Coronavirus y del concepto de enfermedad, junto al número 19, que es al año (2019), el que comenzó a expandirse dicho virus.

Estigmatizar a un país o región podría ocasionar un conflicto de poderes entre las principales potencias imperiales, en estos tiempos en que las relaciones de Corea del Norte y China con los Estados Unidos en el plano económico y político son tensas. En esta misma línea se han ido desvaneciendo las teorías conspirativas, en relación a que el COVID-19, es un virus sintético que se creó en la región en la ciudad de Wuhan, China, donde estalla el brote del virus, ya que es una de las 10 ciudades principales de dicho país y de las más conectadas en el cibermundo y donde se encuentra el Instituto de virología, el cual fue el primero en identificar la secuencia genética del coronavirus.

El 29 de enero, el Washington Post en un artículo titulado: “Experts debunk fringe theory linking China’s coronavirus to weapons research” (trad. libre “expertos refutan teoría de la vinculación del coronavirus de China con la investigación de armas”). En este artículo, dicho periódico hace referencia a expertos norteamericanos y explican que en dicho instituto de virología de Wuhan no había evidencias que el COVID-19 habría sido modificado. 

En ese artículo del Post, firmado por Adam Taylor, cobran sentido los argumentos que descartan en estos momentos las investigaciones sobre cibervirus sintético, el cual lo he nombra así, para diferenciarlo del virus informático y del virus de proceso natural.  En ambos cibervirus, tanto el sintético como el informático, intervienen el sujeto cibernético, uno del área de la tecnociencia y el otro del área del manejo del sistema de información en el cibermundo. 

Si el coronavirus fuese un virus sintético se hubiese producido en un laboratorio, para fines políticos y ciberpolíticos, es difícil que las naciones más poderosas del mundo y cibermundo como son China, Estados Unidos y Rusia, no manejaran todas esas informaciones, más con todas las redes de ciberespionaje que tienen a su alcance. 

El virus cibernético sintético es construido por la tecnociencia, específicamente en la ingeniería genética, que trata sobre la manipulación genética de un organismo y entra al igual que el virus informático, en diseño técnico de programación destructivo y en la relación de poder de control cibernético y el ámbito de la ciberseguridad y la ciberguerra. Estos se diferencian de los coronavirus biológicos constituidos por una familia de virus causantes de infecciones que van desde resfriado común hasta enfermedades más graves que producen la muerte rápida, como el COVID-19.

Una red de tecnocientíficos, expertos de distinto países, que encabezó el infectólogo Kristian Andersen, determinó que no hubo una premeditación en la creación de la pandemia y que el COVID-19 tiene su origen natural y no sintético, que en muchos de los casos vienen de animales como el pangolín o el murciélago (6/4/2020). De esta manera queda derrumbada la teoría de la conspiración que inundaron el ciberespacio de bulos, de noticias falseadas (en inglés fake news).

En el cibermundo, en las redes del ciberespacio, en cada refugio virtual, las expresiones coronavirus, COVID -19 y pandemia son el referente por excelencia que cubren todo el sistema de información en demasía, inundan nuestra vida cotidiana, lo cual, si no se tiene una estrategia definida de navegación por el ciberespacio, por sus redes sociales, se corre el riesgo de perderse en sus navegaciones hasta naufragar y sucumbir. Yo lo nombro como ciber naufragio a ese naufragar en el cibermundo.

El cibernaufragio es el resultado de la afluencia, exuberancia de exposición en The Game (El juego mental) a  los selfies, al subir y bajar videos, al copiar y pegar textos, tuiteo, chateo y la opulencia y sobrecarga de información, sin ningún objetivo general o especifico que marque un desarrollo cultural, educativo, de orientación social o investigativo; está más sobrecargada de ciberbasura, que nos hace naufragar hasta sufrir una infoxicación, que conduce a una crisis existencial, al aturdimiento y la parálisis mental, en cuanto  a la no articulación de concepto, juicio y razonamiento. Lo cual obnubila el pensamiento y no permite que distinga la verdad de la posverdad, y el monólogo del diálogo.

Estas palabras, dado el contagio global están siendo buscadas en portales como Google o redes sociales como Facebook, Twitter, y en otros entornos virtuales. Desde mediado de marzo 2020, en solo 24 horas, se registraron más de 20 millones de referencia en relación al virus; mientras que la palabra pandemia en el mes de marzo la consultaron 84 millones de cibernautas en el diccionario de la Real Academia Española (RAE, 7/4/2020/).

Desde la Filosofía cibernética innovadora y compleja, se puede comprender que el espacio -ciberespacio, el mundo-cibermundo son híbridos planetarios, que ambos son importantes y forman lo dialógico y recursivo en un proceso complejo, que no se puede anular uno y en aras del otro. La no compresión de esta complejidad ha  puesto en evidencia que lo que se ha paralizado ha sido el mundo y no el cibermundo; este  último a través de estrategias ciberpolíticas puede ser controlado por sujetos cibernéticos que viven en  relación poder cibernético con los estados del mundo, permitiendo ciertas relaciones de control virtual y de vigilancia al sistema de información, contrario a los  virus biológicos (los coronavirus), que como parte de la evolución natural y biológica en animales no se pueden controlar fácilmente hasta que no entre en una fase de reacción y de contagio en el sistema (ser humano) , por lo que no se encuentra previamente asegurado y bajo control, de ahí, que el filósofo y poeta Octavio Paz, llegó a decir que la naturaleza no solo es encanto sino también desastres.