La discusión planteada por el semiólogo Odalis G. Pérez, en torno a la operatividad de la Academia Dominicana de la Lengua, es más grave y profunda, sobrepasa a esa academia y se coloca sobre todas las “academias”, incluso sobre las docentes y sobre el pensamiento de la Intelligentsia dominicana.
En la década de los 80, a partir del triunfo del “mercado” sobre las reivindicaciones sociales y sobre la capacidad de renovación de los ecosistemas de la Tierra, que instauró y validó la “buena vida” sobre el “buen vivir”, lo que profundizó la anomalía del cambio climático, las ciencias sociales recibieron embates furiosos, una verdadera ofensiva donde se cuestionó hasta el tipo de conocimiento que producían.
Cuestionamientos que colocaron a los cientistas sociales en un terreno movedizo, lo que en nuestro país se tradujo en un repliegue de los intelectuales, vencidos por la crisis, eligieron diferentes escenarios. .. m Muchos se entregaron al neoliberalismo, otros, llenos de miedo, se replegaron y no opinan, lo que los hace corresponsables del mal. La gran mayoría abandonó la crítica para hacer un reordenamiento acomodado en la docencia, en las academias y en las Ongs, siempre con sueldos de lujo.
Desde su “honorabilidad”, las “academias” se conforman y se acomodan a las partidas presupuestarias asignadas por los gobiernos, fondos que cubren, en la mayoría de los casos, importantes sueldos, así, en torno a esos recursos, en cada una de ellas, surgieron pequeños grupos de poder, “intelectuales” holgados, libres de compromisos sociales, “críticos” de toda pregunta o cuestionamiento “disociador” o que ponga en peligro la esperada concesión presupuestaria que los “pro-hombres” de la política le asignan cada año.
Así quedaron atrapadas en una “gota dorada de ámbar”; inmóviles, “honorables”, cargadas de “eruditos” que las hacen portadoras de todo el “prestigio”, prestigio que se desvanece con la realidad de sus vínculos y negocios con los políticos.
Los intelectuales dejaron la crítica temerosos de la retaliación de una clase política decadente, que una y otra vez falla, que es desleal a su pueblo que murmura el desprestigio de sus líderes políticos, por lo que, esos “lideres”, ponen su mirada en los “honorables centros” que ellos colocan en el presupuesto cada año, que subvencionan y van tras su reconocimiento. Quieren ser miembros, participar de esa “dorada honorabilidad”, y las “academias”, frisadas, los acogen, y vemos, tristemente como los nombran doctos y próceres.
Cuando el semiotista Odalis G. Pérez plantea su propuesta: “Para una renovación de la Academia Dominicana de la Lengua”, seguido de: “Por una Academia crítica, integradora y transparente”, pone en crisis el universo intelectual dominicano. Toca las puertas de todos y reclama prácticas intelectuales funcionales, actuales, que ayuden a explicar la realidad de la sociedad dominicana desde todos los aspectos posibles.
El ecosistema aporta todos los materiales con los que se desarrolla la civilización. El ser humano lo único que aporta a partir de él mismo, son las palabras, el habla, los símbolos, los gestos, los sonidos, son componentes que amueblan el imaginario popular, que ponen la diferencia y desde donde se construye el sentimiento de alteridad…pero ¿qué imaginario?, ¿cuáles símbolos?, ¿cuál habla?, ¿qué sentimientos?, ¿cuál diferencia?, ¿qué alteridad?, ¿qué pueblo?, ¿Cuál dominicano?
Las academias están desvinculadas de la realidad de este pueblo, de esta gente, muchas veces sus proyectos solo responden a expectativas personales del grupo que detenta el poder o a deseos de la personalidad que dirige. Odalis G. Pérez es el despertador.