(A PINKY Y ARDIS)
Durante el año 1981, si mal no recuerdo, los estudiantes dominicanos residentes en la ciudad de México, D. F, fundamos nuestra flamante Asociación Cultural, nombrada Juan Pablo Duarte, muestra firme de nuestro cerrado sentido de dominicanidad. Fueron años fértiles en juergas y encuentros con otros miembros de la comunidad latinoamericana. Había que ser solidario con El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Chile, etc. Votábamos nuestras decisiones a golpe de gritos exacerbados en sesiones eternas que sólo Dios sabe cómo lográbamos poner en papel. Pero estábamos juntos con un propósito magno: el de institucionalizar nuestra diversión, y eso era razón suficiente para tenernos a veces contentos y otras no tanto, gracias a los resabios de política partidista que traían en sus bultos los compañeros que más bonito hablaban (que duro es aguantar las ganas de citar sus queridos nombres).
A mí, estudiante de Ciencias de la Comunicación de la gloriosa y tres veces heroica Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, me alcanzó el privilegio de ser relacionadora pública de la Asociación y tuve que mandar muchas cartas y comprar muchos refrescos. Mientras que a Pinky Sánchez le cayó del cielo una nominación para presidente, que a fuerza de muchos ruegos, finalmente aceptó. Como en todas nuestras fiestas había igual cantidad de dominicanos que de haitianos, se le ocurrió formalizar dicha situación y su primera propuesta como candidato fue la siguiente: cambiarle el nombre a nuestra asociación, que se llamara “Asociación Domínico-Haitiana de Estudiantes en México”. Pregúntenle a su mamá si le picaron las orejas en esos días, creo que la mentaron bastante en los predios de las Colonias Churubusco, Condesa, del Valle y en donde quiera que se le ocurrió a Pinky hacer su campaña apartamento por apartamento.
A los pocos que votamos por Pinky nos queda la amplia satisfacción de sabernos amigos, amantes y hermanos de Haití. Que haya menos o más de nosotros hoy día regados por el mundo, dominicanos o no, es una matemática histórica insuficiente, hay todavía tanto que aprender y saber de Haití.
En fin, heme aquí en Puerto Príncipe en donde disfruto de la increíble oportunidad de entrevistar a uno de los científicos sociales más respetados de este país, a quien he admirado a distancia por muchos años y a quien, curiosamente, no llegué a conocer nunca durante los diez años que viví en México. Gerard Pierre-Charles era de las ligas mayores y yo sólo una estudiante. Pero más sabe el tiempo por largo que por corto, y con unos años de más ya tengo el coraje de hablar con este personaje de leyenda de mis tiempos universitarios a quien con decirle: “Soy amiga de Pinky”, me bastó para constatar que hay amigos de mar con sonrisas amplias en ambas partes, que tenemos tantas cosas que contarnos y sin embargo hay que seguir cruzando fronteras para hacerlo.
Gérard Pierre Charles (1935), es escritor y analista. Su obra de sociología abarca más de 15 títulos, casi siempre en castellano. Licenciado en ciencias políticas y administrativas por la facultad de Derecho de Puerto Príncipe, cursó estudios superiores en la Universidad Autónoma de México, de la que fué Director de Investigaciones del Caribe. En 1965 publicó una obra fundamental, La economía haitiana y su vía de desarrollo, y en 1969, Haití: Radiografía de una dictadura. Ambos, desafiando la censura y el terror, pudieron circular por el país y constituyeron referencias obligadas.
Ha colaborado con numerosas publicaciones científicas y culturales, de diferentes países que han contribuido de manera importante a la difusión de las cuestiones haitianas. Es colaborador de la Universidad de las Naciones Unidas, donde dirige un proyecto de estudios sobre el Caribe. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Científicos de México y vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Es Profesor Honorario de la UASD desde 1987. En 1989, recibió la medalla Haydee Santamaría del Consejo de Estado Cubano. Dirige desde su regreso a Haití, en 1985, el Centro de Investigaciones y de Formación Económica y Social para el Desarrollo.
P. ¿Cuál es el nivel de consenso de la población haitiana respecto al gobierno de los militares?
R. Cedras ha podido quedarse porque apoya su poder en las armas. Con todo el dinero de la oligarquía no hubieran podido imponer este régimen, de no ser porque descansa en una estructura de poder que viene desde el 57. Es decir, Cedras no tiene 34 meses en el poder, tiene 34 meses, más 34 años. Las estructuras del poder duvalierista a nivel del ejército y de los cuerpos paramilitares, que son los mismos tontón macoutes que siguen ejecutando los mismos métodos de terror, y la burocracia, son los que han apoyado este golpe. Es este núcleo de poder oligárquico que conforma el régimen que sostiene al golpe de estado. Pero sobre todo esto están las armas y la violencia que usan.
No hay ningún nivel de consenso fuera de esta minoría. Uno podría pensar que por las características de Aristide, un gobierno con mucho apoyo popular, la clase media se sentiría protegida por un régimen de fuerza. Pero no es la clase media que se siente protegida, es la clase dominante la beneficiaria directa de este gobierno oligárquico que se maneja con un estilo latinoamericano del siglo XIX, por ejemplo Jonaissant es un hombre del siglo XIX. Digamos la mayoría de los miembros de esta clase política con viejas mentalidades coloniales ven Haití como un feudo personal.
P. ¿Pero hay contradicciones al interior de la oligarquía al igual que las ha habido en el pasado?
R. Existe lo que llamamos la “Familia del 30 de Septiembre”, la gran coalición conservadora y oligárquica que orquestó el golpe de estado al igual que, por otro lado, muchas brechas que se abrieron. Hay personas que son expresiones de estas brechas. Una figura como la de Marval es la figura de una brecha. El sector de la burguesía que no era golpista, e incluso ciertos sectores golpistas al cabo de algunos meses entendieron que un régimen militar no era lo que iba a llevar al país a ninguna salida y buscaron un tipo de alianza con el gobierno de Aristide.
Otros como Bazin, que apoyaron el golpe de estado pero empezaron a distanciarse en la medida de que su proyecto neoliberal no encuentra en lo que viene a ser la forma de gobernar de estos militares, nada que se identifique con sus posiciones.
P. ¿Qué otro tipo de colaboración ha habido entre la burguesía liberal y gobierno de Aristide?
R. Dentro de la vida política cotidiana se conoce que la posición de los industriales haitianos es muy diferente a la de la cámara de comercio. La cámara de comercio tiene los dinosaurios. Gente que desde hace cuarenta años está ganado dinero en base a la complicidad del poder y la especulación, mientras que la Asociación de Industriales está formada por empresarios más jóvenes que están tratando de crear nuevos caminos en la economía.
Otro es el Centro de Empresarios para la Democracia que tiene gente como Leonel Delatour, este es un segundo núcleo de empresarios modernos que están tratando de encontrar una salida a la crisis.
P. ¿Qué potencial ve usted en ellos como fuerza negociadora de una crisis como ésta?
R. Ninguna, ahora mismo. Lo que hay que entender sobre el comportamiento de la burguesía, es que es una burguesía con una mentalidad muy atrasada, que los grandes multimillonarios haitianos no tienen un hospital que lleve su nombre, una sala de operaciones, una biblioteca, una escuela.
Esa clase social, sobre todo durante el período de Duvalier, ha hecho mucho dinero, pero no se ha constituido como un sector económico con intereses propios, porque siempre ha sido tributaria de la licencia de importación, de los beneficios y ventajas de sus vínculos con el gobierno. Por eso en el momento en que se da la crisis del 86, la caída de Jean–Claude Duvalier, no hay un representante auténtico, o líder político de la burguesía. Eso se había dado en el 46 cuando Louis Dejoié, el padre del Louis Dejoié de ahora, un empresario que tuvo un proyecto político específico. Pero en el 86 entre los abanderados del proyecto político de la burguesía estaba Bazin, quien era más bien un tecnócrata de la oligarquía negra, que presentaba sus credenciales de profesional del Banco Mundial, pero que no era “hijo auténtico” de la burguesía.
También hubo un empresario que había hecho fortuna en Jamaica, que sí era un hombre con mayor consistencia, pero que nunca logró representar la burguesía marginal porque ya era viejo. El hijo de Dejoié que tiene con único crédito político ser el hijo de su padre, tampoco tenía la personalidad suficiente para representar los poderes de la burguesía, durante el período del 86 al 91.
Por eso se puede decir que en Haití el papel político de la burguesía sale a la luz del día, con el golpe de estado. Un papel más bien despreciable, de fomentar un golpe contra un gobierno elegido democráticamente.
P. ¿Está usted diciendo que los militares no tenían la menor intención de dar el golpe?
R. No, no digo eso. Al momento del golpe sale publicada una lista de los que habían financiado el golpe y la burguesía abiertamente asume su papel patrocinador del golpe de estado. Así el hombre de la calle sabe que hay unos personajes importantes de este país, que las ocho o diez familias tradicionales son los que han apoyado el golpe.
P. ¿Pero el golpe no se iba a dar de todas formas, tarde o temprano?
R. Habría que apuntar más bien por qué se dio del lado de la burguesía. Lo importante es apuntar que a partir del 86 toma fuerza un movimiento renovador, es un gran movimiento histórico. Un movimiento contra el totalitarismo, primeramente, la gente está en contra de los tontón macoutes. Es un movimiento democrático que reclama elecciones, que reclama mayor participación de los sectores sociales. Es como el movimiento dominicano después de la caída de Trujillo, pero con un contenido más profundo.
Esta idea de participación popular que viene de la teología de la liberación, de la conciencia que el pueblo no sólo de la capital, sino de las nueve provincias del país, ha ido adquiriendo durante la “noche del duvalierismo”. Noche en que el pueblo tuvo que tragarse mucho sufrimiento y de repente, en el 86, el pueblo manifiesta mayor comprensión de su realidad porque ha habido el trabajo de concientización y de confrontamiento con la modernidad a través de la emigración. Porque los haitianos van ya sea a Santo Domingo, ven una sociedad que está más desarrollada, van a Martinica, a Guadalupe, a Estados Unidos y Canadá. Y son gente del pueblo. Este flujo modernizador que viene de la diáspora, es importantísimo.
Es todo esto lo que hace que del 86 en adelante el movimiento democratizador sea poderoso y movilice a mucha gente. Por ejemplo las emisoras de radio desempeñan un papel formidable en la conquista de ciudadanía del pueblo haitiano. El haitiano se siente ciudadano y por eso es que quiere elecciones limpias y pelea por ellas. Entonces en el transcurso del 86 en adelante hay un movimiento que incluye a sectores populares, la clase media, la juventud, las mujeres, sectores importantes de la burguesía, los residentes en el exterior. En todo este movimiento modernizador o reformista los que se ponen en contra son los miembros de las fuerzas armadas. Su actitud se manifiesta en matanzas, una historia del comportamiento del ejército haitiano del 86 en adelante muestra que cada vez que sale, sale a disparar contra la gente.
Lo que demuestra que el ejército es un ejército viejo en la tradición de la ocupación estadounidense. En segundo lugar, es un ejército duvalierista y en tercer lugar que es un ejército que se ha confabulado con las fuerzas oligárquicas que no quieren el cambio.
P. Pero usted está aquí. ¿Es esto un síntoma de que los tiempos han cambiado y no todo ha sido en vano?
R. Sí, este es un espacio ganado por el pueblo. Son muchas cosas que se han ganado desde el 86. En primer lugar la conciencia del pueblo. En general se habla de Haití como un pueblo analfabeta. Si ser analfabeta es no saber leer y escribir, la definición sería correcta, pero si tomamos en cuenta la capacidad de comprensión de las cosas del mundo, la sensibilidad y politización, yo diría que Haití está mucho más politizado que la mayoría de los pueblos de América Latina, y creo que es una de las cosas en las que ciertos sectores tradicionales de Haití coincidieron con sus contrapartes internacionales durante las elecciones de 1990. Es decir, en Haití se había logrado un proceso de concienciación y participación popular, la democracia que se estaba acuñando viene a corresponder a la gran utopía de la democracia participativa que viene de lejos en Haití, desde la guerra de independencia. No sólo a la oligarquía haitiana no le gustaría esto, sino a muchos círculos internacionales en Santo Domingo, en Estados Unidos. Pero por más que la dictadura haya logrado acallar el pueblo, no ha sacado lo que tiene en su corazón y lo que tiene en su cabeza. La gente se ha callado, se ha replegado porque no es cualquier cosa lo que tenemos por fuerza de opresión. Se está matando a la gente.
En los barrios populares hay una represión despiadada y como es un país en donde el duvalierismo había hecho muchas heridas y las cicatrices de estas heridas apenas se han empezado a curar, el traumatismo de la gente se revive con la presencia de los “attachés” que no son otra cosa que los tontón macoutes de hace 30 años. Entonces el pueblo se repliega. Pero no es que se haya sentido derrotado o que haya perdido sus logros. Y eso se ve. La toma de posición que han hecho en la crisis algunos sectores como las comunidades de base de la Iglesia, muestran claridad y conciencia. Incluso frente a la jerarquía de la Iglesia, que es una jerarquía del siglo pasado, vinculada al Duvalierismo. El arzobispo de Puerto Príncipe es Monseñor Ligondé, nombrado por Duvalier, un agente de Duvalier.
Los logros del pueblo siguen vivos a pesar de 34 meses de golpe de estado y la aplicación de la “guerra de baja intensidad”. Porque no hay que olvidar que los militares, con todo lo atrasados que son, son gente adiestradas por los expertos de la política de la Guerra Fría, la guerra contra el pueblo, y lo han estado aplicando al pie de la letra, tratando de destruir las organizaciones de base, por eso ha habido un fenómeno que no se observa suficientemente: la emigración del campo a la ciudad.
Probablemente desde el golpe de estado la población de Puerto Príncipe ha aumentado. Estamos hablando de unas 300,000 personas que han llegado en los últimos tres años.
Raúl Recio. Sin Título, de la serie "Yo estoy aquí pero no soy yo" (1986-2000)
P. ¿Es decir, que la represión es más dura en el campo, precisamente donde no es permitido a los periodistas cubrir noticias?
R. En la gran ciudad, en los barrios populares golpean, matan, violan. Pero es en el campo donde la represión se aplica con más ahínco. Cuando no son las matanzas directas, son las golpizas, las amenazas. Los jóvenes salen en grandes cantidades hacia la ciudad o al exterior. Un fenómeno que según entiendo, se había dado en la República Dominicana en el 64, cuando la embajada estadounidense da visas a quien quiera salir, y los que salen son la gente joven, dinámica, los líderes naturales, la gente que había estado en la vanguardia de la lucha reivindicativa. Entonces hay todo un proceso que trata de destruir el movimiento popular.
Pero con todo eso, no estamos hablando del fenómeno de un líder, es un gran movimiento de masa que surge desde las entrañas mismas de la tierra. Se cortan muchas cabezas, muchos pies que volverán a crecer. Esos son logros.
En tercer lugar, se podría subrayar que la clase política haitiana que tenía un poder de convocatoria importante en el 86, los viejos líderes conocidos, se ha ido desacreditando. Porque se han arrodillado ante los militares, porque han perdido toda dignidad. Aquí han ocurrido cosas, que aunque uno no sea partidario de Aristide, hay que decir ¡basta! Y muchos de los que como Manigat no han dicho basta, se han puesto al servicio de los militares. En todo eso hay un proceso de descrédito y paralelamente un proceso por sectores populares de nuevos grupos, de nuevos actores que están surgiendo y que van a ser, para mí, los protagonistas de la política haitiana después de la crisis.
P. ¿Y dónde está el terreno de negociación para salir de esta crisis?
R. La crisis haitiana se ha planificado en forma muy original, eso es lo que la gente todavía no entiende. Vivimos un período de Postguerra Fría a nivel planetario. En el Caribe todavía existen algunos resabios de la Guerra Fría, en torno a Cuba, en torno a la política hacia Haití y la República Dominicana, que todavía es de infantería de marina. Pero estamos en un período histórico de cambio. La Guerra Fría ha terminado. Y en este contexto hay fenómenos nuevos que aparecen. Uno de esos fenómenos es un movimiento de tipo popular que logra ganar unas elecciones patrocinadas por las Naciones Unidas, afirmar la soberanía popular en un hombre que no era el candidato ni de los Estados Unidos, ni de Francia, ni de la comunidad internacional: Aristide. Entonces esta legitimidad que nadie puede poner en duda vino a ser en el momento del golpe de estado, la única arma del pueblo de Haití.
Porque fue un movimiento pacífico. Decía que desde el 86 el ejército ha disparado contra campesinos, contra estudiantes. Pero del lado popular haitiano no hubo un solo tiro. El movimiento fue rigurosamente pacífico.
P. ¿Y el incidente con Lafontant?
R. Eso fue precisamente una reacción del pueblo en movilización en las calles, pero sin armas, que duró un solo día.
P. ¿Y la gente quemada en la calle con gomas de caucho alrededor del cuello? ¿Y la casa quemada del Nuncio Papal?
R. En ese episodio nadie sabe lo que fue la iniciativa de Aristide o si fue obra del servicio de inteligencia. Porque en un día de golpe de estado y de contragolpe, se queman unos edificios que no están dentro de la esfera de actuación del pueblo. A ningún elemento del pueblo se le va a ocurrir subir a Mont-Calvaire.
P. Pero fue mucha gente la que subió…
R. Esas son cosas incitadas porque si en los barrios populares ocurren desmanes y excesos se puede entender, pero en un barrio exclusivo así, lo dudo. Alguna mano los llevó hasta allá, la historia nos lo dirá a su tiempo. El siete de enero, el día de Lafontant, es un día de conspiración en donde hubo muchas fuerzas. Lafontant venía de Santo Domingo, estaban de su lado los militares haitianos, las fuerzas extranjeras.
P. ¿Qué fuerzas extranjeras?
R. Fuerzas diversas, porque quien ha estado en el poder durante 29 años tiene muchos vínculos internacionales. El Duvalierismo ha estado en el poder durante 29 años, tiene vinculaciones internacionales de tipo privado y público, de tipo económico y político.
Está bien claro que como parte de la conspiración de Lafontant contra Aristide, de repente se quemaron unos edificios por arte de magia y este es uno de los principales ataques que se le hacen a Aristide. El, por ser sacerdote disidente, era lógico que se le culpara por el incendio de la casa del Nuncio. Pero esas son cosas complejas, es una conspiración y en las conspiraciones hay muchas manos invisibles.
Pero volvamos a hablar del terreno de la negociación, te decía que vivimos en un mundo donde se dan nuevos marcos de referencia y aparece un fenómeno que se llama “legitimidad”. Dicho concepto cobró una magnitud internacional en Haití puesto que las Naciones Unidas estaban aquí, el ex-presidente Carter y un montón de observadores hicieron un trabajo de monitoreo exhaustivo de las elecciones.
Por eso el día en que Cedras da el golpe de Estado…
P. ¿Y cómo es que no mataron a Aristide ese día?
R. Primero porque había sectores favorables a Aristide en la guardia, y segundo porque el embajador de Francia fue a buscar a Aristide en su coche blindado a su casa de campo en donde él estaba solo, a seis kilómetros de Puerto Príncipe. No lo pudieron matar ahí, que hubiera sido más fácil.
P. ¿Pero un golpe de estado que se respete debe comenzar por tener al presidente en el Palacio de Gobierno, no?
R. Sí, pero se les escapó ese detalle. Aristide llega al Palacio Presidencial con la esperanza de que su guardia personal le siga siendo leal, y resultó que no. De todos modos hubo expresión de lealtad de ciertos miembros de la guardia que impidieron que lo mataran.
P. ¿Pero qué miembro de la guardia se le puede parar en frente a un general?
R. La cosa se dio así. También podríamos hablar de la buena suerte de Aristide. Era de día y nadie quería cargar con la responsabilidad de matar un presidente.
El hecho es que salió ileso y salió con su legitimidad y es esta legitimidad que, hasta ahora, han tenido que tragarse no sólo los militares sino los sectores estadounidenses que han promovido el golpe de estado.
La legitimidad es uno de los componentes nuevos del marco de referencia internacional. Es la misma legitimidad que impide que Balaguer tenga legitimidad porque sus elecciones han sido cuestionadas por fraude, lo que lo obliga a negociar de los cuatro años a dos.
El fenómeno de la mediación no se pudo dar en la forma clásica en Haití, se dio a través de la comunidad internacional, que había sido el garante de las elecciones y que se comprometió desde el 7 y 8 de octubre, en las famosas resoluciones de la OEA, al retorno de Aristide.
Entonces la mediación se hizo con todas las etapas, Dante Caputo, Díaz Ocampo, Governor’s Island; en ese momento los militares no querían negociar porque tenían la sensación de tener un poder total. Dentro del marco del control territorial, saben que tienen todo el poder. Digamos las nuevas referencias internacionales todavía no les habían entrado en la cabeza, piensan que la cosa seguiría igual que en los períodos pasados.
P. ¿Quiénes le refuerzan esta idea?
R. Como sabemos dentro de las esferas de poder de los Estados Unidos hay diversas tendencias, diversos sectores. Los hay que probablemente les hayan hecho sentir su apoyo o por lo menos ese es el cuento que los militares haitianos le dicen a sus subalternos.
P. ¿Y ahora mismo, qué es lo que los militares están esperando?
R. Bueno, ellos están esperando hacer nuevas elecciones en cualquier momento. Están esperando que la historia camine como cuando Duvalier, están chantajeando a la comunidad internacional como pasó con Kennedy en el 63 frente a Duvalier, van a dejarse torcer el brazo una vez más y ellos van a volver a imponer en Haití un régimen totalitario. Es una empresa de restauración de un régimen totalitario.
Si se dan unas nuevas elecciones participarían en ellas solamente un cinco por ciento de la población, no quieren elecciones universales. Dicen además, dentro de su profunda ideología, que el pueblo no sabe elegir lo que es mejor para ellos. Este es un intento de restauración totalitaria que desde hace 34 meses trata de buscar afianzarse.
P. ¿Y cuál es el futuro de esta empresa totalitaria?
R. No tiene ningún futuro.
P. ¿Cuál es el otro futuro, el de la salida de esta crisis?
R. AI momento que se da el golpe de estado, sobresale la legitimidad internacional de Aristide y obliga a los gobernantes del mundo a apoyarlo. Y esta misma legitimidad conlleva una situación importante: la ruptura de las alianzas internacionales de la oligarquía haitiana.
Por eso hoy día cuando la prensa estadounidense habla de la élite más repugnante “MRE” (élite moralmente repulsiva) la gente que utiliza este término no son gente de izquierda, no son radicales, la gente pensante estadounidense, los periodistas, se dan cuenta que esta es una élite repugnante. Es una élite cuya mentalidad se ha quedado en la época colonial.
Mientras que el pueblo haitiano se ha descolonizado, no tiene complejos de color, o de idioma, la élite en cambio vive llena de complejos de inferioridad o de superioridad y no ha sabido adaptarse a estos tiempos. El pueblo haitiano es un pueblo trabajador, un pueblo que en donde quiera que vaya, Estados Unidos, Canadá, la República Dominicana, trabaja como condenado. La lucha por la legitimidad de este pueblo trabajador ha roto el sistema de relaciones internacionales de esa élite y hoy día si hay Embargo, si hay resolución 940, lo veo dentro de esta realidad de ruptura de esa élite con un mundo internacional que aspira a la democracia y a la globalización de la economía, y que entiende que la oligarquía haitiana es un estorbo para lograr estas realidades.
Ahora bien, para la salida de esta crisis, hay diversos escenarios posibles. En primer lugar la aplicación de las resoluciones de las Naciones Unidas. El Embargo fue una medida muy altisonante pero no hubo Embargo. El Embargo empezó sólo hace unas semanas. Es decir, en todo el período anterior, con los pasajes múltiples que había a través de la frontera, no hubo un Embargo.
P. ¿Pero no han sido las clases más desposeídas las más afectadas por el Embargo?
R. El golpe de Estado, la crisis que surge de ello con todos sus componentes nacionales son los que han afectado al pueblo, no es el Embargo. Había un gobierno que estaba haciendo una labor de saneamiento de las finanzas públicas, de las empresas públicas, de la moneda, y de repente le dan un golpe y entonces se abren todas las compuertas de la corrupción en este país y esto afecta al pueblo. Pero también las medidas restrictivas de la comunidad internacional contribuyen a que aumente el costo de la vida.
P. ¿Usted le haría una crítica directa al Embargo?
R. No, yo considero que el Embargo no fue suficientemente serio. Si hubiera sido serio, el pueblo no habría sufrido tanto. Porque teóricamente hubo Embargo desde el mes de noviembre del 91.
P. ¿Es esto culpa de los dominicanos?
R. No. Yo he viajado mucho por América Latina y vivido también y me he dado cuenta de que efectivamente Haití no camina como todo el mundo, pero esta es nuestra personalidad histórica. No creo que vivamos en un mundo donde todo el mundo se comporte de la misma manera. A mí se me hace que la personalidad histórica de Haití, su originalidad, la diferencia que tiene con los demás países latinoamericanos en su idioma, su religión y sus costumbres, en realidad no es mucha es cuestión de proporción.
Muy a menudo los propios haitianos exageran la singularidad del país. Los países hermanos, la gente que llega de visita singulariza a Haití al no reconocerse dentro de la realidad haitiana. El fraude electoral es una realidad latinoamericana, la realidad de la lucha por la democracia, la de los militares, el narcotráfico, todo eso se ha concentrado aquí en un momento de crisis espantosa, hay que sacar provecho de esta singularidad, pero también hay que ver a Haití dentro de una realidad común a nuestros países latinoamericanos.
P. En el marco de este cambio de realidades a nivel internacional, ¿cuál sería el nuevo papel de una intervención estadounidense en Haití?
R. La ocupación estadounidense de 1915-1934 fue brutal, es la más sangrienta de la historia de las ocupaciones en América Latina. Por eso la gente ve la presencia estadounidense con mucho temor, pero no voy a caer en este falso nacionalismo.
Hay dos problemas: es el problema de sacar esta costra que no es sólo la oligarquía sino también el contrabando, que tiene un peso tremendo dentro de los intereses creados y, en segundo lugar, la capacidad del país de entrar dentro del proceso de globalización de la economía.
Haití con su situación económica actual es como un quiste dentro de la globalización. La comunidad internacional quiere que Haití tenga un comercio exterior no de 300 millones de dólares si no de 3.000 millones. Con 3.000 millones los estadounidenses hacen más dinero aquí que con 300 millones.
La ineficiencia de nuestra clase dominante ha llevado al país a un punto de estancamiento, de degradación que como mercado es una cosa sumamente limitada, no entra dentro de la lógica internacional. La lógica del mercado internacional requiere que Haití sea incorporada al desarrollo y a la democracia y en la medida que esa gente, esa costra, como la costra boliviana que durante tantos años de dictadura se seguía negando al progreso, como en el África del Sur, tiene que hacer un cambio dadas las nuevas necesidades de la globalización de la economía.
Yo no emito ningún juicio de valor, yo sé lo que es una intervención, pero esta élite ha demostrado ampliamente su incapacidad en promover el desarrollo de la democracia.
P. Entonces ¿por qué se ha tardado tanto la comunidad internacional en arreglar este asunto?
R. Porque los amigos tradicionales de esta oligarquía son los Cedras. Tradicionalmente los Estados Unidos mandaban a los marines adonde había “enemigos” de sus intereses, ahora los enemigos de sus empresas, de su desarrollo viene a ser esa oligarquía. Precisamente porque Haití se encuentra en un marco donde se sienten los últimos resabios de la Guerra Fría, este ha sido un proceso más lento. Aunque a mí se me hace que este cambio entra dentro de la lógica de la nueva economía mundial.
P. ¿Pero con quién van a negociar los interventores, si no pueden tratar ni con las fuerzas armadas ni con la oligarquía?
R. Yo creo que han empezado a negociar con Aristide. Han negociado con la gente de aquí, miembros de la oligarquía, quienes aún no lo manifiesten públicamente, pero sienten que ya este mundo es insalvable; desde luego, los militares se han convertido en una fuerza de terror, no sólo para el pueblo, sino para algunos de sus partidarios. Nadie quiere manifestar disidencia pero el hecho es que se ha quebrado el sistema de alianza de la oligarquía.
Malval fue tal vez una golondrina que anunciaba la primavera, pero falló, no logró tener éxito. Habrá otros sectores de la burguesía que van a entender que este país no puede seguir viviendo como hasta ahora: de la corrupción, el narcotráfico, del contrabando, de la miseria espantosa del pueblo y que sabe que si no logra resolver esto, tardará tres años, o seis años, pero habrá un revolcadero tremendo.
P. ¿Sería esta una intervención de arreglo de la sociedad civil?
R. La sociedad civil es la que habrá de salir fortalecida de esta crisis.
P. ¿Y las fuerzas armadas, se seguirá el ejemplo de Japón después de la Segunda Guerra Mundial?
R. Haití no necesita Fuerzas Armadas. Incluso la República Dominicana va a entrar dentro de esta misma dinámica. El fin de la Guerra Fría replantea la cuestión del papel de los ejércitos, de la misma existencia de los ejércitos. En Haití, el país más pobre del continente, sólo necesitamos una fuerza para guardar el orden. En este país hay muy poca delincuencia, la única fuente de arbitrariedad y de violencia es el Estado y su brazo militar. Usted puede salir a la calle a altas horas de la madrugada por donde quiera, sino es algún elemento ligado al poder que te agrede, ningún haitiano te agrede.
El ejército de ocupación que el pueblo siente es el que los gringos habían dejado en la primera ocupación del 34, la Guardia Nacional, se convierte en las Fuerzas Armadas de Haití que sigue la misma línea de lucha contra el pueblo, Ya es tiempo de que tengamos un ejército para la democracia; un ejército para el desarrollo. Por eso este ejército debe desaparecer, como ocurrió en Costa Rica en el 48. Se deberán tomar reclutas jóvenes de 18 años que hayan sido adiestrados en una enseñanza democrática, adecuada para un tiempo moderno, el tiempo en que vivimos. Esto hará que el país salga ganando.
P. ¿Cuál fue su relación con el gobierno Aristide?
R. Yo apoyé a Aristide por que sentí que representaba la renovación del sistema, pero no participé en su gobierno ni siquiera como consultor. Tengo una organización no gubernamental que monté junto a mi esposa, Suzy Castor, y dirigimos juntos; es un centro de formación e investigación económica y social para el desarrollo. Contamos con el apoyo financiero de algunas organizaciones europeas, del gobierno de Canadá, pero funciona con plena independencia. Yo soy amigo personal de Aristide, nunca he sido su consejero, si lo hubiera sido lo hubiera ayudado a evitar muchos de los errores que se cometieron.
P. ¿Qué tarea le daría usted a la burguesía progresista dominicana en torno a la institucionalización de las relaciones con Haití?
R. Hay que volver transparentes las relaciones con los dos países. Empezando por el fenómeno migratorio, no puede haber tanta actividad clandestina entre los dos países, es lo que se ha visto con el Embargo. El Embargo ha puesto en evidencia la cuantía de lo ilícito que hay en las relaciones entre los dos países. Que la inmigración haitiana deje de ser un asunto clandestino, que se reglamente la situación de los haitianos en los bateyes, el comercio informal. Que se formalice el intercambio comercial entre los dos países, como es el caso de México y los Estados Unidos, donde la parte de lo ilícito es ya mínima. En las relaciones entre Haití y la República Dominicana, lo ilícito y lo informal es lo que gobierna las relaciones entre los dos países. Creo que con el golpe de Estado, las cosas más negativas de este país han recibido mucho apoyo de Santo Domingo. También hay sectores que han entendido lo que hay de nuevo en la situación de Haití y que lo han apoyado.
La decisión de cortar el periodo electoral de Balaguer es la crónica de una muerte anunciada, una muerte política. Hay un sistema político en Santo Domingo que va a desaparecer, por el peso de los años, por el empuje de la juventud. Esta juventud es una yerba que crece y aunque en un momento determinado pueda volverse amarilla por el peso del sol y la falta de agua, volverá a nacer.
Tan pronto como florezca la democracia en Haití y haya condiciones para hacerlo, hay que multiplicar los encuentros entre científicos sociales, entre artistas, hombres de cultura, técnicos, comerciantes, para oxigenar las relaciones entre los dos países.
P. ¿Cómo evaluaría la aportación de los trabajos realizados en la Sección de Estudios del Caribe del Centro de Investigaciones Sociales de la UNAM, dirigido por usted, específicamente en lo referente a las relaciones entre República Dominicana y Haití?
R. Creo que hemos contribuido. En el 1971 hicimos un coloquio domínico-haitiano en donde participaron 10 dominicanos y 10 haitianos, como Hugo Tolentino Dipp, Carlos Ascuasiati, Pedro Mir, José del Castillo. Hemos hecho mucho para promover el encuentro entre científicos sociales dominicanos y haitianos y creo que eso ha sido un logro, porque muchos de los que habían participado en esos encuentros originales han seguido manifestando un interés por la problemática insular, por la problemática caribeña.
Realizamos muchos seminarios. México ha sido un país que en la década de los 70 tenía una visión continental y una visión del futuro y hemos organizado muchas actividades académicas y publicado muchas cosas y creo que esto ha contribuido a la conciencia de la “caribaneidad”.
Hace un año la Asociación de Columnistas del Caribe me dio el premio “John Beckford”. John Beckford fue un economista de Jamaica, una de las grandes figuras de las ciencias sociales del Caribe anglófono. Fue un premio que recibí por mis aportaciones a los estudios del Caribe.
La idea camina, los propios países del Caribe anglófono han propuesto la realización de la Federación de los Estados del Caribe. Lo que corresponde no sólo al viejo sueño de Betances, de Hostos por nombrar a algunos de los precursores, pero corresponde también a la adquisición de una conciencia en la que modestamente hemos participado.
RUMBO 21 y 22, SEPTIEMBRE DE 1994.