Desde el año 2007 el Fondo Mundial para la Naturaleza o WWF por sus siglas en inglés (World Wide Fund for Nature) celebra la hora del planeta. Cada último sábado de marzo de cada año, la WWF promociona un apagón eléctrico voluntario en hogares, empresas, industrias y edificios emblemáticos, como acto simbólico en pos de fortalecer la conciencia social frente al cambio climático.
La WWF tiene como fin fomentar la conservación del planeta en condiciones aptas para el equilibrio ecológico. Como norte fundamental persigue la sostenibilidad de nuestro hábitat, de cara al disfrute de las generaciones futuras. Todo esto se traduce en iniciativas concretas para preservar la diversidad biológica mundial haciendo uso de recursos renovables y reduciendo en lo posible el consumo energético desmedido y la contaminación ambiental.
El acto simbólico de apagar las luces durante una hora ha tenido un impacto mediático muy positivo en países como Australia, Canadá, Estados Unidos y varias ciudades europeas. En otros países emergentes de Asia y América Latina también ha tenido una gran acogida, pese a que en muchos de estos lugares las empresas generadoras y distribuidoras de electricidad se encargan -sobradamente- de “apagar” el servicio, en un gesto más acorde con sus necesidades político/económicas que con el espíritu de la sostenibilidad.
Este tipo de iniciativa como el de La Hora del Planeta o 60 + va más allá de una simple declaración de intenciones y siembra en el ciudadano común un espíritu de compromiso con el planeta. El gesto de apagar la luz es un acto de toma de conciencia de cómo nuestras acciones más sencillas pueden repercutir – y de hecho repercuten- en el equilibrio ambiental de nuestro entorno. Muchas medidas se pueden tomar por quienes administran el poder político y empresarial, pero muchas otras tantas pueden ser tomadas por los ciudadanos de a pie que somos esos casi 7 mil millones de habitantes de este planeta azul.
Se estima que entre el 70 y 80% de todo el consumo energético de un edificio durante su vida útil se produce por su uso; el resto se le atribuye a los procesos de fabricación/extracción de los materiales de construcción y a la ejecución de la obra en sí. Se dice pronto, pero más que porcentajes, esos números representan un estilo de vida que debemos revisar.
Reciclar, ahorrar, conservar, deben ser verbos que nos acompañen desde ahora y para siempre si queremos que las condiciones de vida de nuestro hábitat se mantengan tal y como la conocemos ahora. ¿Seremos lo suficientemente irresponsables para no asumir la tarea de dejar la casa limpia para los próximos inquilinos, incluso si esos próximos inquilinos serán nuestros hijos?… Espero que no.
Apagar las luces durante una hora en Santo Domingo puede sonar a chiste. Un chiste tan gracioso – y de mal gusto- que hasta las EDEs se reirían y hasta quizás se reirían de nosotros. Pero lo que cuenta es que tomemos este pequeño acto como uno más en la suma de muchos otros: cerrar el grifo, reutilizar las cosas siempre que se pueda, generar menos desperdicios, gastar menos combustible, cuidar la fauna y la floresta, etc.
El año pasado, alrededor del mundo, más de siete mil ciudades en ciento cincuenta países le regalaron una hora al planeta y apagaron sus luces. Esta iniciativa se multiplicó durante el año en muchos otros pequeños gestos acordes con los postulados de la sostenibilidad.
Para el 2013 la WWF plantea otro desafío y consiste en fomentar la creación de una conciencia global, colectiva y escala mundial, que procure un cambio de paradigma y ser más eficientes y renovables en el uso de la energía, para reducir las emisiones de C02.
El próximo 23 de marzo, de 20.30 a 21.30, hora de Madrid (cinco horas menos en Santo Domingo) sigamos la iniciativa de WWF y apaguemos la luz – los que tengamos luz- pero más importante que apagar la luz a esa hora, es que seamos parte del cambio. Realicemos gestos ecológicos como éste…..que las pequeñas cosas cuentan.