Me resulta engorroso tener que volver al tema, pero, a veces, cosas que deberían caerse de la mata se resisten también a caer. En las sociedades humanas siempre ha habido mayorías y minorías, y las consecuentes correlaciones de fuerza han supuesto la violación de mucho más que leyes gravitacionales.
Parece que no basta con tener en los medios un especialista de la conducta que se dedica "sanar" homosexuales y lesbianas, tampoco con que una conocida pastora les llame pecadores poniéndolos al mismo nivel de ladrones de la más baja ralea. Recientemente, la revista infantil "Al compás" declaró "enemigos nacionales" a la homosexualidad y el lesbianismo llamando a los niños a luchar contra ellos.
Que aún estemos pensando en ciencias humanas y sociales desde el patriarcado, sea en sus vertientes pseudo-científicas o espirituales, es motivo de indignación.
¿De qué sirve predicar "Amor sin límites" cuando se siembra el odio?
Cualquier argumento en pos de la homosexualidad como psicopatología reposa sobre muchos a priori. Se sostienen sobre los mismos prejuicios en que incurren los estudiosos de la conducta al hablar de la "función del padre" como instancia de prohibición en el sistema familiar. Aquellos que reclaman el lugar del hombre en la cabeza de la familia, que con gritos alarmistas nos previenen sobre las consecuencias apocalípticas de las nuevas organizaciones familiares. Ni las funciones educativas están sexuadas ni la misión providencial del hombre es copular con la mujer.
En las ciencias del hombre se trabaja siempre con cierto desfasaje, se piensa el hoy con los modelos de ayer. No reconocerlo es hacerse vulnerable a las actitudes propias del Medioevo que subsisten en nuestro entorno.
Uno de los principios de la psicopatología considera como sintomática toda conducta que sea dañino o produzca malestar al individuo, sus allegados o a la sociedad. Pretender denostar la homosexualidad de psicopatología equivale a negar a las personas su derecho a procurarse el placer y la felicidad.
Cuando este Doctor y psicoterapeuta dice que la homosexualidad fue retirada de las clasificaciones de psicopatología por razones políticas, olvida que por razones sociales y políticas llegó allí. Su propuesta es la del mecánico que crea el problema que deberá resolver. Viola además la ética profesional al referirse a creencias e ideologías personales, por mucho que las revista de ciencia.
Estas personalidades son de las que restan importancia a la lucha por la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Pocos lo usan, dicen. Este empeño por obviar derechos es digno de los autoritarismos de peor calaña. No se puede rehuir lo evidente. Basta con que exista una persona que quiera vincularse legalmente su pareja para defenderle ese derecho.
Debe atacarse ese discurso discriminatorio y alarmista. No es cierto que pese más la orientación sexual que la calidad de la persona. De hecho, la primera no entra en la ecuación de la segunda.
En términos psicopatológicos, la homosexualidad no es una enfermedad mental. No es cierto que sea comparable a la dependencia a las drogas, o al crimen. Mucho menos cierto es que se trate de un enemigo contra el cual debemos luchar todos los dominicanos.
Sí son nuestros enemigos los arcaísmos defendidos por estas posturas. Lo que sí es patológico, como su nombre lo indica, es la homofobia en la que se apoyan. Sí es patológico seguir estigmatizando personas por preferencias sexuales legítimas, como es patológico este discurso iatrogénico por un profesional. Lo es también incurrir en el chantaje espiritual, o sembrar odio.
La homofobia sí es una enfermedad. Que no se promueva más.