“Cuando el rey estudia, los ministros cogen el libro” Esta oración jamás la he olvidado. La expresaba, con harta frecuencia, fray Vicente Rubio, como un leimotiv, en sus catedras de filosofía allá, en los finales de los cincuenta, en el liceo presidente Trujillo, del cual fue subdirector.
Con esta expresión el padre Vicente quería decir que el ejemplo debe venir desde arriba, de las máximas autoridades.
Si, como ya es una tradición histórica, el Poder Ejecutivo desborda al Poder Legislativo y al Poder Judicial y deviene, por esa mala práctica, en el primer Poder del Estado; significa ese leitmotiv que el ejemplo debe venir del Presidente de la República, es decir, en este particular caso, del ciudadano doctor Leonel Fernández Reyna.
Despojándonos de las pasiones y tratando de ser objetivos, debemos reconocer que el joven doctor en derecho, Leonel Fernández Reyna, que tomó posesión, por primera vez, de la presidencia de la república en el 1996 y el Leonel Fernández, que se retira del Poder Ejecutivo, el próximo 16 de Agosto de 2012; son personalidades totalmente distintas.
Esto no es difícil de demostrar… Las circunstancias son otras. El modesto abogado, profesor universitario, acostumbrado al combate en condiciones no siempre favorables ó el joven dominicano que rompió brazos en New York, para subsistir y avanzar; al multimillonario empresario que es hoy, no solo presidente de Funglode, y controlando todos los Poderes del Estado, son totalmente distintos.
Ha pasado doce años disfrutando del manejo, a su libre albedrío, de miles y miles de millones de pesos y dólares. Recibiendo el incienso, los ditirambos y las loas de sofistas, áulicos y sicofantas que solo anhelaban, y anhelan, una tajada del festín.
Qué ejemplo nos deja? Privatizó el campo energético nacional y, hasta el día de hoy, el aporte en metálico que invirtió el capital extranjero, para adquirir esa vaca muerta, jamás pisó las playas dominicanas, es decir, nunca ingresaron al Banco Central.
Son muchos y variados los otros ejemplos que pueden señalarse.
El affaire de la SunLand que, como en el caso de la privatización del campo energético, tanto los US 130,000.000.00, como el capital invertido para la adquisición de la CDE, desaparecieron por arte de magia.
No solo por lo demostrado por Nuria Piera en sus investigaciones periodísticas, sino, por todo lo que ha corrido, de voz en voz, por la opinión pública nacional, sobre la enorme corrupción gubernamental, señalando a determinados secretarios de estado o ministros como responsables de dolo, malversación, nepotismo y robo; no hay el precedente de la sanción presidencial para castigar esas malas acciones o indelicadezas.
La calificación ha desbordado el ámbito nacional. Hasta los organismos internacionales señalan la podredumbre de la presente administración.
Ahora, para ponerle la tapa al pomo o para cerrar con broches de oro, se dispone del Palacio Presidencial y se incurren en gastos enormes, para celebrar los quince años de una bellísima jovencita, en su baile de presentación en sociedad.
¿Es que estamos locos? No tenemos idea de cómo invertir los magros recursos nacionales. No hay un concepto de prioridades en esta administración?
En un país pobre, donde se le dificultan los recursos a un joven de 24 años, miembro de la Policía Nacional que, en el cumplimiento de su deber fue atropellado por un vehículo y quedó vivo de milagro. Desgracia ésta que obliga a sus familiares a rogar y reclamar por una ayuda económica a la Policía Nacional para poder subsistir y salvarle la vida. Esta visión dantesca la vi en los noticiarios televisivos. No recuerdo su nombre. No creo que sea necesario señalarlo. Hay cientos, quizá, miles de situaciones dantescas como éstas.
A todo ésto lo que se destaca es la fría indiferencia del presidente doctor Leonel Fernández.
Este es y será el legado de Leonel Fernández Reyna. Indiferencia ante el dolor humano; indiferencia ante el robo, la corrupción y la malversación de sus ministros y funcionarios en sus tres periodos de gobierno.
Si con este pedigrí aspira a regresar; entonces el doctor Zaglul tenía razón!