La hegemonía social, es decir, la necesidad y voluntad de los sectores dominantes de que prevalezcan sus intereses tiene sus principales soportes en el Danilismo y el Leonelismo sus principales soportes; que no está de más subrayar que son corrientes del mismo partido en el poder.
Es un hecho singular, pero nada extraño en la historia dominicana, si se tiene en cuenta que, aunque con matices diferentes, en un tramo de la vida nacional esta estuvo modulada por la competencia entre Báez y Santana, del mismo litoral conservador, y el uno surgido desde las mismas filas del otro.
El concepto de “hegemonía social” es clave para analizar este momento, porque ”las clases no se suicidan” y por encima de cualquier otra consideración, están sus intereses. Para garantizarla han apelado a la intervención militar de los marines norteamericanos en dos ocasiones (1916 y 1965); en cada una de las cuales dejaron con aquel mismo fin las condiciones para dictaduras como las de Trujillo (1930-1961) y la de Balaguer (1966-1978). Y para lo mismo han probado el bipartidismo (PRD-PRSC), y cuando este fue erosionado a partir de que el PLD se hizo con una cuota importante en el congreso, entonces apelaron al pacto entre tres. Los empresarios agrupados en el CONEP, la embajada y la cúpula de la iglesia católica pusieron el empeño correspondiente para esta orientación sistémica.
La cuestión principal de la hegemonía social hoy es que, por un lado pende del que controla el presupuesto, o como dice la sabiduría del pueblo, “el que paga manda”, en torno al cual hay muchos que quieren continuar en esa posición más allá del 2016. Mientras que del otro lado, están los que saben que “el que va a Villa pierde la silla” y no pueden postergar sus aspiraciones.
En este momento hay más enfrentamientos entre esas dos corrientes que las que hay entre la oposición y el gobierno; y mientras, el PLD sigue altamente valorado en las encuestas.
Esto es un desafío a la oposición, al contenido y perfil de la misma.
Abre un paréntesis. Una muestra de hegemonía es que a pesar de que otros actores importantes han incidido en los temas relacionados con la corrupción y los nacionales haitianos, estos se convierten en principales en el debate y la comidilla colectiva a partir de las pesquisas del ministerio público contra hechos señalados de enriquecimiento ilícito por parte de exfuncionarios, limitadas, pero lo suficientemente emblemáticas como para dejar clara la intención; y de que Vincho Castillo y sus seguidores pusieran en movimiento inteligencia e intenciones para despertar prejuicios antihaitianos que lo mismo crean un entorno internacional incómodo al gobierno, como procuran una plataforma de “unidad de la nación” para desplazar por ahí las aspiraciones presidenciales de su candidato preferido. Cierra el paréntesis.
Con Antonio Gramsci hemos aprendido que para que sea completa, la hegemonía social tiene que abarcar la cultura y la cuestión de los valores dominantes. Un análisis elemental de cómo andan en nuestro país nos permite concluir con facilidad en que aquí puede ocurrir cualquier cosa en las ideas y prácticas políticas.
Ahora no recuerdo quien del mundo intelectual o político asegura que en materia de valores la República Dominicana se adentra con buen impulso a la época de lo estrafalario. Echen no más un vistazo a los pactos firmados o insinuados de las últimas semanas y verán hegemonía, aplatanada.
Pero todavía queda un poquito de tiempo y suficiente espacio político para instalar un polo contra- hegemónico. En medio de una situación tan singular, los que se reclaman alternativos son los que pueden inclinar la balanza en favor del cambio, y con un poquito de buen juicio pueden y deben hacer uso de la fortaleza que le da este momento histórico, este ahora, para empujar en el sentido de una inflexión política mediante un pacto, especialmente con el PRM, para construir una opción electoral centro- progresista, unitaria, posiblemente multiforme, que haga contrapeso a las corrientes principales en el PLD, las garantes de la hegemonía social de los sectores dominantes; así haya posiciones e intereses funcionales al sistema en aquel posible pacto opositor.