Desde hace semanas se habla, aunque poco, de la crisis alimentaria que padece el llamado cuerno de África y de la terrible hambruna de Somalia, país donde los muertos por falta de alimento se cuentan por centenares de miles. Acostumbrados a las cifras de todo tipo, las de los muertos ya no nos escandalizan. Con todo, lo de Somalia, país que lleva dos décadas enteras en emergencia alimentaria, debería avergonzar a la raza humana.

La crisis económica mundial, que al aparecer está amenazada de reiniciar un nuevo proceso de recesión, se roba en estos días casi todos los titulares de prensa, quedando poco espacio para las causas humanitarias que esperan urgentes respuestas.

Alguien dirá que son éstos tiempos difíciles y que todos tenemos nuestros propios grandes problemas y que poco o nada podemos hacer con algo que ocurre a miles de kilómetros de nosotros en un lugar del planeta que nos costaría no poco localizar en el mapa.

A los dominicanos,  condicionados por nuestro síndrome de isla, nos parece que el mundo, al menos nuestro mundo, se acaba allí donde  la arena de nuestras playas se junta con el agua de nuestro Caribe, lo de Somalia nos queda realmente lejos y sentimos, y es verdad, que poco o nada podemos hacer al respecto.

No poder responder de manera significativa para revertir la situación no nos exime, cuando menos, de conocer la realidad y de preguntarnos por qué se dan situaciones como esta. Aún sin poder redimir el hambre, debemos preguntarnos el por qué de las hambrunas en un continente en el que apenas un siete por ciento de la población se alimenta adecuadamente. Tengamos en cuenta que un 38 por ciento de la población mundial sobrevive con menos de 75 pesos diarios y que es en estas zonas del planeta donde se concentra.

Cuando digo que la hambruna de Somalia es vergonzosa para la humanidad a lo que me refiero es, según algunos analistas como, por ejemplo, Esther Vivas, del Centro de estudios sobre Movimientos Sociales y autora de una obra titulada Del campo al plato -Los circuitos de producción y distribución de alimentos- a que el problema no está en la producción suficiente de alimentos para todos sino en las dificultades de acceso a ellos debido a los perversos sistemas de comercialización vigentes.

Dice Vivas que vivimos en un mundo de abundancia. La producción alimentaria de nuestro planeta en estos momentos daría para llenar los estómagos de 12 mil millones de personas, según datos de la FAO. Como este planeta lo habitamos 7 mil, queda un excedente de bienes alimentarios para 5 mil millones más.

Es decir, aún comiendo todos lo suficiente y hasta hartarnos, no podríamos consumir todos los alimentos que se producen en la actualidad. ¿Entonces por qué razón una de cada siete personas que habitan esta tierra pasa hambre extrema?

La emergencia alimentaria que, sólo en Eritrea, Etiopía, Somalia y Yibuti, países que conforman el Cuerno de África, afecta a diez millones  de personas. Se eterniza así una catástrofe que poco tiene de natural aunque la quieran explicar unas veces por las continuas sequías  y otras veces por las colosales inundaciones, o por los permanentes conflictos bélicos en la zona.

Ciertamente esto agudiza el problema pero no lo explica del todo, ni tampoco principalmente. Si las causas del hambre no son naturales, ni tienen que ver con la falta de producción, hay que mirar a la acción política para encontrar respuestas, apunta la analista Vivas. Dice: "el hambre no es una fatalidad inevitable que afecta a determinados países. Las causas del hambre son políticas".

Y pregunto yo que, si realmente es así,  si detrás de esta situación hay ejecutorias políticas que matan a millones de seres humanos ¿los responsables no deberían sentarse en el Tribunal Internacional de La Haya acusados de crímenes contra la humanidad como están sentados algunos de los criminales de la guerra de los Balcanes?