El circo nunca abandona este bello país. Se puede correr, se puede esconder, pero no se puede escapar del circo que llevamos por dentro; que, de seguro, nos ponen junto con la antitetánica (en mi época era así, no se ahora) desde que recién nacemos y deja una marca de por vida. Así el espectáculo de turno, porque la Pelota todavía no calienta como es debido, es la sentencia del TC (Tribunal Constitucional, no confunda nadie con el turismo de carretera, ni con el Time Code y mucho menos con el, bien conocido por todos, tecnecio)y nos han dado TC por el cuerpo (por no haber mejor palabra) hasta el cansancio.
Así que no esperen encontrar aquí una excepción. Yo tenía todas las ganas de hablarles de cosas más relevantes como la curiosísima relación fónica entre el golpeteo de las fichas en domino y el Noh (drama musical japonés), pero el deber casi nunca nos deja tiempo para la diversión. Dentro de los múltiples y posibles subtemas de este interesantísimo asunto nos ocuparemos de uno de los más complejos: Un grupo en Feibú.
Debo dejar claro, en este punto, mi amor y admiración por los extremistas: una ideología, o en su defecto una idea, solo merece ser defendida por aquellos que estén dispuestos a sacrificar menudencias como la salud, la moral o la familia. Aclarado ya este punto debo comentarles que hay una agrupación de extremistas, al menos en apariencia, llamada La Guardia Nocturna. No se sabe, de esta, sobre su relación con el príncipe de la iglesia o con los templarios y muchísimo se les ve relación con los dominicanos, pero aun así este grupo ha mostrado undecidido interés por la sentencia del mentadotribunal.
“Una agrupación de extremistas, al menos en apariencia” en apariencia… lo primero que le da dudas a uno es su logo, un puño de espada y la sabichosamente bélica bandera dominicana de fondo, que es, por demás demasiado caricaturesco. Uno se lo piensa y sin razón aparente le da por investigar pero nuestros motores de búsqueda no son los ideales para buscar imágenes a lo Dan Brown y su reconocido investigador que desmonta los elementos visuales hasta sacarles el sentido último ¿qué hacer entonces? Lo único posible es buscar el nombre (también curioso). Les ahorraré todo el tedioso viaje cibernético porque lo que descubrí, oh maravilla, sustenta todas las sospechas y no hay tiempo que perder.
La guardia nocturna es la policía de Mundodisco (de Terry Pratchett) un planeta imaginario conformado por un plano sostenido sobre cuatro elefantes que viaja por el universo en el caparazón de Gran A`Tuin (una tortuga gigante de quince mil kilómetros desde el pico a la punta de la cola). Hasta este punto se puede considerar una coincidencia, porque realmente la policía solo es concebible en este tipo de fantasías. Pero al adentrarnos más vemos las terribles similitudes:
“-…¿Qué hacemos ahora, Nobby?
–Arrestar al sospechoso, sargento –dijo el cabo Nobbs, haciendo un elegante saludo marcial.
–¿Sospechoso, Nobby?
–Él –dijo Nobby, dando un golpecito con la bota al cadáver–. A mí me parece pero que muy sospechoso estar muerto de esa manera. Además, ha bebido. Podríamos empapelarlo por estar muerto y desorden público.”
Después de ver, leer y sopesar un poco del Mundodisco, no quedan dudas de la relación intrínseca con nuestro sistema gubernamental y por tanto con El grupo La Guardia Nocturna. En este país cargado hasta las longanizas de poesía, ha dado y sigue dando genios del cinismo, al que no lo crea que vea uno que otro premio otorgado por el estado o el divertidísimo peatonal-rampa de la 27 con Ortega y Gasset. Este grupo, me atrevo a aventurar, es producto de una mente perspicaz que pretendiendo hacer una sátira fue mal interpretado por la masa. Una lástima el giro inesperado de ese grupo.