Estamos metidos en el marasmo que nosotros mismos entretejemos, y pasamos por alto los hechos positivos que escenifican los dominicanos y dominicanas  en el ámbito doméstico y exterior.

Este jueves recién pasado asistí a la Academia de la Historia Dominicana, como es mi costumbre alternativamente con mis compromisos de académicos; me encontré con la grata presencia de una joven investigadora de origen dominicana Lissette Acosta, PHD, investigadora y docente de la Universidad de Missouri, donde ha sido reconocida por sus méritos y desconocida en el país. Nos asombró su juventud, alrededor de unos 35 años  y la gran destreza que exhibió en su disertación sobre la Mujer como sujeto en la investigación histórica, frente a los doctos miembros investigadores de la Academia.

Una vez más se me abrió el apetito para no sólo encumbrarme en sublime suspiro de ver a una persistente y sagaz dominicana Kathleen Martínez Berry explorando tumbas egipcias en su calidad de arqueóloga buscando la tumba de la legendaria Cleopatra en tierra extraña, descubriendo reliquias milenarias tras ese objetivo. De igual modo, recibir la grata noticia del triunfo como campeonas de las Reinas del Caribe en Voleibol en la ruta Panamericana.

En los años 90 de visita en intercambio académico a la Guardia Conmunity College, su presidente me sorprendió presentándome dos investigadoras dominicanas haciendo pasantía en la Nasa, de cuyos nombres no me acuerdo. Son muchos anónimos dominicanos-as que se plantan con talentos y gallardía ganando laureles en recónditas funciones en el exterior, dándonos por no enterados.

Estos  pocos recuerdos me llevaron a meter mis reflexiones en la historia del Colegio Santa Marta, bajo la rectoría de dos pilares monumentales de la educación dominicana: Salvador Castro Calcagno (desaparecido) y la profesora Evalina Acosta, convaleciente. Ambos fueron cátedraticos de historia de la Universidad Autonoma y fundaron el Colegio al despedirse del Santa Teresita, en Gazcue al lado de Savica, que luego mudaron a la Avenida Bolívar.

Su apostolado formó y cinceló a miles de profesionales en  variadas áreas del conocimiento y su brega fue un verdadero ejemplo de pulcritud, talento y entrega para modelar a la juventud que allí se dio cita.

Algunos venían con problemas de disciplina por su carácter travieso, no más, Evalina suave, dulce e insistente a veces escondía las travesuras de los muchachos para que su esposo Salvador Castro no se enterara y los suspendiera al instante.

Este hombre de firme personalidad, quien fuera oficial de la Marina, que perdió su escalafón a lo más alto por haber participado e identificado con la Patria en medio de la Guerra de Abril, de la que hablaba con orgullo y voluntad de repetir su hazaña si hubiese sido necesario. Casi al final de su vida fue ascendido a Coronel o Capitán de Fragata, al gobierno de turno reconocer a los constitucionalistas.

Del Colegio Santa Marta, hoy desaparecido, salieron exitosos profesionales bajo la tutela de estos egregios docentes, que sólo aspiraron a pulir a la juventud que paso por sus manos, con el acompañamiento de un cuerpo docente de primera;  entre los cuales se cuentan Hector Ricart, Andrés L. Mateo, Darío Solano, Nolberto Soto,  Salvador Tavarez, Yadira Rodríguez, Loly de los Santos, María del Carmen Weise, Melba Noboa. Además, Francisco García, Juan Ant. Mella, José Chez Checo, Reynaldo Ricart, Consuelo Guerrero Pratts, Altagracia Díaz Belliard, Federico Yunes, Ana Cristina Gell y Onolia Colón.

Todos, personas con profesiones, caso raro en la educación media de la época, y con una fragancia ética que se elevaba al paroxismo, enseñoreada por la gestión insuperable de Castro y doña Evalina, dos ejemplares de la estirpe honrosa de este país, continuadores de la obra de Hostos, Martí y los Henríquez.

Entre los alumnos como una simple muestra hoy día, encontramos sirviéndole a la sociedad, Ingenieros y Arquitectos como Juan Ant. García, Bayoan Soto;  Médicos como Paul Rodriguez, Reyna de Belleza, Gerentes y Empresarios: Lisandro Macarrulla, Zanoni Selig R., Jonathan Guerra,   Gisselle Méndez. Juristas Carlos Corniel, Denisse Ruiz; Consultor Julio Cordero, administrador Banco Reservas y Aduanas Enrique Ramírez, José Ramón Rodríguez, empresaria Alexandra Palamara, fotógrafo Alejandro Nuñez, artistas Pavel Nuñez y Anayansi Soto, así Rachel Codero, catedrática e investigadora en Connecticut.

En fin, una pléyade de hombres y mujeres profesionales de talla para los negocios, salud y administración; producto fértil de esa prestigiosa institución que languideció por falta de apoyo del Estado y cuando el centro de la Ciudad se llenó de Torres tragandose el pequeño local alquilado, que pidieron sus dueños.

Tiempo atrás el presidente Joaquín Balaguer por interpósita persona le había ofertado contribuir con un local, que Salvador Castro no obtemperó dada su condición de constitucionalista y hombre de principios revolucionarios, todavía con la frescura de los vientos anti balagueristas de la Revolución de Abril.

Aún así, en Santa Marta estudiaron hijos de militares y funcionarios del Gobierno, conscientes del Ágora donde podían titularse de bachiller sus hijos, abrevando los más sólidos conocimientos surgidos de una enseñanza de profesores talentosos a la usanza hostosiana. Doña Evalina Acosta, de origen sanjuanera, cuando suele ver a sus hijos de las aulas, se exalta de indescriptible emoción como cuando una madre abraza a su amoroso retoño, aun con el peso añejo de los años, su memoria vive con gracia y fluidez.