La opinión que se tiene de la figura del ingeniero Miguel Vargas Maldonado está dividida. Para algunos, es un empresario exitoso, líder, institucionalista, serio. Para otros, es un hombre egoísta, torpe, charlatán, dictador, marioneta, corrupto, resentido social.
Pero al margen de lo que se piensa de Vargas Maldonado o de las acciones que éste ha protagonizado en los últimos años como: los problemas del PRD en la escogencia del candidato a síndico por el Distrito Nacional en el 98, apoyo a la reelección presidencial en el 2004, escogencia voluntariamente y “dedocráticamente” de los candidatos en las elecciones del 2010, el Pacto de las Corbatas Azules, la no aceptación de la derrota en la XXIX Convención Extraordinaria del PRD en marzo 2011, no apoyar a su partido –a pesar de decir que es una persona institucionalista-, darle larga a la crisis de su partido, aceptar un préstamo en tiempos electorales de uno de los bancos del Estado, hacer un padrón que dice que el PRD es pequeño, sacar a miembros con más de cuatro décadas en las filas de ese partido, plagiar un logo, el circo montado en la XXX Convención Extraordinaria del PRD del 20 de julio del 2014, en donde se habló mentiras, no se dejó votar a todos los inscritos, se disparó contra la gente, se atropelló a periodistas, se atentó contra la libertad de expresión, por citar algunas cosas, a pesar de todo esto Miguel Vargas es un hombre grande.
Miguel Vargas Maldonado ha logrado lo que nadie pudo, ni Trujillo, ni el Golpe de Estado del 63, ni Balaguer, ni Bosch cuando se fue y fundó el PLD, ni la guerra entre don Antonio y Jorge Blanco o la de Jacobo y Jorge Blanco o la de Peña con Jacobo, ni Vincho con el “Fallo Histórico del 78”, ni el suicidio de Guzmán, ni el “Granadazo” ni el “Concordazo” ambos en el 82, ni el encarcelamiento de Jorge Blanco, ni la ida de Majluta, ni la de Hatuey, ni la reelección en el 2004, después de 75 años de vida, DESTRUYÓ AL PRD.