En Estados Unidos nos preparamos para el inicio de las elecciones primarias. En febrero se inicia el proceso. Hasta ahora la actividad más importante han sido los debates realizados por los candidatos republicanos. Entre demócratas, los enfrentamientos televisados entre la ex secretaria de Estado Hillary Clinton y el senador Bernie Sanders se han mantenido dentro de los parámetros normales, aunque la ex primera dama es acusada por la prensa y los republicanos de cuanto delito o indiscreción puede concebirse. Su adversario ha mantenido un tono elevado y respetuoso en las discusiones.
En el entorno republicano la figura prevaleciente ha sido Donald Trump, hombre de negocios de altos vuelos que ha dominado hasta ahora los debates atrayendo más televidentes que cualquier otro político en la historia reciente. Han sido debates en los que se ha manifestado un evidente grado de hostilidad entre los aspirantes. Algunos de ellos se han destacado en sus argumentos, pero cuando se llevan a cabo las encuestas Trump duplica las cifras de su más cercano oponente.
El neurocirujano Ben Carson ocupaba hasta hace poco el segundo lugar, pero es ahora el senador por Texas, Ted Cruz, un cubanoamericano, quien demuestra competir más efectivamente con Trump. Aun así, este último sigue prevaleciendo.
No importa que los medios de comunicación ataquen constantemente a Trump y a Cruz. Tales ataques parecen favorecerles. Al doctor Carson lo han dejado bastante tranquilo, en parte porque no lo consideran un candidato con posibilidades reales. Esos tres candidatos representan la mayor oposición que el “establishment republicano” haya enfrentado desde los ya lejanos días del senador Barry Goldwater en la campaña de 1964. Y no siquiera cabe una verdadera comparación. Trump y Cruz han ido de frente contra los que afirman representar el republicanismo histórico.
No se trata de liberales, sino de conservadores de derecha, aunque el caso Trump es difícil de explicar. En el pasado ha defendido asuntos que atraen a los liberales, pero ahora se ha incorporado a la lucha contra la inmigración y el tamaño gigantesco que ha ido tomando el gobierno federal. Su lenguaje ha ofendido a muchos hispanos. Su mensaje, en líneas generales no es atractivo para los afroamericanos, pero muchos de ellos se sienten preocupados por la inmigración, que consideran una amenaza para sus empleos.
Más que hombre de derecha, centro o izquierda, el billonario de New York, famoso por sus hoteles, por los concursos de belleza que ha auspiciado
y por muchas otras razones, Donald Trump ha recogido la bandera del más agresivo populismo de los últimos tiempos.
Y atrás han ido quedando ex gobernadores de Texas, Nueva York, Luisiana y la Florida; los actuales gobernadores de Ohio y New Jersey; importantes senadores por Kentucky y Carolina del Sur, una conocida empresaria de tecnología y dos ex candidatos presidenciales en pasadas primarias, además del famoso neurocirujano Carson.
Aunque varios de los anteriormente mencionados compiten todavía, sólo los senadores cubanoamericanos Ted Cruz y Marco Rubio reciben apoyo significativo en los sondeos, aunque muy alejados de Trump. El último debate parecía más bien un enfrentamiento entre Trump y Cruz, a pesar de que Rubio y otros candidatos participaron activamente en las discusiones, pero sin lograr mejorar sus cifras en forma significativa.
Si nos guiamos por artículos publicados, entrevistas televisadas, comentarios editoriales, caricaturas, chistes mal intencionados y todo lo demás, Trump hubiera salido del ruedo hace mucho tiempo, pero los ataques y las descalificaciones sólo han servido para aumentar su popularidad entre los republicanos y un sector de independientes y demócratas. Curiosamente, hay indicaciones de que, en caso de ser nominado, pudiera atraer muchos votos de estos últimos. Trump atrae votantes estadounidenses pobres y sin estudios universitarios. Muchos de esos compatriotas suyos son demócratas.
Sus referencias, bastante desagradables, hacia los inmigrantes, sobre todo los indocumentados, le costarían votos entre los hispanos, pero le atraerían, mejor dicho, ya le atraen, amplios sectores republicanos, demócratas e independientes que están publicados porque consideran que la inmigración está cambiando la naturaleza y fisonomía del país.
Es probable que, de seguir retirandose candidatos considerados conservadores moderados, el “establishment” republicano pueda unirse en torno a un probable sobreviviente de todo esto, digamos, Marco Rubio. No creo otros aspirantes tengan muchas posibilidades. Por otra parte, si se retira Carson, Cruz sería el beneficiado. Y si Cruz empieza a perder fuerza, Trump mejoraría sus posibilidades ya que los partidarios de Cruz difícilmente se inclinarían mayoritariamente hacia Rubio u otro candidato que pueda parecer aceptable a un “establishment” cada día más rechazado.
Todo eso puede cambiar. Quizá Trump no llegue a ser el candidato, pero el último episodio revela hasta qué punto estas elecciones serán diferentes.Trump trata ahora de reducir el apoyo a su adversario más fuerte, Cruz, alegando que, por haber nacido en Canadá, pudiera no calificar como candidato presidencial. Pero ha dado a entender con bastante claridad que le gustaría tenerlo como su candidato vicepresidencial.
En puridad de verdad Cruz tiene derecho a aspirar porque su madre, norteamericana nativa, lo inscribió como americano y eso resuelve el problema. Cruz, un eminente jurista que trabajó para la Corte Suprema de Justicia, no se hubiera lanzado al ruedo en caso contrario. Pero el tema continuará, al menos por un tiempo.
Así es Trump, el aspirante que se ha lanzado a una gran aventura, contra viento y marea, contra molinos de viento, contra todo lo establecido, contra su propio partido. “Contra Mundum” si es necesario. Y hasta ahora le está saliendo bien. Sin asegurar nada, considero que es el más probable candidato republicano a la Presidencia, acompañado por Cruz u otro correligionario o correligionaria.
La aventura quizás concluya con un resonante episodio final entre Trump y Hillary Clinton, la gran sobreviviente de la novela política estadounidense. Y si el billonario de Nueva York logra triunfar en esa contienda, el vencedor no será realmente un republicano o un demócrata sino el impredecible Donald Trump, situado más allá de partidos y convencionalismos políticos, siempre listo para una nueva y polémica aventura en los escenarios nacional e internacional.
Para muchos, Trump es una esperanza, el final de toda una era de candidatos bendecidos, más tarde o más temprano, por el todopoderoso “establishment” de su respectivo partido.Trump no se inclinará ante los caudillos partidistas o de los altos círculos. Su carácter se lo impide. Pero no deja de ser una aventura. Me limito a invocar el favor de Dios.